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LA HERMANDAD DE LOS REINOS DE LEÓN Y DE GALICIA DE 1295 (LAS HERMANDADES DEL REINO DE LEÓN III)

06 junio, 2013

Sancho IV (1284-1295), que tanto había fomentado la formación de hermandades concejiles para debilitar a su padre, las eliminó de un plumazo a finales de 1284, adoptando las tendencias uniformizadoras de Alfonso X. Pero esta situación no duró mucho: Sancho murió en 1295, dejando como sucesor a Fernando IV, su hijo de nueve años. Esta situación de debilidad de la monarquía provocó un resurgimiento de las Hermandades, que vuelven a ser fundadas por todos los territorios de la corona. 


Un primer síntoma lo tenemos en la hermandad creada el 17 de mayo entre los concejos de Salamanca, Alba de Tormes y Zamora, auténtica precursora de la galaico-leonesa de poco después, y que podría verse como un reducido reflejo de la de finales del s. XIII. 

Y es que en el mes de julio de 1295 se crearon dos hermandades de forma casi simultánea: el día 6 nació la “Hermandat de las villas de Castiella”, y el 12 la “Hermandat de los Regnos de Leon et de Gallisia”. La castellana, organizada en Burgos, movilizó a 45 concejos, incluyendo a Valladolid y Palencia. Hubo otra similar de Extremadura y Toledo el 3 de agosto del mismo año, aunque en este caso se trataba de la Extremadura castellana; los concejos firmantes acordaron encontrarse anualmente en Alcalá de Henares. Todas estas hermandades aparecen mencionadas y confirmadas por el rey niño en los cuadernos de las Cortes de Valladolid de ese mismo año

“las hermandades que fizieron los delas uillas de nuestros rregnos de Castiella e de Leon e de Gallizia e de Estremadura e del arçobispado de Toledo otorgamos las e confirmamos gelas asi commo fizieron”. 

Como curiosidad añadiré que en esas mismas Cortes se establece que el rey tenga dos notarios para custodiar los sellos y revisar los diplomas regios: 

“el uno que sea delas uillas delos rregnos de Castiella e el otro delas uillas delos rregnos de Leon”.

Todas las mencionadas hasta ahora son consideradas Hermandades Mayores, porque ese mismo año y en los siguientes hubo otras hermandades “menores”, como la del 4 de octubre de 1295 que unía a los concejos de Murcia, Cartagena, Lorca, Alicante, Muía, Guardamar, Molina Seca y Alhama, y cuyo texto es, tal y como señala César González Mínguez, prácticamente idéntico al que veremos de la Hermandad de León y Galicia: lo cual confirma una vez más la sospecha de que la parte dispositiva se iba copiando y adaptando de unas hermandades a otras

-Integrantes de la Hermandad.

Centrándonos en la Hermandad leonesa, ésta incluía 33 concejos de Galicia, Asturias, la Región Leonesa y la Extremadura Leonesa

Lista de concejos firmantes de la Carta de Hermandad de 1295. Archivo Histórico Municipal de León, nº 49.
En concreto, la conformaron los de León, Zamora, Salamanca, Oviedo, Astorga, Ciudad Rodrigo, Badajoz, Benavente, Mayorga, Mansilla de las Mulas, Avilés, Villalpando, Valencia de don Juan, Galisteo, Alba de Tormes, Rueda, Tineo, la Pola de Lena, Ribadavia, Colunga, Grado, Puebla de Cangas (¿Cangas de Narcea?), Vivero, Ribadesella, Velver (¿Belver de los Montes?), Pravia, Valderas, Castro Nuevo (¿Castronuevo de los Arcos?), Llanes, Bayona, Betanzos, Lugo, y la Puebla de Mabayón (?). Se echan en falta ciudades de realengo de importancia como A Coruña, Santiago, Pontevedra, Cáceres, etc., aunque es difícil dilucidar por qué no formaron parte de la Hermandad. La capital se estableció en la ciudad de León, cuyo concejo custodiaría la Carta y el Sello de la Hermandad, que una vez más representa por un lado a León con un león pasante, y a Galicia con la figura de Santiago matamoros. Por fortuna tanto la carta como el sello se conservan en el Archivo Histórico Municipal de León, con la signatura nº 49. 

Anverso del sello de la Hermandad, con el león pasante (AHM de León, nº49)

Reverso del sello de la Hermandad, con Santiago matamoros (AHM de León, nº49)
-Ordenanzas.

Las ordenanzas de la Hermandad de León y Galicia son prácticamente las mismas que las de Castilla, aunque Julio Puyol notó claras diferencias a nivel léxico, seguramente debidas a las diferentes lenguas habladas en los distintos reinos. Tampoco hay grandes diferencias con el contenido de las cartas de la anterior fase de las hermandades, ya que los problemas seguían siendo básicamente los mismos, por lo que podría considerarse como fuente de estos textos las desaparecidas ordenanzas de la primigenia Hermandad de los reinos de León y de Galicia. 

La carta de Hermandad de León y Galicia de 1295 conservada en el Archivo Histórico Municipal de León (nº49)

Se afirma que las razones para su constitución son “a honra y guarda del rey Don Fernando”, es decir, reconociendo la legitimidad del  rey niño frente a otros pretendientes (como el infante don Juan). Pero a continuación arremeten contra los desafueros y las violaciones de las libertades de los concejos cometidos hasta la fecha, sobre todo por Sancho IV, de quien se quejan que “aviendo mandado alos Conçeios de sos regnos que feziesen hermandat [la de 1282] que se mantouiesen en ello, e pasandonos contra ello, e despues demandando sisa e otros pechos que eran sien razon, e sien derecho, e contra nuestros fueros, e franquezas, e libertades, e husos, e costumbres, e Previllegios, e cartas”. 

También fijan y reconocen los tributos regios, las funciones y límites de los funcionarios reales, etc. Los concejos firmantes establecen los mecanismos para ofrecerse ayuda mutua en caso de abusos por parte de los poderosos, llegando a justificar la pena de muerte para el noble en ciertos supuestos, e incluso se amenaza también con la pena capital a los funcionarios regios que presenten cartas o diplomas reales con impuestos o con órdenes que supongan desafuero: 

“Otrosi se algun ome destos Conçeios, o otro qualquier troxier carta ho [sic] cartas de nuestro señor el rey, o delos otros Reys que seran despues del, que sean contra fuero para demandar pechos, o pedido, o enprestido, o diezmos, o pesquisas, o otras cosas qualesquier desaforadas, o de emprestidos, o delas cosas sobredichas, que el Conçeio do mostar las cartas que lo maten por ello, e todos los otros Conçeios que nos paremos a ello, asi como se todos fuesemos en matarlo”. 

En definitiva, los concejos de la corona leonesa proclaman su derecho a rebelarse contra el rey en algunos casos concretos. 

En cuanto a su organización interna, las ordenanzas de la Hermandad de los reinos de León y de Galicia establecen que cada concejo enviaría cada año dos personeros o representantes a la ciudad de León “ocho días despues de cinquesmas”, es decir, ocho días después de la Pascua del Espíritu Santo o, si se prefiere, 58 días después de la Pascua de Resurrección. Se deja abierta la puerta a la posibilidad de reunirse en otra ciudad o lugar si así se aprobara en la primera reunión en la capital leonesa. Se confiaba la custodia del sello y de la propia carta con las ordenanzas de la Hermandad al “conçeio dela cibdat de León”.

Se establecieron severas penas pecuniarias para los concejos que contravinieran las Ordenanzas, y se describe el sello de la Hermandad de dos tablas anteriormente mencionado. El documento concluye insistiendo en que la institución no pensaba quedarse de brazos cruzados si el rey Fernando “o los otros Reys que vernan despues del nos quesiesen pasar en algunas cosas contra nuestros fueros, et Privillegios, et cartas, o libertades, o franquesas, o buenos husos, o buenas costumres que oviemos en tiempo del Emperador, et delos otros Reis aquellos de que nos mas pagarmos”. 

-El “Ayuntamiento” o pseudo-cortes de Palencia de 1296.

Según parece, los concejos permanecieron fieles al rey Fernando IV durante todo el periodo de guerras civiles de su minoría de edad. A comienzos de 1296 el infante don Juan, que ya aspiraba a ser rey de León, convocó Cortes en Palencia, aunque no fueron reconocidas como tales al no asistir el rey ni su madre. En ellas pretendía conseguir el apoyo de los concejos de la Hermandad de Castilla para que reconocieran la división de la Corona entre él (que pretendía Galicia, León y Sevilla) y don Alfonso de la Cerda (al que le correspondería Castilla), aunque no lo logró.

Más tarde, en 1298 los “caballeros e los homes buenos personeros de la hermandad de las villas del Reyno de León” supuestamente mandaron como mensajero a Alfonso Michel, despensero de Fernando IV, con una misiva fechada en Valladolid destinada a don Dionís, el rey de Portugal, para que apoyara la causa del rey Fernando IV: “que tengades por bien de venir por vuestro cuerpo aiudar a nuestro señor El Rey”. Y añadían al final: “e porque desto seades cierto, imbiamosvos esta carta seellada con el seello colgado de la hermandad”. Ello no deja de causar sorpresa, pues el concejo de León había permitido aposentarse en la ciudad al infante don Juan desde dos años antes, y allí seguía, intitulándose rey de León, Galicia y Sevilla. De cualquier manera, el tiro les salió por la culata, porque el rey luso apoyó a don Juan en lugar de a Fernando.

Una vez acabada la guerra civil, las hermandades no vuelven a dar señales de actividad hasta la muerte de Fernando IV en 1312. Y, una vez más, la Hermandad de León será pionera en este nuevo resurgir.

LAS HERMANDADES DEL REINO DE LEÓN 1282-1284 (LAS HERMANDADES DEL REINO DE LEÓN II)

30 mayo, 2013

Las relaciones entre Alfonso X y sus hijos nunca fueron muy buenas. Por desavenencias sobre la sucesión al trono el infante Sancho terminó rebelándose en 1282. Es de imaginar que en el surgimiento de todas estas hermandades tuvo mucho que ver el viaje que encargó don Sancho en 1282 a su hermano don Juan por “todas las cibdades é villas del reino de Leon” para que abandonasen a Alfonso X y se pasaran al bando de los infantes. Ese mismo año, y por iniciativa suya, se crearon las primeras Hermandades para que los concejos apoyaran su causa. Tuvo tanto éxito que a su padre Alfonso sólo le fueron fieles Murcia y Sevilla.

-Hermandades religiosas y la primera Hermandad de concejos.

El 2 de mayo de 1282 aparece la primera hermandad, con carácter claramente religioso, compuesta por 39 monasterios de los reinos de Castilla y de León. Su carta constitutiva es extremadamente breve y simple, porque no se ha conservado completa.

Curiosamente se emitió una carta de hermandad al día siguiente (3 de mayo) que tuvo como protagonistas sólo a obispos y abades de los reinos de León y de Galicia (o Corona Leonesa). El documento comienza de esta manera:

“Ad honorem Dei ac gloriose virginis matris sue, et communem utilitatem et bonum statum ecclesiarum, et monasterium, et ecclesiasticarum ac saecularium personarum, et regnorum Legionis et Galleçiae”.

Por desgracia, cuando se publicó la transcripción de ese documento a mediados del s. XIX casi con seguridad se leyó erróneamente “regnorum Legionis et Castellae”, lo que podría llevar a pensar equivocadamente que esta Hermandad abarcó toda la Corona de Castilla. Pero si seguimos leyendo el documento, comprobaremos que prácticamente todos los monasterios e iglesias que se citan a continuación (con la única excepción de Sahagún, que yo sepa) pertenecen a los reinos de León y Galicia (Asturias incluida), es decir, a la Corona de León. En total los firmantes son seis obispos, 24 monasterios, y el representante de la Orden del Santo Sepulcro. La hermandad se reunió en Valladolid, pero escogió a Benavente (“Venaventum”) como lugar de reunión en lo sucesivo. Ése es un dato interesante, porque esta ciudad también sera elegida como capital de futuras hermandades.

Lo verdaderamente relevante de esta segunda hermandad religiosa es que en el documento se afirma que estos obispos y abades enviarían procuradores a las reuniones de la ya existente “germanitas regnorum Legionis et Galleçie” (Hermandad de los reinos de León y de Galicia), cuya existencia sólo conocemos por este testimonio pero que, en todo caso, es la primera hermandad de concejos (y de cualquier otro tipo) de la historia de Hispania. 

El 27 de mayo, a imitación de la leonesa, se creó en Burgos la Hermandad de los concejos de Castilla, de la que formaban parte más de 60 concejos. Hay muchas más información sobre esta y otras hermandades castellanas en este magnífico artículo del blog castellano Area Patriniani.

-La Hermandad o coalición de hermandades de Castilla, León y Galicia

Se intentó juntar a la hermandad leonesa y a la castellana en una Hermandad General de la Corona de Castilla el 8 de julio de 1282. Se conservan dos documentos de esa Hermandad emitidos en la misma fecha (8 de julio):

-El primero, publicado por César González Mínguez, se conserva en el Archivo Municipal de Nájera y fue redactado por la Hermandad de León y Galicia, reconociendo que cooperarían con la de Castilla.

“Nos los infantes e los prellados e los ricos ommes e los conçeios e las ordenes e las caualleria del regno de León e de Galiçia, veyendo que eramos desaforados e maltrechos (…) façemos hermandat e estableçemos para siempre iamas nos todos los dellos regnos sobre dichos en los conceios del regno de Castiella e con los infantes e con los ricos ommes e con los fijosdalgo e con los prelados e con los caualleros e con las ordenes e con todos los otros que hy son o y quisieren seer.”

En realidad parece más una propuesta de colaboración que una federación con la hermandad castellana, ya que muchas de las disposiciones están destinadas únicamente a los reinos de León y de Galicia, como estas dos:

“que ningún infante nin rico omme non sea merino nin adelantado en el reyno de León e de Galíçia nin infanzón nin cauallero que aya gran omiçilio sabudo con caualleros e con otros ommes de la tierra que non sea de fuera del reyno”

“Otrosí que todos aquellos que quisieren apeldar del juyçio del rey o de don Sancho o de los otros reyes que fueren después dellos que puedan apeldar e que ayan el alçada para el Libro Judgo en León asi como lo solian auer en tienpo de los reys que fueron ante deste.”

Esta última reconoce el derecho a apelar incluso al juicio del rey utilizando el Fuero Juzgo (o Libro de León), lo que contrasta con otros reinos europeos, donde la justicia del monarca era la instancia superior e inapelable. De hecho, las ordenanzas parecen estar copiadas directamente de las de la hermandad de los reinos de León y de Galicia, ya que incluso al final se dice literalmente lo siguiente:

“E para guardar e cunplir todos los fechos desta hermandat filiemos un seyelo de dos tablas que son de tal señal: en la una tabla una figura de león e en la otra una figura de Santiago en su cauallo e una espada en la mano derecha e en la mano ezquierda vna senna e una cruz encima e por las sennales ueneras e las letras del seyello dicen asi: seyelo de la hermandat de los de los [sic] regnos de León e de Galicia, para seelar las cartas que ouieremos mester para fecho desta hermandat”.

Es decir, el “copia-pega” fue tan literal que incluso insertan una frase diciendo que lo que se está constituyendo es la “hermandat de los regnos de León e de Galicia”, si bien a continuación se añade:

“E nos toda la hermandat de León e de Galicia facemos pleyto omenaie a toda la hermandat del regno de Castiella de uos ayudar bien e lealmente e guardar e mantener todas estas cosas sobredichas e cada unas délas”.

En principio no se establece ni se menciona una sede para esta hermandad.

-El otro documento emitido el mismo día por esta especie de embrión de hermandad general de la corona de Castilla se guardaba en Sahagún, y fue publicado por Romualdo Escalona en “La Historia del Real Monasterio de Sahagún” (1782). Según este último, en la hermandad se reunieron

“los Infantes, et los Prelados, et los Ricos Hommes et los Conceios, et las ordenes, et la caballeria del Reyno de Castilla, et de Leon, et de Gallicia”.

Leyendo las ordenanzas da la impresión de ser el caso contrario al anterior documento, y que se estaban copiando directamente las de la Hermandad de Castilla, ya que siempre es este territorio el mencionado en primer lugar, y no hay ninguna referencia al Fuero Juzgo ni a ninguna particularidad leonesa. Se establecía Burgos como sede, lo que refuerza esta impresión.

En estas ordenanzas sanfacundinas los concejos comienzan quejándose de los desafueros cometidos por Alfonso X, y reconocen la protección del infante don Sancho. Exigen el respeto a sus fueros y llaman a la acción colectiva: “que seamos todos unos á defendernos, et ampararnos”. Acordaron reunirse anualmente “el primer dia de la Trinidat en Burgos”. La Carta de Hermandad llevaba dos sellos: en el de Castilla figuraba por una cara un castillo coronado por una cruz, y por la otra un castillo con una cabeza humana en lo alto. El otro sello era el de la Corona de León, con un león en un lado y por el otro la figura de Santiago matamoros a caballo. A pesar de la anterior referencia a Burgos como sede, para escuchar las querellas acuerdan reunirse el primer día de julio de cada año “do la Hermandat acordaren, et tovieran por bien” (nótese el plural).

En cualquier caso, el tenor y contenido general de ambos documentos de la Hermandad de Castilla, León y Galicia es muy semejante, y seguramente copian la estructura y contenido de hermandades anteriores, previsiblemente siendo la fuente la primigenia hermandad leonesa de 1282. Asimismo, sus disposiciones fueron copiadas y adaptadas en cartas de hermandades posteriores.

-La reunión de la Hermandad de León y Galicia en Toro (1283)

Esta última Hermandad de Castilla, León y Galicia (o de la Corona de Castilla, si se prefiere) no debió resultar muy operativa, o en todo caso debió de funcionar como un compromiso puntual, porque un año después, en julio de 1283, se reunió de nuevo la Hermandad de los reinos de León y de Galicia, teniendo Toro como lugar de reunión. No se puede descartar que fuera una Hermandad nueva, pero parece más lógico pensar que se tratara de una nueva reunión de la Hermandad de León y Galicia primigenia. No sabemos el papel que jugó en ella don Juan, que por aquel entonces ya se había reconciliado con su padre Alfonso X, y había abandonado el partido de su hermano Sancho. En cualquier caso, la Hermandad ordena en ese encuentro “á los concejos de Monfort é de Puerto marin é de Sarria é de Lugo é de Orense, é á todos los otros de Galicia” que defiendan al monasterio de San Vicente de Monforte de los ataques y saqueos de “caballeros é escuderos é dueñas, é otros homes”. Es decir, la Hermandad se presenta como defensora del orden público frente a los desmanes de los nobles y sus seguidores, dada la nula capacidad de respuesta de la monarquía en esos momentos históricos.

-La reunión de las Hermandades en Medina del Campo (1284)

En abril de 1284 murió Alfonso X y entró a reinar su hijo Sancho IV, como se ha dicho. En septiembre hubo una reunión en Medina del Campo de las hermandades de los reinos de Castilla, León, Toledo, Galicia, Extremadura y Andalucía. En ella acuerdan por un lado aceptar a Sancho como rey legítimo si éste acepta a su vez defender los fueros y libertades de cada reino, y por otro establecen coordinarse con las Cortes.

LAS HERMANDADES DEL REINO DE LEÓN (I): INTRODUCCIÓN

29 mayo, 2013

-Definición.

Las hermandades de las que vamos a hablar no tienen nada que ver con las cofradías religiosas. Nosotros vamos a referirnos a las que el historiador Luis Suárez Fernández llamó “hermandades municipales”, aunque creemos más correcta la denominación “hermandades concejiles”, que son las federaciones que crearon los concejos a partir de finales del siglo XIII para la defensa de sus intereses.  Por ir aclarando conceptos, diremos que un concejo es la asamblea de vecinos de una población cuya finalidad es ordenar la vida y el gobierno de esa comunidad. La palabra al fin y al cabo es prácticamente sinónima de “concilio”, ya que proviene del latín “concilium”. Los concejos, aunque probablemente existían en nuestras tierras desde tiempos de ástures y cántabros, se impusieron como forma de organización durante la Edad Media, y podría decirse que las actuales juntas vecinales son sus descendientes directas. 

-Otras definiciones y puntos de vista.

El historiador Julio Puyol declaró en 1913 que las hermandades habían aparecido como una forma de “lucha sin tregua con los antiguos principios aristocráticos”, y llegó al extremo de afirmar que habían sido unos “organismos precursores del sistema representativo” que existieron con independencia de las Cortes y que tuvieron que ejercer las funciones legislativa, ejecutiva y judicial como si fueran verdaderos estados.

Por su parte, el ya mencionado Luis Suárez definió a las hermandades en 1951 como las instituciones medievales que se creaban para la defensa de las ciudades y villas cuando se producía una incapacidad de la monarquía para atender a su protección, es decir, cuando se daba una etapa de debilidad de la monarquía. Niega el carácter anti-nobiliario que les asignaba Puyol, alegando que, a diferencia del resto de Europa, “la nobleza es, en España, mucho más suave, más familiar”. Usa como argumento la Hermandad del Reino de León de 1313, desconocida por la historiografía en tiempos de Puyol, y que como veremos se caracterizó por ser una alianza entre concejos y la facción nobiliaria del infante don Juan (sí, el mismo que se había intitulado rey de León desde 1296 a 1300). 

-Las hermandades de concejos como defensa de la diversidad. 

Más recientemente, en 1990, José María Mínguez matizó algunas de las teorías tanto de Suárez como de Puyol. De este último criticó su visión monolítica que presentaba a las ciudades y los reyes como aliados naturales frente a la nobleza, pero fue mucho más mordaz con la complaciente (y en mi opinión, insostenible) defensa de la aristocracia de Luis Suárez. 

Mínguez no se limitó a la crítica, sino que realizó una gran y enriquecedora aportación al señalar que el principal objetivo de las Hermandades fue defender los fueros, usos y costumbres de los concejos frente a la creciente corriente unificadora de los sistemas político y jurídico que se inició ya en época de Alfonso X (1252-1284). Y es que al llamado “Rey Sabio” le disgustaba la diversidad omnipresente en los reinos que había heredado de su padre Fernando III. Por poner sólo un ejemplo, en la Corona de León (reinos de Galicia, Asturias y León, y territorio de Extremadura) se seguía usando como corpus legislativo básico el Fuero Juzgo (también conocido como “Libro de León” en esta época), mientras que en Castilla parece que predominaba el derecho de costumbre. Alfonso trató de intervenir en la administración concejil, cayendo incluso en los “desafueros”, es decir, violando el contenido de los fueros municipales. Quiso imponer “El Espéculo”, su propio corpus, pero en 1265 se vio obligado a dar marcha atrás. Más tarde lo intentó de nuevo con “El Fuero Real”, pero fracasó una vez más. Estos intentos tuvieron su precio político, porque los concejos se pasaron en masa al bando enemigo cuando el infante Sancho se levantó en contra de su padre.


Los concejos y el propio reino de León se organizaron en hermandades, y con ello lograron mantener durante un tiempo más sus peculiaridades jurídicas (Libro de León, fueros, etc.), pero finalmente tuvieron que claudicar ante las presiones de Alfonso XI (1312-1350). Y es que este monarca impuso el Ordenamiento de Alcalá en 1348, lo que supuso la unificación legislativa de la Corona. También difundió el sistema de Regimiento, que fue el embrión de los actuales ayuntamientos, y no tuvo reparos a la hora de disolver las Hermandades en 1325.

Mínguez concuerda con Puyol en que otro objetivo de estas Hermandades era hacer frente a los atropellos de la nobleza en épocas de caos político, aunque habría que señalar como excepción a la de 1313, que como veremos supuso la coordinación de los concejos del reino de León con una facción nobiliaria. 

EL CAMINO DE SANTIAGO Y LA MONARQUÍA LEONESA (Y VI)

28 enero, 2012

·Urraca I (1109-1126) 

Al ser la única descendiente legítima de Alfonso VI, Urraca I (1109-1126) sucedió a su padre en el trono. Había enviudado de Raimundo de Borgoña en el año 1107, y fue casada contra su voluntad con Alfonso I de Aragón (“el Batallador”), probablemente cuando su padre todavía vivía. El matrimonio, que pudo haber significado la unión de las coronas de León y Aragón, no funcionó, y las peleas maritales desembocaron en guerras entre ambos reinos. 

El reinado de Urraca fue una época de inestabilidad y caos, y un ejemplo lo constituyó la rebelión popular que se produjo en Santiago en la primavera de 1117 para intentar deponer a Gelmírez como obispo: los sublevados llegaron a retener y maltratar a la reina, arrojándola semidesnuda a un lodazal. 

La iglesia de Santiago seguía siendo la más rica del reino, y llegó a conceder 100 onzas de oro y 200 marcos de plata a Urraca para ayudarle en las guerras contra su exmarido Alfonso. Otra muestra de esta riqueza fue el envío por parte de Gelmírez de una generosa cantidad de oro y plata al papa Calixto II para que convirtiera en arzobispado a Compostela, lo que finalmente se consiguió en el año 1120. El arzobispado compostelano ejerció su autoridad sobre las principales diócesis del reino de León, con las excepciones de León y Oviedo, que fueron declaradas exentas y dependieron directamente de Roma.

Mapa de las diócesis de España del s. XIII al XVI. El arzobispado de Santiago coincidía con la Corona Leonesa en extensión, si bien las diócesis de León y Oviedo eran exentas.
Urraca murió en el año 1126, y fue sucedida por Alfonso VII, el hijo varón que había tenido en 1105 con Raimundo de Borgoña. 


·Alfonso VII (1126-1157) 

Calixto II por Francis de Blas
Alfonso Raimúndez fue un rey muy vinculado a Galicia desde su nacimiento, ya que sus padres habían recibido el gobierno de los territorios gallegos durante el reinado de Alfonso VI. Cuando Urraca fue ungida reina junto a su nuevo marido Alfonso I de Aragón, los nobles que se oponían a esta unión coronaron rey al niño Alfonso en 1111 en la catedral de Santiago, aunque no será reconocido como tal hasta la muerte de su madre en 1126. 

Precisamente en ese mismo año de 1126 su tío el papa Calixto II proclama el primer Año Santo Jacobeo, que consistía en conceder una indulgencia plenaria cuando se peregrinase a Santiago el año en que el 25 de julio (festividad del Apóstol) cayera en domingo. 

Alfonso VII solicitó dinero a la catedral de Compostela en varias ocasiones, ya que lo necesitaba para sufragar sus continuas campañas militares. Por otra parte, se preocupó en mantener el Camino en el mejor estado posible, y de ello se hizo eco hasta el Codex Calixtinus, que nos dice que 

“Alfonso, emperador de Hispania y de Galicia, y Calixto, Papa, repararon, por piadoso amor de Dios y del Apóstol, el camino de Santiago desde Rabanal hasta Puertomarín."

En 1135 Alfonso VII fue coronado Emperador en la catedral románica de León, ya que los demás reyes cristianos de la Península y los condes del sur de Francia se declararon vasallos suyos. 

Por el Camino de Santiago (o "Francigeno itinere" ) fueron llegando juglares y trovadores a la corte leonesa. Solían proceder del Perigord y otros lugares de la Occitania francesa, por lo que utilizaban la lengua provenzal u occitana. El trovador Marcabrú, que desarrolló su actividad entre 1130 y 1149, y que comenzó como juglar con el nombre de Penperdut, dice de lo siguiente del emperador leonés: 

“Sé, allá hacia León, de otro [Alfonso] de buen linaje, libre en su juicio, cortés, y generosamente liberal”. 

Este mismo trovador volvió a dedicar un fragmento de su obra al por entonces joven emperador leonés, cuya fama iba en aumento por toda Europa: 

“Emperador, por mi propio impulso no he tardado en venir aquí, pues sé que vuestra dignidad se acrecienta, porque el gozo os nutre y el mérito os aumenta, y la juventud, que hace crecer vuestro valor, os mantiene alegre y lozano.”

El trovador gascón Alegret en uno de sus poemas introdujo grandes elogios hacia Alfonso VII: 

“(...)Entre mil no veo uno solo sin algún defecto, excepto el señor a quien pertenece Occidente. Él no tiene el corazón flaco ni seco, como tienen cien soberanos que hay en el mundo, pues en él se apoya y se reúne la gallardía; por lo menos su mérito extiende las alas sobre todos los valientes, y a todos oigo decir que es el mejor de los famosos reyes”. 

En 1157 murió Alfonso VII, triste y amargado por las derrotas sufridas ante los invasores almohades en los últimos años de su reinado. Peire d’Alvernhe (o Alvernha), trovador auverno, realizó estos versos lamentándose de la muerte del Emperador leonés: 

“Me duele por el emperador, que a tantas gentes hace falta; [pero] hay alguno de los que lloran [su muerte] que se alegran de ella”. 

A su muerte el reino-imperio leonés quedó dividido entre sus hijos varones: el reino de Castilla fue para Sancho, el primogénito, y León para Fernando II. 

·Fernando II (1157-1188) 

Los dos últimos reyes privativos de León, Fernando II y Alfonso IX, mostraron una especial devoción y predilección por Santiago, y ambos pidieron ser enterrados en su catedral. 

En el año 1170 un grupo de trece caballeros creó una orden militar para luchar contra los musulmanes. Al principio se llamó "Congregación de los Fratres de Cáceres y Caballeros de la Espada" porque les fue encomendada la defensa de esa ciudad extremeña. Sin embargo, tuvieron que abandonar Cáceres ante el empuje almohade, y acabaron adoptando el nombre de “Fratres de Santiago” al unirse a los canónigos y hospitaleros agustinos que se ocupaban de los albergues y hospitales del Camino de Santiago. El 12 de enero de 1171 gracias al arzobispo de Santiago la congregación se convirtió en orden religiosa, pasando a llamarse “Orden de Santiago”. Curiosamente, entre sus tareas nunca estuvo la de defender a los peregrinos, sino que desde el principio se dedicaron a la lucha en la frontera con al-Ándalus. 

Otra orden religiosa y militar muy importante durante el reinado de Fernando II fueron los templarios, a quienes el rey concedió toda una serie de fortalezas y plazas fuertes en el límite sur del reino. En 1178 les dio la Encomienda de Ponferrada, que comprendía el castillo de esa ciudad berciana y el de Cornatel, para que protegieran a los peregrinos. 

Los templarios recibieron grandes beneficios de Fernando II
En el año 1179 el papa Alejandro III ratificó la concesión del Año Santo Jacobeo, lo que animó a que el número de peregrinos fuera en aumento. 

Cuando Fernando II murió en 1188 fue enterrado en San Isidoro de León en primer lugar, pero Alfonso IX, su hijo y sucesor, cumplió su última voluntad y trasladó el cadáver a la catedral de Santiago. 


·Alfonso IX (1188-1230) 

Alfonso también demostró muy buena disposición hacia todo lo relacionado con el Camino de Santiago. A su corte siguieron llegando trovadores occitanos como Guilhem (o Guillem) Magret, juglar y trovador de Vienne (Provenza) que desarrolló su arte entre 1195 y 1210 aproximadamente. Una de sus principales obras fue “Aigua pueia contramon”, escrita a finales del siglo XII, y en la que realiza un bello canto al reino de León y a su rey Alfonso: 

“En España hay un puente por donde se pasa a menudo, hecho con tal encanto que, si le habláis, responde amablemente; hay en él cinco pilares, señores, con sitio para más de mil caballos, tan hermoso es y de llano camino; y en el más alto de los pilares está el rey don Alfonso, rico de ánimo y tan poderoso que en todo realiza sus deseos. Y en León encontré la fuente de donde manan variados vestidos y oro mezclado con plata, y en verano, cuando se funde la nieve, hace un fresco agradable, y hacia Navidad, calor, y si un villano bebiera [en aquella fuente], se volverá cortés y de buenos modales, y los tristes y apesadumbrados se vuelven allí alegres y gozosos, y los pobres que van allí, poderosos”. 

Sabemos que Elías Cairel, el famosísimo trovador nacido en Sarlat (Perigord) que ejerció su arte a comienzos del siglo XIII, visitó la corte de Alfonso IX entre los años 1210 y 1211. Ésta debió de causarle una magnífica impresión, que reflejó en la composición titulada “Abril ni mai non aten de far vers”: 

“Me he vuelto hacia el famoso rey de León, porque le agradan alegría, canto y cortesía, y nunca puso obstáculo al valor”. 

El mismo Cairel, en otra obra suya titulada “Si cum cel qe sos compaignos”, vuelve a retratar muy favorablemente al rey leonés: 

"Amo sin engaño al famoso y buen rey de León, pues tiene la costumbre de la fuente, en la que no he visto a nadie engañado”. 

En cuanto a Santiago de Compostela, en el año 1188 el Maestro Mateo firma el maravilloso Pórtico de la Gloria, acceso a la catedral de Santiago. Precisamente la catedral se consideró concluida en el Año 1211, cuando fue consagrada por el arzobispo Pedro Muñiz, "el Nigromante". 

Los peregrinos famosos siguieron llegando, y en torno al año 1213 tuvo lugar la peregrinación de San Francisco de Asís.

Alfonso IX falleció en 1230, y fue enterrado en la Catedral compostelana. Con él moría el último rey privativo de León, y la corona y el reino se vieron integrados en la Corona de Castilla, sin que ello supusiera su desaparición (por mucho que les pese a algunos). 

EL CAMINO DE SANTIAGO Y LA MONARQUÍA LEONESA (V)

02 diciembre, 2011

·Diego Gelmírez y el arzobispado.

Diego Gelmírez, por Francis de Blas.
A caballo entre los reinados de Alfonso VI (1065-1109) y Urraca I (1109-1126) hubo un personaje de capital importancia para Santiago de Compostela y por ende para el Camino: el obispo Diego Gelmírez (1059?-1139), que se hizo cargo de la diócesis jacobea en el año 1100, y que consiguió, entre otras cosas, que su sede fuera convertida en arzobispado en el año 1120. 

Por encargo suyo se escribió la Historia Compostelana, una crónica interesantísima sobre su labor como obispo y arzobispo que también aporta muchísima información de primera mano sobre lo que acontecía en el reino leonés en esa época. Está escrita en ocasiones casi como una novela, y aunque el libro está dedicado a cantar alabanzas a Gelmírez queda bastante claro que el obispo tenía pocos escrúpulos morales. Aventurero y maestro del disfraz, no dudaba en disfrazarse para escapar de motines y batallas: en una ocasión se disfrazó de soldado, en otra de lombardo, en otra de frailecillo... y siempre consiguió salir indemne de las numerosas ocasiones en que su vida estuvo en peligro. 

Un clarificador y curioso ejemplo de su falta de ética lo constituye el episodio del robo de las reliquias en Portugal. En un viaje a Braga en el año 1102 visitó varias iglesias, y dice la Historia Compostelana que

“cuando contemplaba los cuerpos de muchos santos que, semienterrados en ellas, carecían del honor debido, lloraba con piadoso sentimiento (…) y pensaba con ansia de qué manera podía sacar aquellas preciosas perlas de lugares tan inconvenientes y llevarlas a la ciudad de Compostela”

Braga fue escenario de los latrocinios 

de Gelmírez.
Así que, ni corto ni perezoso, se puso de acuerdo con los miembros de su séquito y planeó cuidadosamente el robo de toda una serie de reliquias. Y no hay que pensar que hurtó cosas pequeñas, como un dedo de un santo, o una astilla del Lignum Crucis: lo que se llevó “con piadoso latrocinio” (sic.) fueron nada menos que los cuerpos completos de San Cucufate, San Silvestre y Santa Susana, y las cenizas de San Fructuoso. La Historia Compostelana nos cuenta con todo lujo de detalles el elaborado plan que siguió Gelmírez para robar las reliquias y sacarlas de la zona de Braga para llevarlas a Santiago. Con ellas pretendía aumentar el atractivo “turístico” de Compostela, ya que durante toda la Edad Media la veneración de reliquias estuvo de moda, y no ha de extrañarnos que a su alrededor floreciera un curioso y macabro comercio con robos y falsificaciones incluidos.

Relicario de la cabeza
de Santiago  ¿el Menor?
Otro caso relacionado con Santiago y el robo de reliquias, y que también viene reflejado en la Historia Compostelana, se dio cuando Mauricio, obispo de Coímbra y muy afecto a Santiago, peregrinó hasta Jerusalén entre 1104 y 1108. Allí, de forma inesperada se encontró con una ermita o pequeña iglesia donde se veneraba la cabeza del apóstol Santiago. Mauricio se alarmó, pues se creía que en Compostela estaba el cuerpo completo del Apóstol: en cualquier caso, pensó que la cabeza estaría mucho mejor con él que en una iglesia en ruinas, así que, como buen alumno de Gelmírez que era, elaboró un plan, cogió el azadón, burló la vigilancia, excavó debajo del altar, y robó la reliquia al más puro estilo Indiana Jones. Después volvió a Hispania y la dejó en una iglesia de Carrión. La reina Urraca I se la llevó a San Isidoro de León, pero en el año 1116 se la regaló a Gelmírez, quien la recibió en Compostela con una solemne procesión entre el alborozo de la población: así ya estaba completo el cadáver del Apóstol Santiago. La cosa es que tiempo después se dieron cuenta de que el hecho de que la cabeza y el cuerpo estuvieran hasta entonces en sitios distintos no cuadraba con la historia de la traslación, así que al final se decidió que la cabeza no había sido la de Santiago el Mayor, sino la de Santiago el Menor. Y así, todos contentos. 

Otro de sus grandes logros fue la consagración de la imponente catedral románica, que había sido comenzada en 1075 por el obispo Diego Peláez, y que fue finalizada en 1122 según el Códex Calixtinus, es decir, tan sólo dos años después de conseguir el título de arzobispado, aunque lo más probable es que sólo estuviera completa la cabecera y el crucero. En su construcción participaron prisioneros musulmanes capturados con las galeras que mandó fletar Gelmírez, que siempre había tenido claro que había que devolver a al-Ándalus las incursiones piráticas con que asolaban las costas gallegas.

EL CAMINO DE SANTIAGO Y LA MONARQUÍA LEONESA (IV)

30 noviembre, 2011

·Alfonso VI (1065-1109), el gran promotor del Camino. 

Poco antes de morir Fernando I, en el año 1065, tenemos noticias de una peregrinación masiva de gentes procedentes de Lieja (actual Bélgica), encabezados por el monje Roberto. Esta llegada de un gran grupo desde un lugar tan lejano constituye una prueba de que el Camino ya estaba cobrando fama más allá de los Pirineos. 
Situación aproximada a la muerte de Fernando I.
Fernando I dejó una herencia complicada, ya que dividió el reino de León entre sus hijos: a Sancho le dio Castilla, a Alfonso (el favorito) León, y a García Galicia. No hubo problemas mientras vivió Sancha, pero al morir ésta en el año 1067 comenzaron las tensiones entre los hermanos, sobre todo por parte de Sancho, que ambicionaba hacerse con toda la herencia paterna. Para dominar Galicia se cuenta que ideó un engaño: en el año 1071 fingió hacer una peregrinación a Santiago en compañía de varios caballeros, y cuando su hermano García salió a su encuentro para darle la bienvenida, ordenó a sus hombres que lo apresaran. Posteriormente se enfrentó a Alfonso, y tras varias maniobras nada limpias lo venció y le obligó a exiliarse en el reino moro de Toledo. Finalmente, tras coronarse en León como Sancho II, murió ese mismo año de 1072 mientras cercaba la ciudad de Zamora, que se mantenía fiel a Alfonso. Éste regresó desde Toledo y se hizo con todo el territorio que habían controlado sus padres. 

Alfonso VI 
Es revelador que el primer documento que se conserva de Alfonso VI tras su vuelta del exilio toledano tenga que ver, precisamente, con el Camino de Santiago, ya que consiste en la anulación de un portazgo que se cobraba a los peregrinos en el puerto de Valcarce, al pasar de la comarca leonesa del Bierzo al reino de Galicia. Alfonso afirma en el documento que lo elimina por la prosperidad no sólo de Hispania, sino también de Italia, Francia y Alemania, es decir, que ya estaban llegando grandes cantidades de peregrinos de esas naciones. 

El rey leonés seguirá manifestando esa preocupación por el Camino a lo largo de todo su reinado, construyendo y reparando puentes, hospitales, calzadas,... y concediendo ventajosos fueros a las poblaciones que se encontraban a su vereda. 

Según la leyenda, el contenido del Arca Santa procedía
 de 
Palestina. Alfonso VI la recubrió de plata repujada.
Seguramente también estaba en la mente de Alfonso la idea de aumentar las peregrinaciones cuando el 14 de marzo de 1075, en presencia de 6 obispos abrió solemnemente el Arca Santa de Oviedo: se produce el reconocimiento oficial de unas importantes reliquias que se mantenían “desde muy antiguo” en la iglesia de San Salvador en el interior de un arca que había llegado a Asturias desde Toledo en tiempos de la invasión musulmana del 711. La apertura del arca, y la enorme cantidad de reliquias que contenía (de Jesucristo, de la Virgen, de profetas, etc. etc.), consiguieron que muchos peregrinos comenzaran a desviarse del Camino Francés en León y se dirigieran a Oviedo para venerarlas, y luego continuaran hacia Santiago desde Asturias, naciendo así el llamado “Camino de San Salvador” o "Camino de Santiago Real".

El Camino de San Salvador.
Ante la llegada de peregrinos de todas las partes de Europa, se hizo evidente la necesidad de un templo más grande: en el año 1075 el obispo Diego Peláez y el rey Afonso VI acometieron la construcción de la catedral románica sobre la tumba del Apóstol, que no sería parcialmente concluida hasta 1122 (según el Codex Calixtinus). Un ejemplo del cosmopolitismo que estaba alcanzando Compostela lo tenemos en torno al año 1094, con la noticia del primer peregrino inglés conocido, Ansgot de Burwell. 

Sto. Domingo de la Calzada
Cuando Alfonso VI obtuvo la zona de la actual Rioja en el año 1076, una de las primeras cosas que hizo fue visitar a Domingo García, un eremita que se estaba haciendo famoso por su entusiasmo en mejorar las infraestructuras del Camino de Santiago, y que andando el tiempo sería conocido como Santo Domingo de la Calzada. El rey le concedió generosas donaciones y apoyó firmemente su labor constructiva, encomendándole muchas obras a lo largo de su vida. 

Sabemos que Alfonso peregrinó a Compostela varias veces en su vida, por ejemplo entre mayo y junio de 1088. Mostró una especial predilección por Sahagún, una villa en pleno Camino Francés a la que potenció con un fuero y la cesión a Cluny del monasterio dedicado a los santos Facundo y Primitivo. Allí pasó largas temporadas, convirtiéndolo prácticamente en una capital de invierno, y allí pidió ser enterrado.

Por el Camino circularon ideas de todo tipo. Un ejemplo fue el nuevo arte románico, firmemente impulsado por Cluny, y que recibió influencias de ambos lados de los Pirineos. Pero también circularon las innovaciones religiosas: como ya hemos dicho, a diferencia del resto de Europa occidental la Península contaba con el llamado rito hispánico, es decir, tenía su propia forma de celebrar las misas y otras manifestaciones religiosas. Esto disgustaba mucho en Roma, ya que podía propiciar un cisma, por lo que el papa Gregorio VII obligó a Alfonso VI a cambiarlo por el rito romano. Desde la actual Francia y siguiendo el Camino de Santiago llegó toda una legión de monjes y religiosos que se convirtieron en los obispos, abades, canónigos y demás altos cargos eclesiásticos que se encargaron de llevar a cabo esta reforma religiosa. Y es que en época de Alfonso VI llegó por el Camino una auténtica invasión de religiosos, soldados y nobles de distintas regiones de Francia: entre ellos se encontraban los primos Raimundo y Enrique de Borgoña, que vinieron a ayudar en las luchas contra los invasores almorávides y fueron casados con Urraca y Teresa, hijas del rey leonés. 

Unido al cambio de rito llegó el cambio en la forma de escribir: hasta el siglo XI en el reino de León se usaba la escritura visigótica, pero a partir de entonces se fue introduciendo la que era propia de tierras francesas, llamada letra carolina. Ésta comenzó a entrar en el reino leonés en el siglo XI por el oriente, es decir, por Castilla, y su implantación contó con la ayuda de diversos factores, como la influencia que tuvieron en la corte leonesa las mujeres de origen francés de Alfonso, así como los monjes y soldados provenientes de más allá de los Pirineos. El Camino de Santiago también jugó su papel en la difusión de la nueva letra, ya que a lo largo de él fueron surgiendo poblaciones de francos que preferirían su propia letra a la visigótica nativa. Y por último hay que tener en cuenta el factor religioso: la letra visigótica se identificaba con el rito hispánico, por lo que Alfonso se esforzó por implantar la carolina, viéndose ayudado en esta tarea por sus aliados cluniacenses. En el año 1090 convocó un concilio en León en el que, entre otras cosas, decretó el uso exclusivo de la letra carolina en los libros litúrgicos. A principios del siglo XII ya había conseguido imponerse en todo el reino, salvo en reductos de Galicia y Portugal, donde en algunos casos siguió empleándose hasta el siglo XIII.

Gregorio VII.
Alfonso VI de León se intituló “Emperador de toda Hispania”, especialmente después de la conquista de Toledo en 1085, pero no consiguió que ese título imperial le fuera reconocido fuera de la Península Ibérica. Y quizá Santiago de Compostela fuera una de las razones por las que el papa Gregorio VII se negara a reconocérselo, ya que no le parecía muy oportuna la existencia de un imperio con una sede religiosa que podía hacer sombra a Roma, y que además seguía un rito propio (el rito hispánico, mal llamado mozárabe), en vez del rito romano del resto de Europa. El Cisma de Oriente de 1054 (separación iglesia católica/iglesia ortodoxa) todavía era una herida demasiado fresca, y además el Papa estaba luchando cada poco contra el Emperador Enrique IV en lo que se llamó “la Querella de las Investiduras”. En definitiva, no estaban las cosas para andar reconociendo más emperadores. 

Que Roma observaba con suspicacia a Santiago era algo más que evidente. Ya vimos que el papa León IX excomulgó al obispo Cresconio en 1049 por utilizar el título de “Obispo de la Sede Apostólica”. Pero la Historia Compostelana también nos transmite otro desplante que hizo un obispo de Santiago a un grupo de legados enviados por Roma: dicho obispo (del que no se dice el nombre) se negó a recibirlos y dijo:

“Id a los cardenales de esta iglesia [de Santiago] y que muestren ellos tanta obediencia y veneración a los cardenales de la iglesia romana, cuanta después los cardenales romanos hayan de proporcionarles en Roma por su parte”. 

Toda una muestra de falta de tacto diplomático que se convirtió en un escándalo. Aquello quería decir que la iglesia compostelana se veía casi con la misma categoría que la romana, lo que provocaba los lógicos recelos de los papas ante tamaña soberbia. La propia Historia Compostelana dice que fue una de las principales razones por las que se retrasó tanto la conversión en arzobispado. 

En 1105 Alfonso VI concedió a Compostela un privilegio importantísimo que en principio estaba reservado al rey: acuñar moneda. Ello supuso una nueva fuente de riqueza para el obispado, pues suponía la recaudación de nuevos impuestos. 

Como postrera muestra de amor por el Camino, Alfonso VI viajó nuevamente a Compostela en 1108 "sub habitu peregrinationis", después de haber recibido la vara de peregrino. Murió al año siguiente, dejando como sucesora a su hija Urraca. 

Alfonso se esforzó en garantizar la seguridad del Camino, y parece que lo consiguió, si creemos la afirmación de la Crónica de Pelayo, obispo de Oviedo:

“En sus tiempos una mujer podía recorrer sola los caminos, cargada de oro, sin que nadie se atreviera a tocarla”.

EL CAMINO DE SANTIAGO Y LA MONARQUÍA LEONESA (III)

26 noviembre, 2011

3.-El auge del Camino.

De Alfonso V a Fernando I (999-1065). 

Tras el ataque de Almanzor comienza a ponerse de moda peregrinar a Santiago, aunque habrá que esperar al reinado de Alfonso VI para ver una auténtica invasión de extranjeros atraídos por el santuario compostelano. Al morir el caudillo musulmán fue más seguro recorrer el Camino, ya que Santiago no fue víctima de ninguna correría más por parte de los andalusíes. Poco a poco también fueron remitiendo las incursiones vikingas y normandas, con lo que la situación se fue normalizando. El Camino, que hasta entonces había discurrido principalmente por la abrupta costa atlántica para evitar a los musulmanes, empezó a ser más frecuentado por el interior, usando las principales poblaciones como divisoras de las etapas de los peregrinos.

Fuero de León
Pero Almanzor había dejado un rastro de destrucción tras de sí, y muchas de las ciudades del reino de León quedaron despobladas. Hacía falta convencer a la gente para que volviera a habitar en ellas, y eso fue lo que hizo Alfonso V (999-1028) promulgando en 1017 el famoso Fuero de León, en el que concedía toda una serie de ventajas y privilegios a los habitantes de la capital del reino. Este Fuero fue tan bueno que fue copiado y adaptado por multitud de ciudades a lo largo y ancho de todo el reino, incluyendo a las que estaban en el que ya empezaba a ser llamado “Camino Francés”. Todos estos fueros contribuyeron a atraer población, y casi siempre incluían disposiciones dedicadas a los barrios habitados por francos (gentes provenientes de la actual Francia).

En tiempos de Vermudo III (1028-1037) el obispo Cresconio fortificó con murallas la ciudad de Santiago, y rechazó la última incursión de vikingos en tierras gallegas. Siguiendo con lo que ya era una costumbre, el joven rey leonés peregrinó a la tumba del Apóstol en 1032, cinco años antes de su desgraciada muerte en la batalla de Tamarón frente a su cuñado Fernando.

Vermudo fue sucedido por su hermana Sancha I y, por ende, por su cuñado Fernando I (1037-1065), quienes fueron los primeros reyes hispanos en establecer relaciones formales con Cluny, que era el monasterio benedictino y reformista más importante de Europa. Cluny había sido fundado en el 910, el mismo año en que García I trasladó la corte a León, con la intención de renovar la vida monástica y apartar a los monasterios del poder de los señores feudales. Fue tal su éxito que llegó a contar con más de dos mil prioratos o delegaciones por todo el continente. Desde Cluny se promocionó el Camino de Santiago, por donde fue circulando no sólo la gente, sino también el nuevo arte románico, y no siempre en un solo sentido. Fernando y Sancha establecieron un pacto de sociedad con esta abadía que comportaba el pago de un censo anual de 1000 dinares de oro.

Expansión de Cluny por Europa
También en tiempos de Fernando y Sancha el Papa León IX se mostró muy molesto por el título “Obispo de la Sede Apostólica” que utilizaba Cresconio, el obispo de Compostela, ya que sólo podía usarlo el obispo de Roma (el Papa), así que en 1049 lo excomulgó por ese motivo, aunque no consiguió erradicar la costumbre. Esta fue una de las razones por las que la Iglesia de Roma siempre se mostró reticente a la hora de conceder la conversión del obispado compostelano en arzobispado.

Los reyes Sancha y Fernando 
En esta época la ciudad de León se convirtió por sí misma en un foco de atracción de peregrinos gracias al inesperado hallazgo y traslado de las reliquias de San Isidoro desde Sevilla. En torno al añao 1064 el regio matrimonio había encargado a los obispos de León y Astorga que fueran a Sevilla a buscar los restos de Santa Justa. Una vez allí tras varios meses de pesquisas no lograron dar con ellos, pero cuando ya les invadía la desesperación San Isidoro en persona se le apareció en sueños a Alvito, el obispo de León, y le reveló que yacía enterrado cerca de la zona donde estaban pernoctando. Asimismo, también le anunció que moriría a los tres días, lo que sería una prueba de la autenticidad de la noticia. Al despertar, Alvito se lo comunicó a sus acompañantes, y juntos encontraron la tumba en el cercano lugar de Santiponce. El cadáver de San Isidoro estaba incorrupto, y tal como profetizó en el sueño, Alvito murió al tercer día. El obispo de Astorga y el resto de la comitiva regresaron a León con los cuerpos del fallecido obispo y del santo: el primero fue enterrado en la catedral leonesa, y el segundo en la iglesia de San Juan Bautista, que a partir de ese momento fue llamada la Basílica de San Isidoro. Como vemos, tanto Santiago como San Isidoro tienen parecido origen milagroso, y en ambos casos provocaron una masiva afluencia de peregrinos a sus respectivas iglesias. 

También en época de Sancha y Fernando tenemos una historia curiosa sobre Santiago Matamoros. Mientras Fernando y sus tropas cercaban Coímbra (1064), el pueblo de Santiago rezaba al Apóstol para que su rey tuviera éxito en la empresa. Pedían que, al igual que en otras ocasiones, apareciese en la batalla como un caballero, lo que provocaba las burlas de un peregrino griego que estaba en la ciudad. Razonaba este hombre que Santiago había sido pescador, y no soldado, por lo que le parecían absurdas sus oraciones. El Apóstol se le apareció en sueños al peregrino, armado como un caballero, y le recriminó su escepticismo. Para que no le quedaran dudas de la veracidad de la visión, le anunció el día y la hora en la que Fernando tomaría la ciudad contando con su ayuda. Así fue (como no podía ser de otra manera), y el escéptico griego se convirtió en un auténtico devoto de Santiago Matamoros. Ganada Coímbra, el rey don Fernando se fue para Santiago para agradecerle su intervención, y le otorgó parte del botín.

Santiago Matamoros en su famoso caballo blanco.

EL CAMINO DE SANTIAGO Y LA MONARQUÍA LEONESA (II)

20 noviembre, 2011

2.-Los modestos inicios del Camino 

El descubrimiento de la tumba.

Recordemos que la invasión musulmana del 711 había provocado el alzamiento de Pelayo once años después, pero los cristianos estaban en una posición muy difícil, y en ocasiones se veían obligados a pagar onerosos tributos por el mero hecho de seguir existiendo. El mencionado himno tal vez revela una incipiente veneración por el Apóstol en unos tiempos tan difíciles como eran los comienzos del “Astororum Regnum”. 
Descubrimiento de la tumba por Teodomiro
 según el Tumbo A
Sea como fuere, el caso es que sobre el año 813 o 814 un monje anacoreta llamado Paio (Pelayo) observó una lluvia de estrellas a lo largo de varias noches, y le dio la impresión de que caían en un mismo lugar: mucha gente dice que de ese fenómeno viene el nombre Compostela ("Campus Stellae", "Campo de la Estrella"). Tal etimología es falsa, ya que el topónimo en realidad proviene de *Compositella, es decir del latín "composita" (compuesta, bien hecha) y el diminutivo latino -ella, que en gallego quedó -ela. Hay otras dos Compostelas en Galicia que evidentemente no tienen nada que ver con lluvias de estrellas, y en León existe Compostilla, que tiene exactamente el mismo origen etimológico. En cualquier caso, Pelayo acudió a la zona, y entre la espesura de un bosque descubrió un sarcófago de piedra flanqueado por otros dos más pequeños, identificándolos con la tumba de Santiago y las de sus discípulos Teodoro y Atanasio. Acudió en busca de Teodomiro, obispo de Iria Flavia, quien tras varios días de ayuno y oraciones corroboró el feliz descubrimiento. Según la versión del descubrimiento transmitida por la Historia Compostelana (s. XII), “personas de gran autoridad” comunicaron a dicho obispo que allí se habían visto muchas veces unas “luminarias” y que en el lugar se les habían aparecido ángeles con frecuencia. Teodomiro advirtió del hallazgo al rey, Alfonso II “el Casto” (791-842), quien acudió rápidamente ante la tumba, convirtiéndose así en el primer peregrino.
Alfonso II según Francis de Blas
Dice la leyenda que durante las noches del viaje fue siguiendo la ruta marcada en el cielo por la Vía Láctea, por lo que a partir de ese momento también se le conoce con el nombre popular de “Camino de Santiago”. Como la orientación de la Vía Láctea cambia a lo largo de la noche y de las estaciones, en la Asociación Leonesa de Astronomía quisimos comprobar en qué momento sigue el eje Este-Oeste en la actualidad, y vimos que sólo sucede en las madrugadas de agosto.

Alfonso ordenó levantar en ese lugar la iglesia de Antealtares, una basílica de ladrillo de una sola nave, que fue consagrada en el 834: seis años después llegó el primer grupo de peregrinos, procedente de Asturias. Y es que durante las primeras décadas la llegada de gentes en peregrinación se produjo de forma lenta y gradual. 

Los reyes asturleoneses y el Camino. 
Ramiro I por Francis de Blas
La leyenda de Santiago tal y como la conocemos siguió fraguando a lo largo del siglo IX. Los reyes asturleoneses apoyaron decididamente la autenticidad de la tumba, e incluso surgió la noticia de que el propio Apóstol acudía a las batallas con la apariencia de un caballero para apoyar a las tropas cristianas. La primera referencia a este “Santiago Matamoros” se da en la legendaria batalla de Clavijo (23 de mayo del 844), en la que Ramiro I de Asturias (842-850) habría derrotado a Abderramán II en ese lugar de La Rioja gracias a la intervención de Santiago, que habría acudido a luchar sobre su famoso caballo blanco. En realidad tal batalla nunca tuvo lugar, ya que es casi seguro que cuando las crónicas hablan de ella en realidad mezclan elementos de otras anteriores y posteriores. Según esa leyenda Ramiro I, en agradecimiento al Apóstol concedió el llamado “Voto de Santiago”, por el que se ofrecería anualmente a su iglesia las primeras cosechas y vendimias de todo el reino, constituyéndose así en una especie de segundo diezmo que tenían que pagar los sufridos campesinos de la época. Además, como si el Apóstol fuera un caballero más, se le concedía una parte del botín que se tomara a los moros, tanto en riquezas como en siervos. Ni que decir tiene que este solemne voto convirtió a la iglesia de Santiago en la más rica del reino asturleonés. Su sucesor Ordoño I (850-866) amplió los territorios del reino, y repobló las ciudades del que con el tiempo sería llamado el Camino Francés. En esta tarea se sirvió de contingentes de bercianos, que dirigidos por el Conde Gatón fueron poblando ciudades y fundando villas y pueblos.
Aparición de Santiago en la batalla de Clavijo 

Alfonso II en el Libro de los Testamentos
 de la Catedral de Oviedo
A finales del siglo IX la sede del  obispado fue trasladada de Iria Flavia a Santiago.Urgidos por el papa Juan IX, en el año 899 se consagró una nueva basílica para albergar el sepulcro. Dicha iglesia fue realizada por el obispo Sisnando con patrocinio de Alfonso III el Magno (866-910), el último rey propiamente asturiano. Aunque, como veremos, esta basílica fue destruida por Almanzor, sus cimientos todavía son visibles gracias a las excavaciones realizadas a mediados y a finales del siglo pasado. La consagración fue considerada un asunto de la máxima importancia, por lo que asistieron los obispos de Iria, Braga, Tuy, Orense, Lugo, Britonia, León, Astorga, Oviedo, Salamanca, Coria, Huesca, Coimbra, Lamego, Viseo, Oporto y Zaragoza. 

En el 910 García I traslada la corte a León, con lo que suele considerarse que da comienzo el reino leonés, si bien no se introdujeron cambios de importancia. Los reyes siguieron favoreciendo a Santiago, y en muchas ocasiones peregrinaron hasta Compostela para pedir los favores del Apóstol, o bien para agradecerle las victorias en la luchas contra al-Ándalus. Asi, por ejemplo, tenemos noticias de que Ordoño II (914-924) dio grandes riquezas a su iglesia, y también una importante cantidad de prisioneros de guerra. En el 915 viajó hasta allí Gotescalco, obispo de Le Puy, que es el primer peregrino conocido de más allá de los Pirineos. También sabemos que Fruela II (924-925) peregrinó a Compostela en el 924, y que lo mismo hizo su sobrino Ramiro II (931-951), quien además confirmó el Voto de Santiago y toda una serie de privilegios. 
Cimientos de la iglesia construida en tiempos de Alfonso III
La peregrinación a Santiago fue una costumbre entre los monarcas leoneses, y no se puede descartar que estuviera institucionalizada. Ordoño III (966-985), al igual que varios de sus predecesores, lo hizo para dar gracias por sus conquistas. La incipiente fama del santuario sufrió un parón ante las invasiones e incursiones de vikingos y normandos: en el 968 el obispo de Compostela Sisnando murió de un flechazo mientras dirigía un ejército contra los normandos (algo que no debería extrañarnos, ya que los obispos eran unos señores feudales más y con frecuencia dirigían en persona a sus tropas) Los invasores en varias ocasiones pusieron sitio a Santiago, pero no consiguieron tomarla. Los vikingos vieron que era una ciudad tan importante que a Hispania la llamaron Jakobsland, la Tierra de Santiago.  

Otra muestra de su importancia es que Vermudo II (985-999) fue proclamado rey en Santiago en el año 982, en el marco de sus guerras civiles contra Ramiro III (966-985). Un año después, en el 983, llegó el peregrino Simeón de Armenia, el eremita, quien exorcizó de sus demonios a una hija del rey antes de partir hacia las Islas Británicas. Ello no significa que Santiago gozase de una gran fama: curiosamente, será tras la destrucción y saqueo de Almanzor cuando el santuario alcance reconocimiento internacional y los peregrinos comiencen a llegar de forma masiva. 

Planta de la iglesia de Santiago
 levantada por Alfonso III. 

Almanzor y su ataque a Compostela del 997.

Mohamed Ibn Abdalá Ibn Abu Amir, más conocido por su sobrenombre Almansur o Almanzor (“El Victorioso”) fue un caudillo musulmán al servicio del califa Hisham II que se convirtió en la peor pesadilla de los reinos cristianos de Hispania. Llevó a cabo unas 56 campañas militares entre los años 977 y 1002, casi todas victoriosas, y destruyó las principales ciudades de sus enemigos. En la 48º campaña (julio-octubre de 997) su objetivo fue la destrucción de Santiago de Compostela, auténtica capital religiosa del reino leonés y de la Hispania cristiana. Según la Historia Compostelana fue ayudado por condes gallegos enemigos de Vermudo II, como Rodrigo Velázquez. Al enorme ejército reunido por Almanzor se sumó la flota califal, que avanzó al mismo tiempo por las costas portuguesas. Las dos fuerzas fueron saqueando las poblaciones que se encontraban a su paso, llegando a Santiago el 10 de agosto. La ciudad, alertada y aterrorizada por la fama que precedía a este caudillo, estaba desierta. Sus tropas saquearon Santiago durante una semana y después le prendieron fuego. Inexplicablemente, Almanzor ordenó respetar la Tumba de Santiago: según algunos cronistas musulmanes se encontró con un anciano que custodiaba en solitario la tumba del Apóstol. “¿Por qué estás aquí?”, le preguntó Almanzor. “Para honrar a Santiago”, le respondió sin sombra de miedo. Y por esta extraña valentía el musulmán no destruyó la tumba, aunque sí saqueó y destruyó el templo levantado por Alfonso III. Se llevó las campanas de la basílica como botín a la mezquita de Córdoba para usarlas como lámparas, y las puertas se utilizarían en el artesonado de ese mismo edificio. 
Las campanas que Almanzo se llevó a Córdoba y que fueron 
devueltas a Santiago por Fernando III. Fuente.
La Historia Compostelana cuenta que la iglesia fue inmediatamente restaurada y vuelta a consagrar por Vermudo II y el obispo Pedro:

“El rey (…) vino a nuestra ciudad con intención de verla y junto con el mismo obispo don Pedro y con la ayuda de Dios restauró la iglesia del Apóstol, que encontró derrumbada”. 


NOTA: Quisiera mostrar mi agradecimiento al profesor Fernando Álvarez-Balbuena por su ayuda a la correcta interpretación del topónimo "Compostela". La verdad es que uno acaba harto de falsas etimologías eruditas, pero siempre acabamos repitiendo algunas simplemente porque "suenan bien", como la del caso Campus Stellae.