¿Alguna vez has querido saber cuánta gente se apellida igual que tú? ¿Y en qué provincia se encuentran? Pues entonces esta página del Instituto Nacional de Estadística te dará la solución. Es más, podrás elegir entre ver los que nacieron en esas provincias y los que actualmente viven en ellas. También averiguarás cuántas personas tienen tu apellido como 2º apellido.
¿CUÁNTE GENTE SE APELLIDA COMO YO? DISTRIBUCIÓN DE APELLIDOS EN ESPAÑA: EL CASO DE LOS CHAO
29 noviembre, 2006
Esta página es muy útil para tener una idea del lugar de origen de muchos nombres familiares. En mi caso, Chao está clarísimo que es gallego (cosa que ya sabía: mi bisabuelo paterno lo era), aunque es interesante ver que sólo somos 2264 los que lo tenemos como primer apellido y 2197 como 2º. Como curiosidad, hay 23 personas que se apellidan "Chao Chao" (¿matrimonios entre primos carnales?).
Escudo de los Chao. Más informaciónFOLLETO "MONUMENTOS DE LA PROVINCIA DE LEÓN"
26 noviembre, 2006
Por fin, tras una larga espera, ha sido presentado en público el folleto de la Diputación "Monumentos de la Provincia de León". La puesta de largo ha sido con ocasión de la inauguración de la Feria Internacional de Turismo Interior INTUR 2006. ¿Qué por qué doy tanta importancia a este evento? Pues porque los autores de los textos no somos otros que mi querida Tere y un servidor. Resulta que Miguel y Puri, directores de la Editorial "El Búho Viajero", nos ofrecieron la oportunidad de elaborar los contenidos y comentarios de este folleto y, como era de esperar, aceptamos encantados. Tere ha sido la principal responsable en la confección de los textos, y yo colaboré con las correcciones y la aportación de ideas y sugerencias (aunque hay unos pocos monumentos glosados íntegramente por mí) En fin, que ha sido toda una tarea abordada en pareja, y que espero que os preste. Las maravillosas fotografías, como no podría ser de otra manera, son obra de los mencionados Miguel y Puri, consumados fotógrafos profesionales. Podréis recogerlo gratuitamente en las Oficinas de Turismo: aquí os dejo la portada. Son 60 páginas que rezuman amor por esta Provincia.
VÍDEO DE LA MANIFESTACIÓN LEONESISTA DEL 29 DE OCTUBRE DE 2006
08 noviembre, 2006
Vídeo editado por El Llagartu, y en el que al principio aparece un impresentable opinando sobre el mapa autonómico.
EXITAZO MEDIÁTICO DE LA MANIFESTACIÓN
30 octubre, 2006
Bueno, bueno. Por primera vez en la historia reciente, una manifestación leonesista está apareciendo en todos los medios nacionales (ABC, EL Mundo, Terra, etc.) Sólo por eso, ya ha merecido la pena el trabajo de los organizadores. En cuanto al número de asistentes, la Policía Nacional da la cifra de casi 4000 personas, aunque tenemos que recordar que, según el ínclito delegado de la Junta, en la anterior según las mismas fuentes fuimos 500. Personalmente creo que es muy difícil arriesgar una estimación, aunque parece claro que había más gente que en la anterior. Desde luego, éramos más de 5000 personas, y esta vez destacaron con luz propia los manifestantes de Zamora, Salamanca y El Bierzo. Podéis ver una selección de artículos de prensa en la página http://www.paislliones.com/articulos/0
PD: Por cierto, en la manifestación unos buenos amigos nos dieron la gratísima noticia de que van a ser padres: ¡Enhorabuena, Dani y Patricia! Lo que me recuerda que a estas alturas otros amigos ya deben de haber adquirido tal condición: ¡Enhorabuena, Rocío y José María! (espero que todo haya ido bien)
LOS LIBROS DE TEXTO DE CASTILLA Y LEÓN (II)
28 octubre, 2006
En mi página "Los Telares", sección "Documentos", os podéis descargar el debate sobre los libros de texto que tuvo lugar en Radio León (Cadena SER).
Y aquí os dejo un vídeo de una televisión local que colgaron del YouTube sobre el mismo tema. Aunque convendría aclarar que no fue la UPL ni Conceyu Xoven los que destaparon el asunto, sino el periodista Emilio Gancedo en el Diario de León.
Y aquí os dejo un vídeo de una televisión local que colgaron del YouTube sobre el mismo tema. Aunque convendría aclarar que no fue la UPL ni Conceyu Xoven los que destaparon el asunto, sino el periodista Emilio Gancedo en el Diario de León.
Mañana espero que nos veamos en la manifestación, a las 12 en la Plaza de Guzmán.
EL MAYOR PROBLEMA DE LA HUMANIDAD
16 octubre, 2006
Os recomiendo ver este vídeo a cuyo enlace he llegado gracias a McLera y su blog La Zorrera. A veces es importante recordar que el principal problema de la humanidad no es el terrorismo.
LOS ESCRÚPULOS DE UN HISTORIADOR ANTE "CASTILLA Y LEÓN"
11 octubre, 2006
Hoy voy a presentaros un fragmento de la página 417 y siguientes del Tomo I de "Historia de una cultura", titulado "Castilla y León en la Historia de España", editado por la Junta de Castilla y León en el año 1995. Este texto comienza el capítulo "Historia Contemporánea de Castilla y León", y está firmado por Julio Aróstegui, un prestigioso historiador a quien tuve el honor de entrevistar durante la carrera de Historia junto a mi amigo Davíd Martínez. He suprimido ciertos pasajes que no tenían que ver con el enfoque que os he adelantado en el título de esta entrada. De todos formas, no os llevéis a engaño: al final, en el libro opta por la vía fácil e identifica la historia de Castilla con la actual autonomía. En cualquier caso, Aróstegui da muestras de una gran valentía al mostrarnos en una obra de la Junta sus escrúpulos éticos ante la tarea de abordar la historia de una "región histórica" que fue creada en 1983. Espero que os preste.
INTRODUCCIÓN: UN HISTORIAR CON DUDAS
Cuando se emprende una escritura como la aquí propuesta, a la que ha de ponérsele el rótulo Historia contemporánea de Castilla y León, el autor puede sentirse, como es el caso, ante dudas no pequeñas que, creemos, debe darlas a conocer al lector de este libro —o de esta parte del libro— cuanto antes. (...) No resulta sencillo de escribir una historia «regional» desde la perspectiva obligada de un marco «estatal». Y no lo resulta, especialmente, cuando uno no quiere engañarse, ni engañar, dejándose llevar por la cómoda idea de que la Historia regional es la Historia estatal en miniatura. Particularmente en estos tiempos, nos van acostumbrando a aceptar que una Historia de una región consiste en contar los hechos de la Historia del Estado «que han ocurrido» en tal región. Y cuando se tiene poco o nada que contar de la región se cuenta lo que ocurre en el Estado. (N. de R.: que es precisamente lo que está ocurriendo con los libros de texto de esta comunidad en cuanto se salen de la Edad Media)
Creo sinceramente que este recurso engaña al lector de Historia y pretende engañar a la Historia misma. Hacer una Historia regional cuando estamos acostumbrados a hacerla estatal o hacerla «local» —que es otra cuestión— no es, atento lector, nada fácil(...)
Porque, ¿es posible realmente hacer una Historia de la «Castilla y León» contemporánea que tenga en sí misma un significado y que no fuerce las cosas a la anacronía, la ucronía o a la falsa topología, la falsa toponimia? Es imaginable, sin duda, una larga retahíla de preguntas, al hilo mismo de esas primordiales que hacemos, que ni siquiera podemos atrevernos a plantear aquí. ¿Cómo debe esta Historia encajarse en la historia del «Estado»? ¿Hay una entidad «Castilla y León» sujeto de una Historia delimitada en los siglos XIX y XX o estamos proyectando caprichosamente, y, tal vez, interesadamente, nuestro presente en el pasado para crear una entidad que no existe?
Una Historia de entidad tal como «Castilla y León» contemporánea es, si se toma la empresa con escrúpulo de rigor, un ejercicio de composición complicada, por las razones que aludimos brevemente. Esa entidad política que pretendemos historiar no existe, como sabemos muy bien, hasta el año 1983. Podemos buscar sus raíces y podemos intentar explicarnos sus problemas en el pasado inmediato. Pero transportar esa realidad al pasado, sin más, falsea ciertamente las cosas (...)
El lector tiene ya, pues, una pequeña pista como elemento de juicio para calibrar el problema de este «historiar con dudas», Castilla y León, sujeta hoy a una realidad «autonómica», no es tal tipo de entidad en toda la época en que tenemos que historiarla. ¿Cómo superar esta aparente aporía? Y, en todo caso, ¿existen razones que hagan razonable y productiva la intención de tal superación? El historiador ha de hacer frente a estos problemas con buen ánimo, con recto ánimo, porque la Historia o bien sirve para hacernos entender mejor nuestro presente o no sirve para nada. Lo injusto será que queramos hacer nuestro pasado a la medida de lo que, en efecto, nos complace en él.
Cuando se emprende una escritura como la aquí propuesta, a la que ha de ponérsele el rótulo Historia contemporánea de Castilla y León, el autor puede sentirse, como es el caso, ante dudas no pequeñas que, creemos, debe darlas a conocer al lector de este libro —o de esta parte del libro— cuanto antes. (...) No resulta sencillo de escribir una historia «regional» desde la perspectiva obligada de un marco «estatal». Y no lo resulta, especialmente, cuando uno no quiere engañarse, ni engañar, dejándose llevar por la cómoda idea de que la Historia regional es la Historia estatal en miniatura. Particularmente en estos tiempos, nos van acostumbrando a aceptar que una Historia de una región consiste en contar los hechos de la Historia del Estado «que han ocurrido» en tal región. Y cuando se tiene poco o nada que contar de la región se cuenta lo que ocurre en el Estado. (N. de R.: que es precisamente lo que está ocurriendo con los libros de texto de esta comunidad en cuanto se salen de la Edad Media)
Creo sinceramente que este recurso engaña al lector de Historia y pretende engañar a la Historia misma. Hacer una Historia regional cuando estamos acostumbrados a hacerla estatal o hacerla «local» —que es otra cuestión— no es, atento lector, nada fácil(...)
Porque, ¿es posible realmente hacer una Historia de la «Castilla y León» contemporánea que tenga en sí misma un significado y que no fuerce las cosas a la anacronía, la ucronía o a la falsa topología, la falsa toponimia? Es imaginable, sin duda, una larga retahíla de preguntas, al hilo mismo de esas primordiales que hacemos, que ni siquiera podemos atrevernos a plantear aquí. ¿Cómo debe esta Historia encajarse en la historia del «Estado»? ¿Hay una entidad «Castilla y León» sujeto de una Historia delimitada en los siglos XIX y XX o estamos proyectando caprichosamente, y, tal vez, interesadamente, nuestro presente en el pasado para crear una entidad que no existe?
Una Historia de entidad tal como «Castilla y León» contemporánea es, si se toma la empresa con escrúpulo de rigor, un ejercicio de composición complicada, por las razones que aludimos brevemente. Esa entidad política que pretendemos historiar no existe, como sabemos muy bien, hasta el año 1983. Podemos buscar sus raíces y podemos intentar explicarnos sus problemas en el pasado inmediato. Pero transportar esa realidad al pasado, sin más, falsea ciertamente las cosas (...)
El lector tiene ya, pues, una pequeña pista como elemento de juicio para calibrar el problema de este «historiar con dudas», Castilla y León, sujeta hoy a una realidad «autonómica», no es tal tipo de entidad en toda la época en que tenemos que historiarla. ¿Cómo superar esta aparente aporía? Y, en todo caso, ¿existen razones que hagan razonable y productiva la intención de tal superación? El historiador ha de hacer frente a estos problemas con buen ánimo, con recto ánimo, porque la Historia o bien sirve para hacernos entender mejor nuestro presente o no sirve para nada. Lo injusto será que queramos hacer nuestro pasado a la medida de lo que, en efecto, nos complace en él.
¿HOMEOPATÍA? NO, GRACIAS
10 octubre, 2006
Llevo una semana padeciendo un persistente catarro con tos seca que me está destrozando la garganta. Como suele ocurrir en estos casos, mis conocidos y amigos me han proporcionado una buena resma de consejos y remedios "infalibles" para tales situaciones. Los he probado todos: desde el limón con miel, pasando por las famosas Juanolas, la Lizipaína y el Angileptol. Pero nada. Ahí sigue el catarro. Afortunadamente, hoy he acudido a los profesionales de la salud, y parece que un simple jarabe y un poco de paracetamol están obrando el milagro.
Pero quería aprovechar la ocasión para contaros una anécdota al repecto. En una importante y famosa farmacia del centro de León, cuando les describí mis síntomas, lo primero que me ofrecieron fue un "medicamento" homeopático. Sonreí a la dependienta, y amablemente le señalé que no estaba interesado en placebos. ¿Por qué hice esto y rechacé su recomendación? Básicamente porque la homeopatía es un cuento chino. Porque, ¿qué es la homeopatía? ¿Cuál es su origen?
Comencemos por el principio. El padre de la criatura fue Samuel Friedrich Hahnemann (1755-1843), médico alemán que concibió la curiosa teoría de que la medicina que cura una enfermedad, en grandes dosis provoca esa misma enfermedad. Invirtiendo el razonamiento, llegó a la conclusión de que las sustancias que curan (que él y sus sucesores decidieron arbitrariamente cuáles eran y para qué servían), si son suministradas en cantidades infinitesimales, curan mejor y más rápido. Así que procedió a crear disoluciones de esas sustancias en agua destilada, y posteriormente continuó haciendo disoluciones de esas disoluciones hasta que aparentemente no había otra cosa que agua destilada. Pero según el ínclito Hahnemann, aunque los análisis nos digan que sólo tenemos agua pura 100%, en realidad el principio activo sigue ahí, porque el agua tiene memoria (!!), lo que hace que cure más eficientemente al enfermo .
En fin, que la gente que confía en esta especie de medicina alternativa, lo que está haciendo es tomar un placebo puro y duro. Podría decirse que la homeopatía es una pseudomedicina del siglo XIX que triunfa en el siglo XXI.
Lo que sí sería interesante es que los médicos y los científicos en general investiguen qué es lo que se esconde detrás del "efecto placebo", porque es innegable que es un fenómeno que existe, y que hay mucha gente que cuando toma un azucarillo pensando que es un medicamento, se cura de forma inexplicable. Será que la fe mueve montañas... o enfermedades
Si queréis saber más sobre el tema, seguid este enlace
Comencemos por el principio. El padre de la criatura fue Samuel Friedrich Hahnemann (1755-1843), médico alemán que concibió la curiosa teoría de que la medicina que cura una enfermedad, en grandes dosis provoca esa misma enfermedad. Invirtiendo el razonamiento, llegó a la conclusión de que las sustancias que curan (que él y sus sucesores decidieron arbitrariamente cuáles eran y para qué servían), si son suministradas en cantidades infinitesimales, curan mejor y más rápido. Así que procedió a crear disoluciones de esas sustancias en agua destilada, y posteriormente continuó haciendo disoluciones de esas disoluciones hasta que aparentemente no había otra cosa que agua destilada. Pero según el ínclito Hahnemann, aunque los análisis nos digan que sólo tenemos agua pura 100%, en realidad el principio activo sigue ahí, porque el agua tiene memoria (!!), lo que hace que cure más eficientemente al enfermo .
En fin, que la gente que confía en esta especie de medicina alternativa, lo que está haciendo es tomar un placebo puro y duro. Podría decirse que la homeopatía es una pseudomedicina del siglo XIX que triunfa en el siglo XXI.
Lo que sí sería interesante es que los médicos y los científicos en general investiguen qué es lo que se esconde detrás del "efecto placebo", porque es innegable que es un fenómeno que existe, y que hay mucha gente que cuando toma un azucarillo pensando que es un medicamento, se cura de forma inexplicable. Será que la fe mueve montañas... o enfermedades
Si queréis saber más sobre el tema, seguid este enlace
La trastienda de la etapa contemporánea de León
05 octubre, 2006
Historia Visual de León, nº7, Revista del Diario de León 1/10/2006
MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ, RICARDO CHAO.A pesar del retorno al absolutismo y la abolición del decreto de división de 1822 se continuó la labor desarrollada por el Trienio Liberal en lo relativo a la división provincial. Así, el 30 de noviembre de 1833 se promulga el Real Decreto de división del territorio español que queda constituido por 49 provincias que son distribuidas en las regiones que constituyeron la división territorial española durante el Antiguo Régimen y que procedían, principalmente, de los reinos medievales. Son éstas: Andalucía, Aragón, Asturias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Extremadura, León, Murcia, Valencia, Navarra, las provincias vascongadas de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, Islas Baleares e Islas Canarias. Según el artículo 2 de este R.D. “el Reino de León [está formado] por las [provincias] de León, Salamanca y Zamora”. El mapa provincial de 1833 ha sobrevivido prácticamente igual hasta el presente, excepto algunos retoques locales o el desdoblamiento de la provincia de Canarias en 1927 (Decreto de 27 de septiembre).
A partir de mediados del siglo XIX, el modelo territorial liberal de Estado basado en la división de 1833 es cuestionado desde posiciones político-ideológicas que plantean una reforma territorial-administrativa que reconociera y otorgara competencias a un nivel regional (sectores tradicionalistas o partidarios del republicanismo federal). Como oposición a estos regionalismos surge un regionalismo de tipo económico denominado castellano o “castellano-leonés” impulsado por oligarcas cerealistas de Tierra de Campos y especialmente de Valladolid que plantean la unidad de España en torno la hegemonía de Castilla y su defensa frente a los regionalismos periféricos, y muy especialmente, el catalán. Promueven una región correspondiente a la Meseta Norte que identifican con Castilla la Vieja y que es capitalizada por esta ciudad. Este concepto encontraría gran resonancia con escritores de la Generación del 98.
Durante la I República se propone la división española en estados que según el preámbulo constitucional debía responder a los antiguos reinos. Contradiciendo este precepto, el regionalismo vallisoletano propone la creación de un estado federal castellano que incluye a la región leonesa y que es recogido en el proyecto de Constitución Federal de la República Española el 17 de julio de 1873 (redactada por Castelar en menos de 24 horas). El cuatro de agosto de 1873 la Comisión Provincial de León (que representaba a la Diputación) exigió la autonomía para la provincia de León en la constitución federal que elaboraba la I República española, debido a su Historia, superficie, población y costumbres: “No pretende León en manera alguna ser el centro de un Estado, al que concurrieran otras de las actuales provincias; sino formarse por sí sola, y no perder su autonomía, ni el glorioso nombre de Leoneses sus habitantes, que con él y no con el de Castellanos se han distinguido siempre por su patriotismo, su laboriosidad y su cordura”. En la sesión del Parlamento del 18 de septiembre de 1873, Pi y Margall, refiriéndose a las divergencias surgidas por la división territorial planteada por Castelar en el proyecto de la Constitución federal, dijo: “He estado siempre por que se reconstruyan los antiguos reinos, puesto que de otro modo no comprendo que puedan ponerse límites a la federación”. En 1877, Pi y Margall en Las Nacionalidades, mencionaba nominalmente a Galicia, Asturias y León como entidades históricas que deben conservar su propia personalidad al lado de los demás estados o regiones integrantes de la Federación Española.
Entre los años 1900 y 1931 se impulsa un regionalismo cultural leonés, desarrollado a través de artículos de prensa y festejos: el centenario del Padre Isla, los Juegos Florales, y sobre todo, la celebración del IX Centenario de los Fueros de León como respuesta al centenario de las comunidades castellanas, la adopción del Pendón Real púrpura con el escudo de León y la organización, por parte de la Diputación de León, de una biblioteca de temas y autores leoneses.
El siguiente proyecto autonómico del siglo se produjo durante la II República Española que iba a instaurar un sistema político, compromiso entre unitarismo y federalismo, para dar autonomía a las regiones españolas sin atacar la unidad del Estado español. En éste, el Tribunal de Garantías Constitucionales tenía jurisdicción sobre todo el territorio nacional y sus competencias le configuraban como el máximo poder equilibrador compensando los desequilibrios entre el poder estatal y los regionales. Este tribunal contaba con un representante por cada una de las Regiones españolas: Andalucía (provincias de Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla, más las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla); Aragón (provincias de Huesca, Teruel y Zaragoza); Asturias (provincia de Oviedo); Baleares; Canarias (provincias de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife); Castilla la Nueva (provincias de Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Toledo); Castilla la Vieja (provincias de Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid); Extremadura (provincias de Badajoz y Cáceres); Galicia (provincias de La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra); León (provincias de León, Zamora y Salamanca); Murcia (provincias de Albacete y Murcia); Navarra; Vascongadas (provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya); y Valencia (provincias de Alicante, Castellón y Valencia). En 1932 la Diputación de León tratará de hacer un estatuto de autonomía contando con los representantes en las Cortes y los ayuntamientos de la provincia mientras que la oligarquía cerealista de Valladolid también intentó la autonomía de su concepto regional “castellano-leonés”.
En plena guerra civil se produjo una situación autonómica al margen de la prevista en la Constitución de 1931: debido a las circunstancias bélicas, el aislamiento territorial y la presión popular se refrenda y reconoce por el Decreto de la Presidencia del Consejo de Ministros de 23 de diciembre de 1936 el Consejo Interprovincial de Asturias y León que tuvo su sede en Sama de Langreo y, al parecer, se planteó la necesidad de un Estatuto de Autonomía regional. Llegó a emitir moneda propia y el Consejo asumió la plena responsabilidad del mando en el territorio de su autoridad. Todo acabaría con la ocupación de Gijón el 20 de octubre de 1937.
La oligarquía agraria castellana propugnada desde Valladolid y contraria a los regionalismos españoles se incorporó al régimen de Franco, en el que aunque se respetó la división regional española (esto es, con León y Castilla la Vieja como regiones distintas), favoreció la difusión de la idea de una Gran Castilla, núcleo y matriz de España, integrada por León y Castilla la Vieja. A pesar de ello, la región leonesa fue objeto de estudios geográficos, históricos, etnográficos, lingüísticos, socioeconómicos, estadísticos, etc. hasta 1975.
Recordamos, por ejemplo, el trabajo de Julio Caro Baroja que en Los Pueblos de España recogía una región leonesa conservadora de una antiquísima tradición que junto a Galicia, Asturias, Cantabria, Vascongadas y Navarra integraba al conjunto de los Pueblos del Norte, y que curiosamente contraponía con el Reino de León castellanizado agrupado con Castilla: “Difícilmente se podrá encontrar en toda Europa una región en la que los elementos de la cultura moderna se hallen tan en armonía con los datos de un pasado remoto como León”. O el de Elías López Morán que a comienzos del siglo XX recogía en El Derecho Consuetudinario Leonés el vigor de la administración local, usos y costumbres leonesas y que hizo exclamar a un famoso tratadista: “Si desaparecieran todas las leyes del Estado seguirían los leoneses rigiéndose al amparo de sus costumbres”. Joaquín Costa en El Colectivismo Agrario señalaba cómo la explotación comunal del terreno se había conservado muy bien en la región leonesa. En el terreno lingüístico, un artículo de Ramón Menéndez Pidal, El Dialecto Leonés hacía una llamada de atención en 1906 sobre la presencia, en diversos territorios ocupados por el Antiguo Reino de León, de restos de un sistema lingüístico que se correspondía con la antigua lengua de la administración y del estado medieval leonés. Éste se conservaba bastante bien en la parte noroccidental de la región leonesa, mientras que en el sur se había degradado o desaparecido. Este artículo, junto al Estudio fonético-histórico de los dialectos españoles occidentales, escrito en 1914 por el filólogo alemán Fritz Krüger y junto a un estudio sobre el leonés medieval publicado en 1907 por el sueco Erik Staaf, son la base de todos los estudios posteriores sobre el leonés. Podíamos encontrar una Guía del Antiguo Reino de León, un viaje geográfico, artístico y pintoresco por las provincias del viejo reino en el año 1886 y la región leonesa era recogida en las enciclopedias como una de las regiones históricas españolas siendo representada en mapas con las provincias de León, Zamora y Salamanca (y en ocasiones también las de Palencia y Valladolid). El Instituto Nacional de Estadística, en el tomo I, volumen 4, de las Características de la Población Española deducidas del Padrón Municipal de Habitantes, según la inscripción realizada el 31 de diciembre de 1975, recogía los datos correspondientes al Reino de León como formado por las provincias de León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora e incluso en el Tratado Internacional entre España y Suiza de 1975, de materia comercial, se relacionaban las regiones españolas, estando la leonesa integrada por las provincias de León, Salamanca y Zamora.
A pesar del concepto castellanista de España, a pesar de la secular ocultación de León, la región leonesa seguía siendo reconocida como pieza esencial del puzzle de España y el leonés como uno de los pueblos españoles, como nos recuerda el poema de Miguel Hernández, Vientos del pueblo me llevan:
A partir de mediados del siglo XIX, el modelo territorial liberal de Estado basado en la división de 1833 es cuestionado desde posiciones político-ideológicas que plantean una reforma territorial-administrativa que reconociera y otorgara competencias a un nivel regional (sectores tradicionalistas o partidarios del republicanismo federal). Como oposición a estos regionalismos surge un regionalismo de tipo económico denominado castellano o “castellano-leonés” impulsado por oligarcas cerealistas de Tierra de Campos y especialmente de Valladolid que plantean la unidad de España en torno la hegemonía de Castilla y su defensa frente a los regionalismos periféricos, y muy especialmente, el catalán. Promueven una región correspondiente a la Meseta Norte que identifican con Castilla la Vieja y que es capitalizada por esta ciudad. Este concepto encontraría gran resonancia con escritores de la Generación del 98.
Durante la I República se propone la división española en estados que según el preámbulo constitucional debía responder a los antiguos reinos. Contradiciendo este precepto, el regionalismo vallisoletano propone la creación de un estado federal castellano que incluye a la región leonesa y que es recogido en el proyecto de Constitución Federal de la República Española el 17 de julio de 1873 (redactada por Castelar en menos de 24 horas). El cuatro de agosto de 1873 la Comisión Provincial de León (que representaba a la Diputación) exigió la autonomía para la provincia de León en la constitución federal que elaboraba la I República española, debido a su Historia, superficie, población y costumbres: “No pretende León en manera alguna ser el centro de un Estado, al que concurrieran otras de las actuales provincias; sino formarse por sí sola, y no perder su autonomía, ni el glorioso nombre de Leoneses sus habitantes, que con él y no con el de Castellanos se han distinguido siempre por su patriotismo, su laboriosidad y su cordura”. En la sesión del Parlamento del 18 de septiembre de 1873, Pi y Margall, refiriéndose a las divergencias surgidas por la división territorial planteada por Castelar en el proyecto de la Constitución federal, dijo: “He estado siempre por que se reconstruyan los antiguos reinos, puesto que de otro modo no comprendo que puedan ponerse límites a la federación”. En 1877, Pi y Margall en Las Nacionalidades, mencionaba nominalmente a Galicia, Asturias y León como entidades históricas que deben conservar su propia personalidad al lado de los demás estados o regiones integrantes de la Federación Española.
Entre los años 1900 y 1931 se impulsa un regionalismo cultural leonés, desarrollado a través de artículos de prensa y festejos: el centenario del Padre Isla, los Juegos Florales, y sobre todo, la celebración del IX Centenario de los Fueros de León como respuesta al centenario de las comunidades castellanas, la adopción del Pendón Real púrpura con el escudo de León y la organización, por parte de la Diputación de León, de una biblioteca de temas y autores leoneses.
El siguiente proyecto autonómico del siglo se produjo durante la II República Española que iba a instaurar un sistema político, compromiso entre unitarismo y federalismo, para dar autonomía a las regiones españolas sin atacar la unidad del Estado español. En éste, el Tribunal de Garantías Constitucionales tenía jurisdicción sobre todo el territorio nacional y sus competencias le configuraban como el máximo poder equilibrador compensando los desequilibrios entre el poder estatal y los regionales. Este tribunal contaba con un representante por cada una de las Regiones españolas: Andalucía (provincias de Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Málaga y Sevilla, más las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla); Aragón (provincias de Huesca, Teruel y Zaragoza); Asturias (provincia de Oviedo); Baleares; Canarias (provincias de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife); Castilla la Nueva (provincias de Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Toledo); Castilla la Vieja (provincias de Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid); Extremadura (provincias de Badajoz y Cáceres); Galicia (provincias de La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra); León (provincias de León, Zamora y Salamanca); Murcia (provincias de Albacete y Murcia); Navarra; Vascongadas (provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya); y Valencia (provincias de Alicante, Castellón y Valencia). En 1932 la Diputación de León tratará de hacer un estatuto de autonomía contando con los representantes en las Cortes y los ayuntamientos de la provincia mientras que la oligarquía cerealista de Valladolid también intentó la autonomía de su concepto regional “castellano-leonés”.
En plena guerra civil se produjo una situación autonómica al margen de la prevista en la Constitución de 1931: debido a las circunstancias bélicas, el aislamiento territorial y la presión popular se refrenda y reconoce por el Decreto de la Presidencia del Consejo de Ministros de 23 de diciembre de 1936 el Consejo Interprovincial de Asturias y León que tuvo su sede en Sama de Langreo y, al parecer, se planteó la necesidad de un Estatuto de Autonomía regional. Llegó a emitir moneda propia y el Consejo asumió la plena responsabilidad del mando en el territorio de su autoridad. Todo acabaría con la ocupación de Gijón el 20 de octubre de 1937.
La oligarquía agraria castellana propugnada desde Valladolid y contraria a los regionalismos españoles se incorporó al régimen de Franco, en el que aunque se respetó la división regional española (esto es, con León y Castilla la Vieja como regiones distintas), favoreció la difusión de la idea de una Gran Castilla, núcleo y matriz de España, integrada por León y Castilla la Vieja. A pesar de ello, la región leonesa fue objeto de estudios geográficos, históricos, etnográficos, lingüísticos, socioeconómicos, estadísticos, etc. hasta 1975.
Recordamos, por ejemplo, el trabajo de Julio Caro Baroja que en Los Pueblos de España recogía una región leonesa conservadora de una antiquísima tradición que junto a Galicia, Asturias, Cantabria, Vascongadas y Navarra integraba al conjunto de los Pueblos del Norte, y que curiosamente contraponía con el Reino de León castellanizado agrupado con Castilla: “Difícilmente se podrá encontrar en toda Europa una región en la que los elementos de la cultura moderna se hallen tan en armonía con los datos de un pasado remoto como León”. O el de Elías López Morán que a comienzos del siglo XX recogía en El Derecho Consuetudinario Leonés el vigor de la administración local, usos y costumbres leonesas y que hizo exclamar a un famoso tratadista: “Si desaparecieran todas las leyes del Estado seguirían los leoneses rigiéndose al amparo de sus costumbres”. Joaquín Costa en El Colectivismo Agrario señalaba cómo la explotación comunal del terreno se había conservado muy bien en la región leonesa. En el terreno lingüístico, un artículo de Ramón Menéndez Pidal, El Dialecto Leonés hacía una llamada de atención en 1906 sobre la presencia, en diversos territorios ocupados por el Antiguo Reino de León, de restos de un sistema lingüístico que se correspondía con la antigua lengua de la administración y del estado medieval leonés. Éste se conservaba bastante bien en la parte noroccidental de la región leonesa, mientras que en el sur se había degradado o desaparecido. Este artículo, junto al Estudio fonético-histórico de los dialectos españoles occidentales, escrito en 1914 por el filólogo alemán Fritz Krüger y junto a un estudio sobre el leonés medieval publicado en 1907 por el sueco Erik Staaf, son la base de todos los estudios posteriores sobre el leonés. Podíamos encontrar una Guía del Antiguo Reino de León, un viaje geográfico, artístico y pintoresco por las provincias del viejo reino en el año 1886 y la región leonesa era recogida en las enciclopedias como una de las regiones históricas españolas siendo representada en mapas con las provincias de León, Zamora y Salamanca (y en ocasiones también las de Palencia y Valladolid). El Instituto Nacional de Estadística, en el tomo I, volumen 4, de las Características de la Población Española deducidas del Padrón Municipal de Habitantes, según la inscripción realizada el 31 de diciembre de 1975, recogía los datos correspondientes al Reino de León como formado por las provincias de León, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora e incluso en el Tratado Internacional entre España y Suiza de 1975, de materia comercial, se relacionaban las regiones españolas, estando la leonesa integrada por las provincias de León, Salamanca y Zamora.
A pesar del concepto castellanista de España, a pesar de la secular ocultación de León, la región leonesa seguía siendo reconocida como pieza esencial del puzzle de España y el leonés como uno de los pueblos españoles, como nos recuerda el poema de Miguel Hernández, Vientos del pueblo me llevan:
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de hierba mala,
yugos que habréis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de hierba mala,
yugos que habréis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Identidad y directrices
21 septiembre, 2006
Os quiero copiar el artículo de opinión aparecido en La Crónica de León-El Mundo firmado por Javier Callado. Creo que no hace falta ningún comentario adicional.
Se ha comentado en columnas anteriores que las Directrices Esenciales de Castilla y León (DE) son un documento estratégico en el que se definen las grandes líneas de gasto público para los próximos años. El anteproyecto se ha sometido a información pública en agosto para que pasase inadvertido a la mayoría de los ciudadanos y sortear así su debate. Cabe preguntarse por qué y son varias las posibles respuestas.
Existen muchas cuestiones polémicas que podríamos tratar sobre estas DE, pero no es el propósito de esta columna tocar todas. Sin embargo merecía la pena realizar unos comentarios sobre sus objetivos en transportes, lo que abarcó las dos columnas anteriores. Ahora, para terminar, volvemos la vista sobre los aspectos relativos a la identidad.
Como es conocido, esta Comunidad Autónoma se formó por la adición de dos regiones históricas: la Región Leonesa y Castilla la Vieja. Ambos territorios tienen sus orígenes en la Edad Media y nunca han permanecido unidos institucionalmente más allá de lo que lo hayan estado a su vez con Galicia, Asturias o Madrid. Este hecho sumado a una base gentilicia diversa fue forjando unas notables caracterizaciones culturales. En León en torno a dos territorios: uno al norte del Duero y otro al sur. Por su parte, Castilla se ha configurado como un espacio político, pero resultante de la adición de siete núcleos culturales que permanecieron diferenciados.
La Junta pretende eliminar esa riqueza cultural, tal y como se plasma en las DE. Acudamos a su texto para comprobarlo:
«Para incidir en los factores territoriales que fomentan la sociedad del conocimiento es necesario (...) priorizar las acciones que contribuyan a crear una imagen de marca regional colaborando a fortalecer la identidad territorial» (Título I, art. 4).
«Se fomentará una perspectiva integral de la riqueza natural de Castilla y León fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 1, art. 12).
«Se fomentará una perspectiva unitaria de la riqueza cultural de Castilla y León, fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 2, art. 17).
«La acción pública debe activar estrategias que fomenten la identidad regional recomponiendo su imaginario» (Título VI, art. 40).
Como se aprecia, la Junta pretende acometer la eliminación de la identidad cultural que a cada pueblo le es propia. En consecuencia, dado que su acción ha sido hasta ahora abiertamente castellanizante –desde una perspectiva vallisoletana–, de lo que se habla en las DE es de la eliminación de la cultura leonesa.
Estas prácticas, propias de los regímenes totalitarios, no pueden ser aceptadas con un criterio democrático. La cosmética de un acuerdo entre partidos no debería servir para que la Junta maquille una pretensión reprobable desde la ética más elemental.
Existen muchas cuestiones polémicas que podríamos tratar sobre estas DE, pero no es el propósito de esta columna tocar todas. Sin embargo merecía la pena realizar unos comentarios sobre sus objetivos en transportes, lo que abarcó las dos columnas anteriores. Ahora, para terminar, volvemos la vista sobre los aspectos relativos a la identidad.
Como es conocido, esta Comunidad Autónoma se formó por la adición de dos regiones históricas: la Región Leonesa y Castilla la Vieja. Ambos territorios tienen sus orígenes en la Edad Media y nunca han permanecido unidos institucionalmente más allá de lo que lo hayan estado a su vez con Galicia, Asturias o Madrid. Este hecho sumado a una base gentilicia diversa fue forjando unas notables caracterizaciones culturales. En León en torno a dos territorios: uno al norte del Duero y otro al sur. Por su parte, Castilla se ha configurado como un espacio político, pero resultante de la adición de siete núcleos culturales que permanecieron diferenciados.
La Junta pretende eliminar esa riqueza cultural, tal y como se plasma en las DE. Acudamos a su texto para comprobarlo:
«Para incidir en los factores territoriales que fomentan la sociedad del conocimiento es necesario (...) priorizar las acciones que contribuyan a crear una imagen de marca regional colaborando a fortalecer la identidad territorial» (Título I, art. 4).
«Se fomentará una perspectiva integral de la riqueza natural de Castilla y León fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 1, art. 12).
«Se fomentará una perspectiva unitaria de la riqueza cultural de Castilla y León, fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 2, art. 17).
«La acción pública debe activar estrategias que fomenten la identidad regional recomponiendo su imaginario» (Título VI, art. 40).
Como se aprecia, la Junta pretende acometer la eliminación de la identidad cultural que a cada pueblo le es propia. En consecuencia, dado que su acción ha sido hasta ahora abiertamente castellanizante –desde una perspectiva vallisoletana–, de lo que se habla en las DE es de la eliminación de la cultura leonesa.
Estas prácticas, propias de los regímenes totalitarios, no pueden ser aceptadas con un criterio democrático. La cosmética de un acuerdo entre partidos no debería servir para que la Junta maquille una pretensión reprobable desde la ética más elemental.
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