Tal y como prometí, ayer asistí al Día del Turismo de Castilla y León 2008. Allí pude comprobar que todos los actos programados tuvieron un marcado protagonismo leonés: pendones, justas de Hospital de Órbigo, el mariquelo, aluches, gaiteros bercianos, guirrios, etc. Asimismo, la inmensa mayoría de asistentes fueron leoneses, aunque también hubo algunos autobuses procedentes de Castilla.
Según los señores políticos, la asistencia debió andar en torno a las 3.000 personas, es decir, fue exactamente la misma que en las anteriores ediciones. De hecho, ya adelantaron la cifra hace algunos días. ¿A qué se debe este aparente acto de clarividencia? Muy sencillo: a que la Junta encarga todos los años a varios alcaldes de su cuerda, previa subvención, la tarea de llenar un número X de autobuses con jubilados. A estos señores les atrajeron prometiéndoles un viaje y un condumio gratuitos, además de poder distraerse con lo más vistoso del folclore leonés. Vamos, que recuerda mucho a la famosa oferta con la que los emperadores romanos mantenían tranquilo al populacho: pan y circo. Sólo que ayer el "pan" consistió en unas tristes y parquísimas raciones similares a las que sirven en los aviones, y el "circo" lo pusimos los leoneses.
Eso sí, todo gratis para los señores visitantes: sombreros de paja con el lema "Castilla y León es vida", taburetes de cartón con el emblema de la Junta, folletos a porrillo para todos, etc., etc. Resultó triste y patético contemplar a grupos enteros de jubilados peleándose por cualquier cosa que pareciera gratuita, aunque donde esto alcanzó su culmen fue en las interminables colas bajo el sol para conseguir la irrisoria ración que proporcionaba la Junta a cambio del tique del viaje. Algunas personas llegaron a decir que para comer decentemente tendrían que haber acumulado al menos diez tiques. Lo siento por ellos.
Por otra parte, esta promesa de comida gratuita hizo que muchos bares y restaurantes de Riaño quedaran bastante vacíos durante la mayor parte de la mañana, por lo que el beneficio económico no debió ser tan alto como cabría esperarse en un principio. Hablando de beneficios, cabe reseñar que el vino era de Ribera de Duero (Valladolid), y el servicio de"catering" fue contratado a una empresa castellana (soriana, para más señas). Es decir: que León puso el circo y los artistas, y Castilla se llevó la recaudación por la puerta de atrás.
El acto político que dio inicio al Día del Turismo fue sencillamente repugnante, ya que los políticos de la Junta y sus adláteres se dedicaron a cantar las glorias del turismo en León, sin mencionar siquiera temas tan espinosos como la línea de Alta Tensión Sama-Velilla, la estación de esquí de San Glorio (que ya no podrá hacerse en Palencia, y la Junta parece que no quiere ni contemplar la posibilidad de hacerla sólo en León), la preocupante ausencia de turistas en la Montaña Oriental Leonesa, etc. etc. Es más, el pregonero todavía tuvo la desfachatez de decir que los riañeses ya se han acostumbrado al pantano que destruyó su pueblo, y que prácticamente están mejor que antes. Afortunadamente, en el acto estuvo presente un grupo de personas que les cantaron las cuarenta. Teniendo en cuenta que la tribuna no disfrutaba de palio ni de sombra de ningún tipo, y a juzgar por sus caras y gestos nerviosos, todos los políticos y sus lacayos allí presentes pasaron un gran calor por dentro y por fuera. Una pena que el presidente de la Junta se rajara a última hora y no acudiera a la cita.
Resumiendo un poco: Lo peor del día: ver a los jubilados llevando los sombreros con un lema tan poco adecuado para un sitio como Riaño, y verles suplicar (y exigir) por cualquier cosa que pareciese gratuita. Y comprobar cómo quedó todo lleno de mierda (gracias por la foto, Pedro).
Lo mejor del día: el reencuentro con la maravillosa gente de Riaño (Toño, Alfonso, etc.) y con otros viejos conocidos (Pedro, Carba, etc.), el haber podido conocer a mucha gente interesante (Víctor y compañía, Marcos...), y el haber disfrutado una vez más de la fabulosa comida del restaurante El Molino de Huelde.
PD: Gracias a Pedro y Víctor por sus fotos.