Os quiero copiar el artículo de opinión aparecido en La Crónica de León-El Mundo firmado por Javier Callado. Creo que no hace falta ningún comentario adicional.
Se ha comentado en columnas anteriores que las Directrices Esenciales de Castilla y León (DE) son un documento estratégico en el que se definen las grandes líneas de gasto público para los próximos años. El anteproyecto se ha sometido a información pública en agosto para que pasase inadvertido a la mayoría de los ciudadanos y sortear así su debate. Cabe preguntarse por qué y son varias las posibles respuestas.
Existen muchas cuestiones polémicas que podríamos tratar sobre estas DE, pero no es el propósito de esta columna tocar todas. Sin embargo merecía la pena realizar unos comentarios sobre sus objetivos en transportes, lo que abarcó las dos columnas anteriores. Ahora, para terminar, volvemos la vista sobre los aspectos relativos a la identidad.
Como es conocido, esta Comunidad Autónoma se formó por la adición de dos regiones históricas: la Región Leonesa y Castilla la Vieja. Ambos territorios tienen sus orígenes en la Edad Media y nunca han permanecido unidos institucionalmente más allá de lo que lo hayan estado a su vez con Galicia, Asturias o Madrid. Este hecho sumado a una base gentilicia diversa fue forjando unas notables caracterizaciones culturales. En León en torno a dos territorios: uno al norte del Duero y otro al sur. Por su parte, Castilla se ha configurado como un espacio político, pero resultante de la adición de siete núcleos culturales que permanecieron diferenciados.
La Junta pretende eliminar esa riqueza cultural, tal y como se plasma en las DE. Acudamos a su texto para comprobarlo:
«Para incidir en los factores territoriales que fomentan la sociedad del conocimiento es necesario (...) priorizar las acciones que contribuyan a crear una imagen de marca regional colaborando a fortalecer la identidad territorial» (Título I, art. 4).
«Se fomentará una perspectiva integral de la riqueza natural de Castilla y León fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 1, art. 12).
«Se fomentará una perspectiva unitaria de la riqueza cultural de Castilla y León, fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 2, art. 17).
«La acción pública debe activar estrategias que fomenten la identidad regional recomponiendo su imaginario» (Título VI, art. 40).
Como se aprecia, la Junta pretende acometer la eliminación de la identidad cultural que a cada pueblo le es propia. En consecuencia, dado que su acción ha sido hasta ahora abiertamente castellanizante –desde una perspectiva vallisoletana–, de lo que se habla en las DE es de la eliminación de la cultura leonesa.
Estas prácticas, propias de los regímenes totalitarios, no pueden ser aceptadas con un criterio democrático. La cosmética de un acuerdo entre partidos no debería servir para que la Junta maquille una pretensión reprobable desde la ética más elemental.
Existen muchas cuestiones polémicas que podríamos tratar sobre estas DE, pero no es el propósito de esta columna tocar todas. Sin embargo merecía la pena realizar unos comentarios sobre sus objetivos en transportes, lo que abarcó las dos columnas anteriores. Ahora, para terminar, volvemos la vista sobre los aspectos relativos a la identidad.
Como es conocido, esta Comunidad Autónoma se formó por la adición de dos regiones históricas: la Región Leonesa y Castilla la Vieja. Ambos territorios tienen sus orígenes en la Edad Media y nunca han permanecido unidos institucionalmente más allá de lo que lo hayan estado a su vez con Galicia, Asturias o Madrid. Este hecho sumado a una base gentilicia diversa fue forjando unas notables caracterizaciones culturales. En León en torno a dos territorios: uno al norte del Duero y otro al sur. Por su parte, Castilla se ha configurado como un espacio político, pero resultante de la adición de siete núcleos culturales que permanecieron diferenciados.
La Junta pretende eliminar esa riqueza cultural, tal y como se plasma en las DE. Acudamos a su texto para comprobarlo:
«Para incidir en los factores territoriales que fomentan la sociedad del conocimiento es necesario (...) priorizar las acciones que contribuyan a crear una imagen de marca regional colaborando a fortalecer la identidad territorial» (Título I, art. 4).
«Se fomentará una perspectiva integral de la riqueza natural de Castilla y León fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 1, art. 12).
«Se fomentará una perspectiva unitaria de la riqueza cultural de Castilla y León, fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 2, art. 17).
«La acción pública debe activar estrategias que fomenten la identidad regional recomponiendo su imaginario» (Título VI, art. 40).
Como se aprecia, la Junta pretende acometer la eliminación de la identidad cultural que a cada pueblo le es propia. En consecuencia, dado que su acción ha sido hasta ahora abiertamente castellanizante –desde una perspectiva vallisoletana–, de lo que se habla en las DE es de la eliminación de la cultura leonesa.
Estas prácticas, propias de los regímenes totalitarios, no pueden ser aceptadas con un criterio democrático. La cosmética de un acuerdo entre partidos no debería servir para que la Junta maquille una pretensión reprobable desde la ética más elemental.