“Defiendo Castilla y León allá por donde voy con mi célebre colección de orinales” (El Pesetos, coleccionista, pág.14)
Pero metámonos en harina. ¿Qué es ARGI? Aunque en euskera esa palabra significa "Luz", por lo visto este nombre es la forma corta de “Argimiro”, que era el pseudónimo de su director, y el nombre de un hijo suyo.
En ese sentido, el concepto que tiene esta


Empecemos por la “Carta del Director”, una especie de editorial presidido nuevamente por la efigie aparentemente pensativa de D. Javier Pérez Andrés: en ella el infatigable periodista nos relata entusiasmado la agradable sorpresa que se llevó al encontrar el cuartelado de castillos y leones grabado en una pared en la fortaleza de San Cristóbal y en otros lugares de Puerto Rico. Ello le lleva a reflexionar lleno de orgullo acerca de que el dibujo era prácticamente igual al de la actual enseña autonómica, aunque a continuación se lamenta de que esa bandera
“aquí, en mi región, sólo ondea en edificios oficiales y casi siempre en mástiles a mucha altura de los ojos, de las manos y del corazón”A juzgar por esta frase, se ve que este señor sería feliz llevando un sombrero, un antifaz, unas manoplas y una camiseta de la Junta. Si alguna vez D. Javier tuviera la desgracia de tener que usar un marcapasos, sus médicos ya saben qué motivo grabar en el aparato antes de implantárselo. El resto del artículo sigue en el mismo tono patriotero, por lo que en vez de titularlo “un descubrimiento fascinante” debería haberlo llamado “Banderas de nuestros padres”. Por supuesto, el señor Pérez Andrés parece olvidar convenientemente en todo momento que el escudo y la bandera cuartelados representaban en esa época a toda la Corona, y no a las nueve provincias actuales, pero, claro, ese es un detalle sin importancia.
El director dedica los últimos párrafos a cantar las excelencias de la fiesta (?) de Villalar y sus símbolos, rematando con un colofón autoexplicativo:
“Feliz día de Castilla y León. ¿Por qué nos costará tanto?, con lo sencillo y fácil que es sentir y no ocultarlo”Bueno, los leoneses podemos responderle a esa pregunta cuando quiera.
El resto de la revista está plagado de artículos de temas muy diversos, pero que tienen en común el mismo tufillo propagandístico y panegirista: “Los comuneros: Los primeros héroes de la región”; una entrevista a Juan Vicente Herrera (quien sin duda se sentirá muy cómodo y ufano en una revista de este tipo); “Los vinos del Estatuto”, en el que “el comité de cata analiza once vinos de la añada de 1983”; un análisis del Estatuto de la comunidad de mano de Fernando Rey (uno de los dos perpetradores del texto), etc., etc. Y es que 82 páginas a todo color dan para mucho. ¿O tal vez no? Veamos:
Uno de los artículos está dedicado a la famosa “Fundación Villalar”, con el significativo título “El reto de forjar una identidad”. Y es que, sin duda, tratar de forjar una identidad desde cero debe de ser una tarea muy difícil, porque es algo inédito en el resto de España. Pero con dinero todo se puede arreglar (o eso piensan ellos).
Además de la mega-entrevista al presidente de la Junta (6 paginazas), hay otra hecha a Demetrio Madrid bajo el título “Castilla y León: el sueño de los valientes”, aunque hubiera quedado más propio “la pesadilla de los leoneses”.
Algo que está presente en toda la publicación es el uso (y abuso) del término “regional” para referirse al conjunto de la comunidad autónoma, a pesar de que hasta el preámbulo del actual Estatuto viene a reconocer que está compuesta por dos regiones históricas diferentes. Hasta el señor Juan Vicente Herrera lo utiliza con total desparpajo, cosa que no ha de extrañarnos, pues su administración ha empezado a poner el apellido “regional” a algunas de sus nuevas instituciones, como el Ente Regional de la Energía.
Otro artículo que no tiene desperdicio es “Castilla como necesidad” del periodista Carlos Blanco, quien deja bien claro que para él sólo existe la fórmula Castilla+León=Castilla. Por supuesto, esta Castilla “ni fue dominante ni imperialista” (menos mal, porque si llega a serlo...). Al menos el autor tiene la decencia de hacer examen de conciencia “regional” en la parte final:
“¿Quién puede decir, sin sonrojarse, que la autonomía ha sido el resultado de la conciencia de identidad del pueblo castellano?(...) Han pasado 28 años, juzguen por ustedes mismos. ¿No seguiremos, a pesar de lo que parece, en el punto de partida?”Personalmente, supongo que Castilla sí que sigue en el punto de partida. Las provincias leonesas, por desgracia, han quedado mucho más atrás en el devenir de la comunidad.
Un artículo que hay que reseñar es el kafkiano “El Motín de la Trucha”, que trata acerca del famoso y semi-mítico motín que tuvo lugar en la Zamora medieval. Lo surrealista del asunto es que inaugura la sección “Castilla(!) milagrera”, que pretende recordar “un tiempo en que en Castilla se produjeron hechos sobrenaturales”.
No menos kafkiano es el artículo “Regionalismo sano”, de Fernando Rey, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Valladolid y, como ya se ha dicho, uno de los dos padres del Estatuto que no parece estar demasiado a gusto con cómo le ha quedado el “hijo”. Por ejemplo, se lamenta de que “no se ha conseguido que las sedes de las instituciones aparezcan en el Estatuto, incumpliendo, por cierto, el mandato constitucional”. Una pena y un escándalo, oiga.
Hay muchos más artículos, pero la mayoría están dedicados a la que parece la gran pasión de Javier Pérez Andrés: los vinos y la gastronomía. Algunos están salpicados por pintorescos comentarios de diversos personajes de la vida social, cultural y política de la comunidad acerca de lo que les dice “Castilla y León” (ninguno negativo, por supuesto). De entre ellos he sacado el que encabeza este post, por lo que tiene de simbólico.
En cuanto a la revista en sí, sólo me queda desearle que siga el fulgurante camino trazado por la editorial Ámbito, de la que es hija intelectual en cierto modo. Que siga el derroche, que paga mamá Junta.
