En el programa de hoy hablé sobre las relaciones que se establecieron entre el reino de León y los condados catalanes en la Edad Media. Tras la invasión musulmana el imperio carolingio quiso crear una marca defensiva que sirviera de frontera meridional, y para ello ocupó en el último cuarto del siglo VIII las actuales comarcas pirenaicas. Estos dominios serían conocidos con el nombre de Marca Hispánica y se organizaban políticamente en diferentes condados dependientes del rey franco. En la zona de la actual Cataluña hubo hasta 12 condados diferentes, aunque lo más habitual es que fueran sólo 7.
A finales del siglo IX, el monarca carolingio Carlos el Calvo designó a Wifredo el Velloso único conde de varios de estos condados (Cerdaña, Urgel, Barcelona y Gerona), lo que suponía la reunión bajo su mando de buena parte del territorio de la Marca Hispánica. Wifredo es un icono y una leyenda para los catalanes, pero se suele olvidar que a su muerte repartió sus condados entre sus hijos. Existe una leyenda que le atribuye la creación póstuma del emblema heráldico de las barras aragonesas, pero es muy tardía (s. XV) y además es un anacronismo, ya que la heráldica no dio sus primeros pasos hasta mediados del s. XII.
Durante el siglo X los condados catalanes habían ido actuando de forma cada vez más independiente respecto a los reyes carolingios de Francia, que se encontraban sumidos en la decadencia. En el 987 parece que Borrel II se negó a prestar juramento al rey francés, oficializando así su independencia, aunque los reyes franceses siguen figurando en los documentos catalanes hasta mucho más tarde.
ALFONSO VI
A principios del s. X el conde Ramón Borrell gobernaba tres de los condados más importantes: Barcelona, Gerona y Osona. Uno de sus descendientes, Ramón Berenguer I “el Viejo” (1035-1076) fue el principal personaje en esa zona de Hispania: logró asentar la primacía de Barcelona sobre los demás condados. Ramón Berenguer I dejó estipulado en su testamento que sería sucedido por sus dos hijos mellizos: Ramón Berenguer II (“Cabeza de Estopa”), y Berenguer Ramón II (“el Fratricida”), que gobernarían conjuntamente, aunque finalmente ambos hermanos optaron por dividir los territorios. Ramón Berenguer II fue asesinado en el año 1082 a manos de sicarios presumiblemente al servicio de su hermano, lo que hizo que Berenguer Ramón II se tuviera que enfrentar a un Juicio de Dios arbitrado por Alfonso VI de León. Al ser derrotado partió a Jerusalén.
Alfonso VI fue reconocido dentro y fuera de la Península como el principal rey de la cristiandad hispana. Sancho Ramírez de Aragón y Pamplona se habría convertido en su vasallo ya desde el año 1076. Por su parte, también admitían esta superioridad los condados catalanes. Ya desde los tiempos de Ramón Berenguer I, el padre de ambos, se incluía al rey leonés en la data de los documentos.
Valladolid fue repoblada en 1072 por el conde Ansúrez, bajo las órdenes de Alfonso VI. A lo largo del siglo XII se produjo la llegada de catalanes y franceses debido a la relación de descendencia del conde Ansúrez con los condes de Urgel (su yerno era conde de allí).
Por cierto, los términos Catalania y catalanenses se encuentran por primera vez en forma escrita hacia 1117, siendo los más directos precedentes de Cataluña y catalanes.
ALFONSO VII
En 1128 contrajo matrimonio, en el Castillo de Saldaña, con Berenguela de Barcelona, hija de Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, y hermana de Ramón Berenguer IV, que sería el sucesor en el condado. Por lo tanto podría decirse que nuestro Fernando II era catalán por parte de madre. En 1151 Alfonso VII y su cuñado Ramón Berenguer IV firmaron el Tratado de Tudilén por el que el barcelonés se hizo vasallo de Alfonso VII. Ya había asistido en León a la coronación imperial de Alfonso en 1135.
El Conde Ponce de Cabrera (de la Cabrera catalana, no de la leonesa), hijo del vizconde de Gerona, vino a León con Berenguela, y llegó a Mayordomo Mayor del Emperador. Curiosamente después también tuvo bajo su dominio a la Cabrera leonesa.
Otro noble catalán que llegó a la corte de Alfonso VII fue Ponce de Minerva, posiblemente vinculado a la casa condal de Barcelona. Llegó a alférez real, conde, tenente en diversas plazas leonesas.
Es decir, los principales puestos de la corte leonesa llegaron a estar ocupados por catalanes.
Ramón Berenguer IV, el cuñado de Alfonso VII, tuvo una gran importancia histórica, porque se casó con Petronila, la princesa heredera del reino de Aragón. Con su boda, en 1150, nace la Corona de Aragón, unión de los condados catalanes y Aragón. Tuvieron un hijo, Alfonso II, que tuvo como tutor a Fernando II de León, su primo hermano. Del 22 al 27 de diciembre de 1159 tuvo lugar un encuentro diplomático de alto nivel entre Fernando II de León y Alfonso I de Portugal (Afonso Henriques) en Santa María de Palo, al lado de Tuy. Entre otras cosas, se negociaría casar a Alfonso, heredero de Cataluña y Aragón, con Mafalda, una infanta portuguesa de 6 ó 7 años de edad. Estaba presente Ramón Berenguer IV, su padre. Éste debió iniciar el regreso poco después, porque el 27 de febrero el conde de Barcelona estaba en León, en la corte de su sobrino Fernando II, de donde partió al parecer en el mes de marzo.
Pero en 1162 murió Ramón Berenguer IV. El niño Alfonso II, primer rey de la corona de Aragón, se reunió con Fernando II en Ágreda y entre otras cosas se acordó que el rey leonés fuera su tutor, tomándolo por padre, tutor y defensor suyo y del reino. No es de extrañar que Fernando, convertido en tutor de Aragón y Cataluña, siéndolo ya también de Castilla, aparcara el título de “Rey de los Leoneses” y empezara a intitularse “Rey de los Hispanos” y “Rey de las Hispanias”.