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EL MITO DEL DESIERTO DEL DUERO

18 septiembre, 2025

Don Claudio en su desierto (IA)
La crónica Rotense nos dice que Alfonso I de Asturias (739-757), tras sus correrías por una treintena de ciudades bajo dominio musulmán “se llevó consigo a los cristianos a la patria”. Esta frase fue interpretada por el historiador Claudio Sánchez-Albornoz para postular que esa maniobra consiguió crear un despoblado estratégico en el valle del Duero que sería muy útil para evitar las incursiones musulmanas, pues ante la falta de población y de sus cosechas los invasores no podrían avanzar hasta la cornisa cantábrica. 

Este medievalista, tomando y ampliando la idea de historiadores del siglo XIX como el portugués Alexandre Herculano o el holandés Reinhart Dozy, defendió vehementemente la existencia del “desierto estratégico”, consiguiendo que fuera aceptada por una gran parte de los medievalistas del siglo XX. Sin embargo su teoría tuvo varios detractores desde el principio, ya que presenta numerosas inconsistencias y puntos débiles. 

En primer lugar, resulta poco creíble el traslado de una gran cantidad de población desde la meseta hasta al norte, porque requeriría una dirección, unos medios y unas infraestructuras inimaginables para la Hispania del siglo VIII. Ese desierto creado artificialmente rondaría los 130.000 km2 por lo que sería una operación de tal envergadura que resultaría difícilmente aplicable incluso en el siglo XXI. Implicaría el traslado de más de medio millón de habitantes a una zona de 25.000 km2 en la que vivirían menos de 125.000 personas. 

Por otro lado, la “genialidad” de ese desierto del que habla Claudio Sánchez-Albornoz no parece tal si reparamos en que funcionaría en ambos sentidos, impidiendo las incursiones cristianas sobre territorio de al-Ándalus. Sabemos que estos ataques y razzias fueron continuos, y que en el sentido contrario los musulmanes atacaron territorio asturiano en varias ocasiones, con lo cual de haber existido no demostró una gran utilidad. Sánchez-Albornoz señaló que la mayor parte de las incursiones musulmanas tuvieron lugar por los extremos occidentales y, sobre todo, orientales del reino, lo que indicaría una voluntad de bordear el desierto, especialmente para llegar a la zona de Álava, que fue devastada en numerosas ocasiones. Pero se olvida convenientemente de que también existieron ataques frontales a través del Duero, y asimismo olvida que los caminos que llevaban a Álava también debían atravesar ese desierto.

Luis López Santos ya demostró en 1952 que los pueblos de la diócesis de León del siglo XIII seguían el santoral visigodo, con los mismos santos patronos anteriores a la invasión musulmana. Ello sería imposible si se hubiera producido esa despoblación durante décadas o siglos. En este mismo sentido se puede argumentar que sin población en la meseta se habrían perdido en el olvido los topónimos o nombres de lugares de origen prerromano, romano y germánico, cosa que tampoco ocurrió

Pero es que además tenemos noticias de ataques musulmanes a las ciudades de Astorga y León en épocas anteriores a su repoblación oficial por Ordoño I (850-866). En concreto Abd al-Karim en el 795 

“llegó hasta Medina-Asturiqa [la ciudad de Astorga] en el interior de Yilliqiyya, donde le llegó noticia que Adfuns (Alfonso II) reunía la gente de su país (…) dando anuncio a los habitantes de la llanura para que se retirasen a los altos montes del lado de la costa”. 


Este fragmento del historiador Ibn Idari demuestra sin lugar a dudas que la zona norte de la meseta estaba habitada. Tras una batalla con victoria andalusí, Abd al-Karim marchó desde allí contra Asturias, desvelando con esta campaña la inutilidad estratégica del supuesto desierto. Por su parte Ibn Idari e Ibn al-Athir hablan de un ataque musulmán a la ciudad de León algunos años antes de que reinase Ordoño I:

“En el año 231 [año 845-846 d.C.] hizo algazuar en la expedición de verano a Galiquia a Muhammad Ebnu-lAmir Abdi-r-rahman que la rodeó, sitiando la ciudad de Liyūn [León], que combatió con almajaneques [una especie de catapulta de tracción humana]; y cuando conocieron (los sitiados) que estaban perdidos, salieron de noche y se acogieron a los montes y a los lugares pantanosos, y él quemó lo que había en ella, y como pensara destruir su muro halló que tenía diez y siete o diez y ocho codos [casi diez metros], y lo dejó y se metió por el país de la cristiandad, robando y cautivando.”

Los soldados andalusíes ante Liyūn (IA)
Estos testimonios descartan por completo que ambas ciudades estuviesen en manos musulmanas después de las guerras civiles entre bereberes y árabes. Y demuestran que las comarcas septentrionales de la meseta norte no estaban desiertas, a pesar de lo que diga la crónica Rotense. Ahora bien: ¿Por quién estaban habitadas? Aunque no tenemos más testimonio que la Albendense, hemos de suponer que por súbditos de los reyes asturleoneses, lo que demostraría una pervivencia de la Gallaecia como marco ya inicial del reino cristiano, y que explicaría el uso del nombre de esa provincia romana por parte de los musulmanes y de otras potencias extranjeras. Algunos historiadores, en cambio, piensan que tanto en esas ciudades como en las zonas rurales vivían gentes independientes de cualquier poder centralizado que con el tiempo se vieron absorbidas por el reino asturleonés. En cualquier caso, es innegable que las ciudades al sur de la Cordillera contarían con una población muy escasa, y que no jugarían un gran papel en el sistema organizativo y administrativo del reino hasta su repoblación “oficial” en tiempos de Ordoño I. 

Sánchez-Albornoz también usaba como argumento a favor del desierto las repoblaciones y fundaciones de pueblas y polas, aduciendo que se realizaban en zonas despobladas. Sin embargo sabemos que se llevaron a cabo a lo largo de toda la Edad Media, y por toda Europa, y muchas veces en zonas densamente habitadas. Y es que las repoblaciones no consistían en ocupar lugares deshabitados mediante el traslado de gentes de origen foráneo, sino más bien en reorganizar políticamente esas zonas, introduciéndolas de pleno en el sistema administrativo del reino asturleonés. 

Las crónicas cristianas no mencionan la existencia de semejante desierto. Se puede aducir que estas fuentes son por lo general muy lacónicas y aportan poquísima información, por lo que obvian mencionarlo. Pero resulta muy llamativo que las crónicas musulmanas, mucho más extensas y detalladas, tampoco lo mencionen. Tan sólo existen dos posibles referencias: 

  • La primera es del historiador Abenalcotía, que dice que en tiempos de Mohamed I los rebeldes Ibn Marwan y Sadun al-Surunbaki “se mantuvieron en su yermo [o desierto] entre las comarcas musulmanas y cristianas”, aunque sabemos que Ibn Marwan tuvo su base de operaciones en la actual provincia de Badajoz, y al-Surunbaki en la ciudad de Oporto, con lo que es difícil que ese pasaje se refiera a un desierto que cubriría toda la cuenca del Duero
  • La segunda es de Ibn Idari, que afirma que Abderramán III “tardó cinco jornadas en atravesar el gran desierto a lo largo del río Duero” en una marcha que hizo desde Clunia hasta la zona de Tudela. De esta última cabe destacar que menos de la mitad de esa ruta atraviesa tierras del Duero (su extremo más oriental), por la actual provincia de Soria. Da la casualidad de que la mayor parte de la marcha se hizo por Navarra, que no pertenece precisamente a la cuenca del Duero, con lo cual es una noticia geográficamente inexacta. Por otro lado, esta marcha atravesó el camino que los musulmanes usaron en la mayoría de sus incursiones del siglo IX, lo que descarta que lo hicieran para evitar el “desierto estratégico” de Sánchez-Albornoz. 

Pero existen varios testimonios musulmanes que desmienten la existencia del desierto. Ibn Hayyan dice en su Al-Muqtabis que Abderramán III, en una de sus campañas atacó la zona de Burgo de Osma y Gormaz (Soria), y que 

“enterándose de la escasez que había este año en la región de las fortalezas del Duero del tirano Ramiro hijo de Ordoño, rey de Yiliqiyya, a las que se dirigía, y su premura en segar lo plantado en algunas para impedir que lo aprovechasen los musulmanes que los atacaban, hasta el punto de no ofrecer mantenimiento al ejército, al-Nasir [apodo de Abderramán] temiendo estrecheces para los suyos desistió de su proyectada penetración de castigo, pareciéndole más oportuno y seguro regresar”. 

Este fragmento demuestra que en la cuenca del Duero había población que mantenía cosechas, aunque en tiempo de carestía no podrían mantener ni a sus propias tropas ni a los enemigos que los saqueasen. Cuando el mismo Ibn Hayyan relata la batalla de Simancas, narra con mucho detalle el itinerario seguido por Abderramán III, cuyo gigantesco ejército (unos cien mil infantes y un número indeterminado de hombres a caballo) atraviesa directamente la cuenca del Duero. Y no solo eso: tras la leve derrota inicial, sus tropas se dedicaron a pasearse durante semanas ese teórico desierto, recorriendo unos 200 kms. de oeste a este y pasando casi un mes en total en él, sin que sepamos cómo pudo mantenerse semejante multitud en una zona supuestamente despoblada y sin cultivos. 

Por último Ibn al-Kardabus, un historiador musulmán de finales del siglo XII, expone el siguiente diálogo entre el moribundo Almanzor (Ibn Abu Amir) y su hayib o chambelán:

"Si Dios me hubiese inspirado devastar lo que conquisté y vaciar de habitantes lo que dominé, y yo hubiese puesto entre el país de los musulmanes y el país de los cristianos diez días de marcha por parajes desolados y desiertos, aunque [éstos] ansiasen hollarlos, no llegarían al país del Islam sino en jirones, por la cantidad [necesaria] de provisiones de ruta y la dificultad del objetivo". Entonces le dijo el hayib: “Tú estarás en paz en breve: ordena, pues, eso que has pensado”. Él le respondió: “¡Largo de aquí!, no me vengas con historias. ¡Por Dios!, si yo curase y ordenase lo que has indicado, en verdad la gente diría: Ibn Abu Amir enfermó, y su enfermedad adueñándose de su cerebro le ha vuelto loco y necio, ha devastado el país de los musulmanes y al evacuarlo lo ha despoblado”. 
Almanzor imaginando su desierto (IA)

Este importante (e ignorado) testimonio expresa el deseo del caudillo musulmán de haber creado un desierto estratégico para evitar las expediciones cristianas sobre al-Ándalus, lo que demuestra precisamente que semejante desierto nunca existió. También reconoce que de haberlo hecho lo habrían tomado por loco al despoblar territorio musulmán, con lo que desecha la idea por irrealizable y fantasiosa. 

Aún admitiendo que la submeseta norte efectivamente debió estar muy poco poblada (con una densidad de población que podría rondar los cinco habitantes por kilómetro cuadrado), hay que matizar mucho la existencia de semejante constructo, o sencillamente descartarla. Esto abre muchas preguntas sobre cuál sería la organización, cultura, lengua, religión, etc. de los habitantes de las zonas fronterizas, pero al haber estado apartados de los poderes centrales es muy probable que nunca conozcamos cuál fue su historia. A falta de fuentes escritas, tan solo la arqueología está arrojando alguna luz sobre ello, corroborando que el desierto solo es un mito historiográfico....

BIBLIOGRAFÍA

-CHAO, PRIETO, Ricardo. "Historia de los reyes de León". León, 2017.

-DOZY, Reinhart P. “Historia de los musulmanes de España”. Madrid, 1984.

-FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Francisco (ed.) “Historias de al-Ándalus por Aben-Adhari de Marruecos”. Granada, 1860.

-GIL FERNÁNDEZ, Juan; MORALEJO, José L. (eds.). “Crónicas asturianas. Crónica de Alfonso III. Crónica Albeldense”. Oviedo, 1985.

-GONZÁLEZ GARCÍA, Alberto. La proyección europea del reino de Asturias: política, cultura y economía (718-910). EN “El Futuro del Pasado, n.º 5”. Salamanca, 2014. Págs. 225-298.

-LAFUENTE Y ALCÁNTARA, Emilio (ed.). “Ajbar Machmua (Colección de tradiciones)”. Madrid, 1867.

-LÓPEZ SANTOS, Luis. Santos titulares en la Diócesis de León. EN “Archivos Leoneses nº 11”. León, 1952. Págs. 5-58.

-MAILLO SALGADO, Felipe (trad.) “Historia de al-Ándalus: Ibn al-Kardabus”. Madrid, 2015.

-RIBERA, Julián (ed.) Historia de la conquista de España por Abenalcotía el Cordobés. EN “Colección de obras arábigas de Historia y Geografía que publica la Real Academia de la Historia. Tomo Segundo”.Madrid, 1926.

-VIGUERA, María Jesús, y CORRIENTE, Federico (trads). “Crónica del califa Abdarraḥmān III An-Nāṣir entre los años 912 y 942 (al-Muqtabis V): por Ibn Hayyan de Córdoba”. Zaragoza, 1981.


Por otra parte, permitid que os recomiende estos dos libros míos: 

V JORNADAS "LEÓN, CUNA DEL PARLAMENTARISMO", EN VÍDEO

19 septiembre, 2024

Un año más, la Concejalía de Acción y Promoción Cultural del Ayuntamiento de León me confió la tarea de organizar las Jornadas "León, cuna del parlamentarismo", que se inscriben en el Festival de Verano del mismo nombre, y le sirven de clausura. 

En esta ocasión optamos por un programa de conferencias bastante diverso, que pudieran atraer la atención del público en general. Una vez elegidos los ponentes y los temas, Ricardo Escobar realizó un precioso cartel de estilo modernista para publicitar las Jornadas. Aquí os dejo la versión en leonés

Las Jornadas fueron del 10 al 13 de septiembre, en el Palacio del Conde Luna, donde radica el Museo del Reino de León. En todos los días se completó el aforo, e incluso quedó gente fuera. Pensando en ellos, y en los leoneses e interesados que residen lejos, traté de grabar (con mejor o peor fortuna) todas las ponencias para subirlas a mi canal de Youtube. Varias las tuve que reeditar para mejorar el audio e incluir las presentaciones en Power Point. Aquí os las agruparé todas.

  • -El martes día 10 tuvo lugar la primera conferencia, a cargo de Francisco Javier García Montes, y titulada "La moneda imperial leonesa: Alfonso VII y Urraca I". Javier es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de León, profesor de Educación Secundaria en el instituto Ordoño II, y uno de los mayores expertos en la numismática del reino de León.La tipología de la moneda medieval leonesa alcanza su máximo desarrollo durante el reinado de Alfonso VII: además de símbolos religiosos, se documentan las primeras acuñaciones en las que se graba la figura de un león; junto a ellas, un grupo significativo de tipos monetarios presentan la inscripción IMPERATOR, temporalizadas a partir de 1135. El descubrimiento de dos monedas de la reina Urraca I motiva a replantear esta cronología.

  • -El miércoles 11 fue el turno de José Ramón Morala, licenciado (1979) y doctor (1987) por la Universidad de Oviedo, y que es catedrático de universidad en el área de Lengua española en el Dpto. de Filología Hispánica y Clásica de la Universidad de León. Trabaja en la variación diacrónica y diatópica de la lengua, con más de un centenar de publicaciones de lexicografía histórica e historia de la lengua y con especial atención a la lengua medieval y a la documentación notarial del Siglo de Oro. En esta ocasión nos habló sobre "La nodizia de kesos y la lengua de León hace mil años" en una interesante conferencia que incluyó la muestra de dos reproducciones facsimilares del famoso documento (uno de los primeros con palabras en protorromance asturleonés).
  • -El día 12 (jueves) Diego Asensio García nos desveló "Las reinas del ocaso: reginalidad, crisis y olvido de Sancha y Dulce de León". Diego, además de un magnífico comunicador, es escritor y gestor cultural. Licenciado en Publicidad, Derecho y Relaciones Públicas por la Universidad CEU San Pablo. Máster en Evaluación y Gestión del Patrimonio Cultural por la Universidad de Salamanca. Autor de 'León 1188. Las Cortes estamentales de Alfonso IX' (Madrid, 2011), 'El Reino de los Cuatro Poderes. Libertad y parlamento en León' (León, 2013), 'Esperanza. La obra de Magdalena Luque en la Diócesis de León' (León, 2019).  Comisario de las exposiciones 'De Mayores a menores' (Escuelas menores de la Universidad de Salamanca, 2015), 'Nasara. Extranjeros en su tierra' (Mezquita-Catedral de Córdoba, 2017) y 'The Search Throught Love' (Palat del Rey, 2018).  Técnico de patrimonio, actualmente en la Diócesis de León como Coordinador del Área de Patrimonio Histórico-Artístico.Durante el primer tercio del siglo XIII, el trono del reino de León es ocupado por su mal llamado último rey, Alfonso IX, quien, tras diversas crisis sucesorias, resuelve legar el cetro a sus dos hijas y herederas en una suerte de correinado. Para comprender esta fórmula, aparentemente novedosa, es necesario revisar la tradición regia leonesa que precedía a padre e hijas, y, en justicia, rehabilitar sus figuras como exponentes de la reginalidad en el reino medieval jurídicamente más avanzado de su tiempo.
  • -Y para finalizar, el viernes día 13, José Ignacio Martín Benito nos impartió la conferencia de clausura, titulada "Formación y consolidación de la frontera occidental del reino de León con Portugal (1143-1297): de las montañas de Sanabria al Sistema Central". José Ignacio es salmantino, licenciado en Geografía e Historia y Doctor en Historia por la Universidad de Salamanca. Ha sido profesor agregado de Bachillerato en los institutos de Educación Secundaria de San Javier (Murcia), Villalpando (Zamora), Sonseca (Toledo) y catedrático de Geografía e Historia en el IES “León Felipe” de Benavente (Zamora). El 25 de enero de 2019 fue elegido miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, cuya posesión formalizó el 7 de junio de dicho año. La independencia de Portugal hacia 1143 del reino de León consolidó el dominio portugués en las tierras occidentales peninsulares. A partir de la muerte de Alfonso VII y la subida al trono de Fernando II de León en 1157, la expansión hacia el sur y el oeste fue objetivo de la corona leonesa. Los conflictos entre Portugal y León se sucedieron a lo largo de la segunda mitad del siglo XII y del siglo XIII. Además de los intereses de unos y otros en las comarcas de Toroño y Limia, también propiciaron las disputas la comarca de Aliste y la parte occidental de la Extremadura leonesa, concretamente las tierras entre el Águeda y el Côa, junto con Badajoz. La concesión de fueros a villas y ciudades por los monarcas portugués y leonés, buscaban asegurarse la colonización de un territorio en disputa y la fidelidad de sus habitantes. La colonización tuvo lugar a través de los concejos, pero también de los monasterios y otras instituciones como las órdenes militares. El establecimiento de una plaza fuerte y la concesión de fuero era replicada por la otra parte. Así, la toma de Trancoso en 1160 por Afonso Henriques, respondió Fernando II de León con el fuero de Ciudad Rodrigo en 1161 y al poder de la plaza de Bragança replicó Alfonso IX de León con la concesión de fuero a Sanabria en 1220. Los fueros dados a las villas de la margen derecha del Côa, aseguraron el dominio leonés en esta región y explican por qué Ribacôa fue leonesa hasta el Tratado de Alcañices (1297). Todo ello, junto con la labor colonizadora en Portugal (tierras de Bragança y Mirana) de los monasterios leoneses como San Martín de Castañeda o de Santa María de Moreruela , así como la presencia de homini legioni en Rihonor y Riomanzanas, explican la formación de la Raya central ibérica.

LA TUTORÍA LEONESA DE FERNANDO II SOBRE ALFONSO II DE ARAGÓN, Y ACERCA DE LA FECHA DE NACIMIENTO DE ESTE ÚLTIMO

09 junio, 2022

[Artículo publicado originalmente en la revista Pronumenta nº12]  Alfonso II “el Casto” de Aragón (1162-1196) es una figura histórica de primer orden, pues en su persona se unieron en 1162 los territorios del reino de Aragón y los condados catalanes, dando lugar a la llamada Corona de Aragón. Era hijo de Petronila, la heredera del trono aragonés, y de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona.

En el presente artículo analizaremos brevemente las relaciones de Alfonso II con León, que son muy poco conocidas, aunque se reducen a sus primeros años de existencia y de reinado. Estaba vinculado familiarmente con el reino leonés, pues su tía Berenguela había sido la mujer de Alfonso VII el Emperador, con lo que Fernando II era su primo hermano. 

La cuestión de la fecha de nacimiento

Para comenzar hay que advertir que ha habido (y hay) mucha discusión en torno a la fecha de nacimiento de Alfonso II. El historiador Jerónimo de Zurita (s. XVI) lo situó en abril de 1152, y fue la fecha aceptada durante mucho tiempo:

“En el año de 1152 parió la reina doña Petronila en la ciudad de Barcelona un hijo que se llamó don Ramón todo el tiempo que vivió el príncipe su padre, y después se llamó don Alonso”[1].

Sin embargo, el Cronicon Dertusense II no coincide con Jerónimo de Zurita:

“Era M.C.XCII. anno M.C.LIII. (LIIII.) in mense Martio natus est Ildephonsus rex”[2].

Es decir, sitúa el nacimiento en el mes de marzo de la Era 1192 (año según la Era Hispánica), añadiendo que corresponde al año 1153, aunque el escribano corrigió a 1154 (1192-38=1154). Esta corrección seguramente fue un añadido posterior, ya que el autor original de este Cronicon usaría la datación por el Año de la Encarnación al estilo florentino, que consideraba que el año comenzaba el 25 de marzo. En cualquier caso, la fecha del nacimiento de Alfonso II sería el mes de marzo (antes del día 25) del año 1154.

El medievalista Ubieto Arteta, por su parte, propuso el mes de marzo de 1157[3],y para ello no dudó en interpretar los números de la forma en que le resultara más conveniente. Por ejemplo, afirmó que la fecha dada en el Cronicon Dertusense había sido leída incorrectamente, confundiendo como II lo que según él tuvo que ser una U (otra forma de escribir V en números romanos), lo que nos daría  “Era M.C.XCU anno M.C.L.UI (LUII)”, o sea, el mencionado año 1157. Por desgracia este hipotético error resulta imposible de demostrar, porque no conservamos el Cronicon original.

Para refrendar su postura, Arteta aportó un documento del Archivo Municipal de Huesca procedente  del Monasterio de San Pedro el Viejo en el que se dice que fue escrito (según él) en la “era Mª Cª LXXXXª VIª” (año 1158), “ipso anno quando dompna regina peperit filium suum Adefonsum in civitate Oscha” (“El mismo año cuando la señora reina parió a su hijo Alfonso en la ciudad de Huesca”).  El medievalista asevera que “ipso anno” confirma que el rey nació en marzo de 1157, ya que todavía no habría pasado un año completo si este documento hubiera sido redactado en enero, febrero o principios de marzo de 1158. Con este último argumento Arteta logró que se aceptara su propuesta, y 1157 figura como fecha del nacimiento de Alfonso II en casi todas las enciclopedias españolas. El problema es que, según mi parecer, Ubieto Arteta leyó mal la data del documento en cuestión. Veamos la fecha tal y como figura en el original:

   El párrafo donde se cita el nacimiento de Alfonso II

 

Detalle de la fecha

Como decíamos, Arteta lee “e(ra). mª.cª.Lxxxxª.uiª” (Era 1196, o sea, año 1158), pero en mi opinión en realidad pone “e(ra). mª.cª.Lxxxvª.iiiª”(Era 1188, es decir, año 1150), con sendos alargamientos hacia abajo de la “x” y la “i” centrales, aunque la “v” queda unida a las decenas, y la unión de la primera “i” y la segunda le hace parecer una “u”con caída. Esto abriría la horquilla desde ese año 1150 hasta el 1152 de Zurita, o el 1154 del Cronicon, pero descartaría el de 1157 de Arteta si su lectura fuera incorrecta. Para despejar las dudas haría falta una fotografía del documento de mejor calidad que la proporcionada por este medievalista[4].

No es mi intención profundizar en la cuestión de la fecha de nacimiento de Alfonso II, para lo que además habría que tener en cuenta otros factores, pero considero que es un tema de importancia precisamente en relación con su posible primera toma de contacto con León.

Los acuerdos de Tuy

Y es que del 22 al 27 de diciembre de 1159 tuvo lugar un encuentro diplomático de alto nivel entre Fernando II de León y Alfonso I de Portugal (Afonso Henriques) en Santa María de Palo, al lado de Tuy. Entre otras cosas, se negociaría casar al niño Ramón, heredero de Cataluña y Aragón, con Mafalda, una infanta portuguesa de 6 ó 7 años de edad. Este Ramón (Raimundo) no era otro que el futuro Alfonso II, ya que tuvo ambos nombres, lo que dificulta su identificación en algunos momentos. De los documentos parece desprenderse que fue Alfonso para su madre, y Ramón para su padre, ya que este último nombre sólo figura en los documentos en los que acompaña a su progenitor. No hay que extrañarse que Fernando participase en estas conversaciones, pues no en vano Ramón era su primo hermano, y además en esa época el monarca leonés se había convertido en el árbitro de los asuntos de los reinos cristianos.

Un mes después, el 30 de enero de 1160, muy cerca de allí, en Tuy, el rey de Portugal redactaba el contrato matrimonial de su hija con el heredero del condado de Barcelona, estando presente Ramón Berenguer IV. Éste debió iniciar el regreso poco después, porque el 27 de febrero el conde de Barcelona estaba en León, en la corte de su sobrino Fernando II, de donde partió al parecer en el mes de marzo. Es bastante probable que, además de los principales obispos aragoneses y catalanes, en este viaje lo acompañase su hijo Ramón-Alfonso, que ya contaría entre cinco y diez años (y no dos o tres, según la tesis de Arteta), y cuya edad se correspondería con la de la novia portuguesa.

Tutoría leonesa de Alfonso II

Pero el pacto matrimonial no llegó a consumarse, porque en agosto de 1162 Ramón Berenguer IV falleció cerca de Génova, dejando a su joven hijo como heredero de los territorios aragoneses y catalanes con el nombre de Alfonso II. En aquel momento el reino de Castilla estaba en una tesitura parecida, porque el rey Alfonso VIII contaba sólo 6 ó 7 años y se encontraba bajo la tutela de su tío Fernando II de León. La situación situaba a éste último monarca en la cúspide del poder peninsular, por lo que el joven Alfonso II se entrevistó con él a finales de septiembre en Ágreda (Soria). Allí ambas cortes acabaron firmando un tratado en el que, entre otras cosas, se acordaba el matrimonio de Alfonso II con Sancha, mal llamada “de Castilla”, hermana del leonés y que por entonces contaría unos ocho años. Parece que también por esas fechas murió la infanta Mafalda de Portugal, lo que facilitaría (o motivaría) estas conversaciones.

El Tratado de Ágreda[5] establecía, además, que Alfonso II se sometía a la tutoría de su primo Fernando II, tomándolo por padre, tutor y defensor suyo y del reino. No es de extrañar que éste, convertido en tutor de Aragón y Cataluña, siéndolo ya también de Castilla, aparcara el título de “Rey de los Leoneses” y empezara a intitularse “Rey de los Hispanos” y “Rey de las Hispanias”. En ese mismo Tratado se establecía una especie de consejo de regencia compuesto por  el arzobispo de Tarragona, el obispo de Barcelona, el obispo de Zaragoza, y el obispo de Tarazona.

No conocemos el alcance real de esta tutoría leonesa sobre la Corona de Aragón, pero dada la distancia su efectividad debió ser muy limitada. Además en octubre se hizo público el testamento de Ramón Berenguer IV, en el que nombraba a Enrique II de Inglaterra como tutor de su hijo (al que todavía llama “Ramón”). Un documento de febrero de 1163 revela que en ese año Alfonso II seguía bajo tutela, aunque no se especifica de quién, y que todavía no había sido armado caballero al ser menor de edad. En cualquier caso la tutoría tuvo que cesar cuando su madre Petronila renunció formalmente a la corona aragonesa el 18 de junio de 1164, que coincidiría con la mayoría de edad de Alfonso II (14 años) si éste nació en 1150.

Por desgracia no queda ningún rastro la tutoría de Fernando II sobre Alfonso II en ningún documento emitido por la cancillería real leonesa, aunque conviene recordar que los pergaminos conservados hasta nuestros días son una exigua cantidad frente a los miles que se emitieron originalmente.  Y es que sólo nos ha llegado la copia aragonesa del Tratado de Ágreda, pero sin duda existió su contrapartida leonesa.

De todas formas, esta tutoría constituye sólo un ejemplo más del papel hegemónico que jugaron Fernando II y León en la política de los reinos cristianos durante gran parte de la segunda mitad del s. XII. Una hegemonía que en cierto modo heredó de su padre, Alfonso VII el Emperador, aunque nunca se atreviera a utilizar el título imperial de éste. Lo sorprendente (o no tanto, dada la idiosincrasia leonesa) es que Fernando II, a pesar de su importancia, es un rey prácticamente desconocido no sólo para la historiografía española, sino también para los propios leoneses.



[1]     ZURITA, J. Anales de Aragón, Libro II, Capítulo XII.

[2]     VILLANUEVA, J. Viage literario a las iglesias de España, Volumen 5, pág. 239.

[3]     UBIETO ARTETA, A. Historia de Aragón. T. V, Creación y desarrollo de la corona de Aragón. Zaragoza : Anubar, 1987. Pág. 178 y ss.

[4]     UBIETO ARTETA, A. Historia de Aragón. T. V, Creación y desarrollo de la corona de Aragón. Zaragoza : Anubar, 1987. Segunda lámina entre páginas 188 y 189.

[5]     VILLANUEVA, J. Viage literario a las iglesias de España, 17, 1821. Apéndice 53, págs. 326-328.