Hoy me he dado cuenta de que hasta ahora no había incluido el primer artículo que escribí. Os expongo aquí una versión actualizada de aquella mini-investigación que realicé sobre mi barrio en el primer año de carrera de Historia. El mapa final lo hicimos Tere y yo para la exposición de "San Froilán y su tiempo".
LOS JUDÍOS EN PUENTE CASTRO
La judería o aljama de Puente Castro fue la más antigua e importante de la ciudad de León: esto es lo único que sabemos a ciencia cierta de su origen, ya que no tenemos constancia documental de su fundación ni de sus comienzos. Realmente, la escasez de documentación acerca de esta judería resulta llamativa: el único dato histórico preciso que conocemos sobre ella es la fecha de su destrucción a manos de castellanos y aragoneses en 1196. Tras esta masacre, los judíos supervivientes se instalaron en el famoso barrio de Santa Ana, pero su población nunca llegó a ser tan numerosa como cuando estuvieron en nuestro barrio.
Sabemos poco de la judería, y ello a pesar de que Puente Castro se llamó “Castro Iudeorum” (Castro de los Judíos) durante toda la Edad Media, y el nombre se mantuvo incluso después de su destrucción. El historiador Justiniano Rodríguez señala que muy posiblemente la sinagoga se encontraba en la actual Calle de la Misericordia, pero su localización exacta es desconocida. Sin embargo, es más probable que estuviese situada en el cerro de la Mota, ya que según las excavaciones de los últimos años, parece que fue allí donde estuvo asentada la judería.
Los judíos de Puente Castro desarrollaron un gran comercio económico y social con la ciudad de León. Se dedicaban a la orfebrería, al comercio de mercados y a la elaboración de cueros finos. Poseían prados, tierras de cultivo, viñedos y molinos. Es de destacar el hecho de que estas gentes llegaron a alcanzar un alto nivel de estimación social y de reconocimiento público entre los habitantes de nuestra ciudad, lo cual contrasta con su situación en el resto de la Península (persecuciones, malos tratos, segregación racial, etc.). Desde el siglo XI los reyes leoneses aceptan de buen grado a los judíos, incluso les profesan cierta simpatía, aunque esto no impide que les cobren un impuesto anual consistente en quinientos maravedíes leoneses, una “buena piel” y dos guadamecíes (un guadamecí es un cuero adobado y adornado con dibujos). Este impuesto se pagaba al rey, hasta que Fernando I se lo cede a la Catedral para iluminar sus altares : esta tarea costaba treinta maravedíes, y el resto se repartía entre el Obispado y otros prelados de la Iglesia de la ciudad.
La judería de Puente Castro disponía de libros hebreos muy importantes : Abrahan Zacut, historiador judío, hizo referencia a ciertos manuscritos religiosos muy antiguos (podrían datar del siglo VII) que eran “guardados celosamente” por los judíos de nuestro barrio.
El poblado estaba en la ladera sur del cerro de la Mota, y lo culminaba un castro (pequeña fortificación de carácter defensivo). Este castro medieval estaba construido sobre otro romano, que a su vez seguramente se levantaba sobre uno de origen astur. Parece que el castro estaba ocupado por mercenarios judíos al servicio del rey de León, aunque este dato no está comprobado.
Los judíos fueron atacados por las huestes de Alfonso VIII de Castilla y Pedro I de Aragón el 23 de Julio de 1196, y resistieron valientemente hasta el día 25, día en que fue tomada la fortaleza y saqueada la judería. Los supervivientes que no consiguieron huir por el lado del río, fueron asesinados o hechos esclavos. Fue tan concienzuda la destrucción de Puente Castro, que estuvo prácticamente deshabitado hasta el siglo XV.
Antes del descubrimiento del cementerio, aparecieron ocho lápidas funerarias, que son los mejores ejemplos de epigrafía hebrea en España (la mayoría de ellas se encuentran en un museo de Toledo). Los restos humanos encontrados apuntaban hacia el Este (como era costumbre entre estas gentes) y estaban enmarcados por gruesos cantos rodados. Llama la atención que dos de las inscripciones señalen que sus propietarios fueron asesinados (probablemente para ser robados), y que uno fuera el hijo del príncipe de la aljama.
Señalar que prácticamente sólo hay una obra publicada sobre el tema : “La judería de la Ciudad de León”, de Justiniano Rodríguez Fernández, publicado en la colección de Fuentes y Estudios de Historia Leonesa (1969). Todavía no se han publicado los resultados de las excavaciones del cementerio judío, aunque se espera que salga a la luz en breve la memoria de las excavaciones arqueológicas del castro en sí.
La judería o aljama de Puente Castro fue la más antigua e importante de la ciudad de León: esto es lo único que sabemos a ciencia cierta de su origen, ya que no tenemos constancia documental de su fundación ni de sus comienzos. Realmente, la escasez de documentación acerca de esta judería resulta llamativa: el único dato histórico preciso que conocemos sobre ella es la fecha de su destrucción a manos de castellanos y aragoneses en 1196. Tras esta masacre, los judíos supervivientes se instalaron en el famoso barrio de Santa Ana, pero su población nunca llegó a ser tan numerosa como cuando estuvieron en nuestro barrio.
Sabemos poco de la judería, y ello a pesar de que Puente Castro se llamó “Castro Iudeorum” (Castro de los Judíos) durante toda la Edad Media, y el nombre se mantuvo incluso después de su destrucción. El historiador Justiniano Rodríguez señala que muy posiblemente la sinagoga se encontraba en la actual Calle de la Misericordia, pero su localización exacta es desconocida. Sin embargo, es más probable que estuviese situada en el cerro de la Mota, ya que según las excavaciones de los últimos años, parece que fue allí donde estuvo asentada la judería.
Los judíos de Puente Castro desarrollaron un gran comercio económico y social con la ciudad de León. Se dedicaban a la orfebrería, al comercio de mercados y a la elaboración de cueros finos. Poseían prados, tierras de cultivo, viñedos y molinos. Es de destacar el hecho de que estas gentes llegaron a alcanzar un alto nivel de estimación social y de reconocimiento público entre los habitantes de nuestra ciudad, lo cual contrasta con su situación en el resto de la Península (persecuciones, malos tratos, segregación racial, etc.). Desde el siglo XI los reyes leoneses aceptan de buen grado a los judíos, incluso les profesan cierta simpatía, aunque esto no impide que les cobren un impuesto anual consistente en quinientos maravedíes leoneses, una “buena piel” y dos guadamecíes (un guadamecí es un cuero adobado y adornado con dibujos). Este impuesto se pagaba al rey, hasta que Fernando I se lo cede a la Catedral para iluminar sus altares : esta tarea costaba treinta maravedíes, y el resto se repartía entre el Obispado y otros prelados de la Iglesia de la ciudad.
La judería de Puente Castro disponía de libros hebreos muy importantes : Abrahan Zacut, historiador judío, hizo referencia a ciertos manuscritos religiosos muy antiguos (podrían datar del siglo VII) que eran “guardados celosamente” por los judíos de nuestro barrio.
El poblado estaba en la ladera sur del cerro de la Mota, y lo culminaba un castro (pequeña fortificación de carácter defensivo). Este castro medieval estaba construido sobre otro romano, que a su vez seguramente se levantaba sobre uno de origen astur. Parece que el castro estaba ocupado por mercenarios judíos al servicio del rey de León, aunque este dato no está comprobado.
Los judíos fueron atacados por las huestes de Alfonso VIII de Castilla y Pedro I de Aragón el 23 de Julio de 1196, y resistieron valientemente hasta el día 25, día en que fue tomada la fortaleza y saqueada la judería. Los supervivientes que no consiguieron huir por el lado del río, fueron asesinados o hechos esclavos. Fue tan concienzuda la destrucción de Puente Castro, que estuvo prácticamente deshabitado hasta el siglo XV.
Antes del descubrimiento del cementerio, aparecieron ocho lápidas funerarias, que son los mejores ejemplos de epigrafía hebrea en España (la mayoría de ellas se encuentran en un museo de Toledo). Los restos humanos encontrados apuntaban hacia el Este (como era costumbre entre estas gentes) y estaban enmarcados por gruesos cantos rodados. Llama la atención que dos de las inscripciones señalen que sus propietarios fueron asesinados (probablemente para ser robados), y que uno fuera el hijo del príncipe de la aljama.
Señalar que prácticamente sólo hay una obra publicada sobre el tema : “La judería de la Ciudad de León”, de Justiniano Rodríguez Fernández, publicado en la colección de Fuentes y Estudios de Historia Leonesa (1969). Todavía no se han publicado los resultados de las excavaciones del cementerio judío, aunque se espera que salga a la luz en breve la memoria de las excavaciones arqueológicas del castro en sí.