Como ya os dije en su momento, entre los meses de abril y mayo tuvo lugar un Curso de Recogida de la Tradición Oral. Las clases teóricas se impartieron en la ciudad de León, y las prácticas se desarrollaron en varias comarcas de la provincia. Este domingo se pudo leer en la Revista del Diario de León un muy buen artículo sobre este Curso, aunque como alumno que fui del mismo, me gustaría hacer una pequeña valoración personal.
En principio, el Curso estaba diseñado para iniciar la formación de potenciales encuestadores interesados en el mundo de la Etnografía y de la Lingüística, es decir, de dar las nociones básicas en estas materias, así como de las técnicas para recoger la información directamente de sus transmisores. La parte teórica resultó muy amena, y ello a pesar de que muchas de las cosas ya las había visto en cursos anteriores, así como en alguna de las asignaturas que hice de libre elección curricular durante la carrera de Biblioteconomía y Documentación.
Pero lo más espectacular, como era de esperar, fueron las prácticas. Por desgracia me había perdido las del curso de Zamora, pero la espera valió la pena. Y, llegados a este punto, antes de continuar me gustaría hablar de mi experiencia personal sobre el leonés. Hasta hace unos años, he de reconocer que me sonaba a cuento chino: y es que en no mucho tiempo había visto cómo su nombre cambiaba de "lleounés" a "lleunés" y "llionés", así como toda una serie de polémicas sobre esta lengua romance (podéis ver un magnífico resumen de todo ello en este post).
Así que podría decirse que mi postura sobre este tema era bastante escéptica. Por si fuera poco, en la asignatura "Historia y variedades del Español" sí que se estudiaban los principales características del leonés, pero podría decirse que la postura de la profesora al respecto era, cuando menos, de cierta condescendencia. Recuerdo que por aquél entonces, a mediados de los noventa, Facendera dio el primer curso de leonés, con un éxito que superó todas las previsiones. Sin embargo, aquella profesora se preguntaba de qué leonés iba a tratar el curso, porque, según ella, había muchas variedades y además todas eran muy diferentes entre sí. Por otra parte, al hablar del surgimiento escrito de las lenguas romances, la profesora de Diplomática también mostraba un claro desprecio por el leonés, y venía a decir que aquello era un invento de nuestros días, sin base documental. Con esas opiniones bastaba para que un capitalino como yo pensara que era un asunto del que no valía la pena ocuparse. Y en esas me mantuve un montón de años.
Pero, después de acabada la carrera de Historia, durante una de mis incursiones al archivo de San Isidoro, se me ocurrió solicitar unos cuantos documentos un poco posteriores al año 1230 para ver cómo era el incipiente "castellano" de aquellos años. Mi sorpresa fue mayúscula cuando comprobé que esos diplomas estaban en una lengua muy semejante a lo que yo entendía por "asturiano", aunque por aquél entonces ya sabía que asturiano y leonés eran prácticamente lo mismo. Al principio pensé que sólo había un puñado de documentos en leonés, pero pronto me desengañé al comprobar que en el archivo de la Catedral había (y hay ) muchísimos más, así como en el del Monasterio de Carrizo, Sahagún, Gradefes, etc. Si a ello sumamos que poco después conocí a gente que de verdad era (y es) muy entendida en el leonés, es lógico suponer que tuve un radical cambio de punto de vista.
Podría decirse que este Curso ha sido una nueva vuelta de tuerca, ya que por vez primera he sentido falar (o "fablare") leonés. Sin embargo, el sabor de esta experiencia es agridulce: dulce, porque te llena de alegría comprobar sobre el terreno que la lengua asturleonesa sigue viva en León. Agrio, porque en la mayoría de los casos ya sólo queda en la memoria de gente muy mayor (en torno a 80 años de edad), y porque además tienen una visión totalmente negativa sobre ella (es "hablar mal"). Pero, como muestra de que los sentimientos positivos superan a los negativos, Tere y yo estamos prosiguiendo con las encuestas y las indagaciones por nuestra cuenta, casi siempre con la ayuda de algún amigo como Abelius. Hemos estado por La Cepeda, Omaña, Cabrera, Somoza (o Maragatería) y pronto nos gustaría "explorar" otras zonas. En todo caso, hemos conocido gente maravillosa, como Severino y Elisa, de Villarmeriel, de la que tal vez os iré hablando más adelante.
Os dejo una foto que nos hizo Tere mientras encuestábamos en Vivero (Omaña):
6 comentarios:
Muy buen post señor Ricardo.
Este verano espero ir contigo y con Tere a varios sitios. Tenemos muchos días por delante para sentir falar la nuesa llingua.
Un saludo
Daros una vueltina tambien por el Bierzo en Zonas como Toreno y alrededores, os llevaréis más de una sorpresa.
De Toreno conozco el libro "El Habla de Toreno",pero por desgracia no hay forma de encontrarlo fuera de las bibliotecas.
Yo estuve en Colinas del Campo y en llabaniego, y creeme que quedé impresionado de la cantidad de nombres, de palabras y de expresiones, de leyendas y demas en la nuesa llingua, una gozada.
Cuanto queda por recorrer en el Bierzo, y que comarca, que gozada
¿nuesa llingua?
parece mentira que se manipule así, llamando al leonés "nuestra lengua", cuando no es más que una de nuestras lenguas y desde luego muy minoritaria.
Si preguntaras a todos los leoneses cual es su lengua, te dirían en casi todos los casos que su lengua es el castellano o español, y si se trata de simplificar y elegir una lengua como "nuestra lengua", sin duda lo sería esta.
¡Ai qué anónimu! Y yá hai esas encuestas, las hai que buscar, pero están ahí. Y sosprenderíase, de xuru, si viera lo que diz la xente. Aquí escomienza a funcionar el conceptu de llengua minorizada ou minoritaria.
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