Hace unos momentos he recibido la alarmada llamada de un primo mío; estaba con un grupo de gente, y veían una luz muy brillante y extraña en el cielo. Algunos de los presentes, fijándose más, llegaron a afirmar que de vez en cuando salían de ella unas lucecinas verdes más pequeñas (fruto de la autosugestión, sin duda). Me pedía que saliera a la calle y lo viese, cosa que hice, aunque ya sabía de qué se trataba. En realidad era el rutilante Venus, el segundo planeta a partir del Sol, que en estos días, si mal no recuerdo, está alcanzando su máximo brillo. Podéis verlo no muy alto al comenzar la noche, con un hermoso brillo amarillento; con el transcurrir de las primera horas de la noche, continúa su peregrinaje siguiendo al Sol, y se pone más o menos por el mismo punto del horizonte que éste.
No es de extrañar esta confusión: cuando se han hecho investigaciones serias sobre OVNIs, en más de la mitad de los casos fue Venus el culpable de los "avistamientos". Es más, han sido numerosos los pilotos comerciales y de combate que han confundido al planeta con una supuesta nave tripulada por extraterrestres. Estos errores son mucho más frecuentes cuando Venus brilla al máximo. Y es que los urbanitas hemos perdido la costumbre de observar el cielo, por lo que desconocemos los ciclos astronómicos de los planetas, las estrellas, e incluso de la Luna.
Cuando veais Venus, pensad que, a pesar de llevar el nombre de la diosa del amor, es lo más parecido al infierno que existe en el Sistema Solar: nubes de ácido sulfúrico, atmósfera de dióxido de carbono, una presión 90 veces superior a la nuestra, una capa de nubes que nunca deja ver el Sol, una temperatura superior incluso a la de Mercurio (a pesar de que éste se encuentra más cerca del Sol), etc. Como curiosidad, os diré que hasta mediados del siglo XX se pensaba que la capa de nubes se debía a que la superficie venusiana era en realidad un vasto océano donde podían pulular distintas especies animales: podéis ver reflejada esta teoría en la magnífica novela "Lucky Star y los Océanos de Venus", del genial
Isaac Asimov . En realidad, en el siglo XIX y comienzos del XX se creía que había grandes selvas, e incluso civilizaciones de seres inteligentes. Por supuesto, las sondas enviadas por soviéticos y estadounidenses desmintieron estas idílicas visiones de nuestro vecino planetario más cercano.