Os quiero dejar aquí otra colaboración de Miguel Ángel Diego Núñez, en esta ocasión sobre el aniversario de la muerte de Miguel de Unamuno. Estos días he estado sin acceso al PC, por lo que aprovecho por pedirle disculpas por el retraso en publicar este post.
No falta nada para el 31 de diciembre, 81 aniversario del fallecimiento de Unamuno. Queremos homenajearlo este año recordando la ubicación de Salamanca en su geografía. Se ha tachado con razón a Unamuno de contradictorio, pero en cuanto toca a Salamanca es de una coherencia abismal. Para él Salamanca se encuentra en el Reino de León, incluido en la mitad atlántica de España:
“Lo fuerte, lo serio, lo verdaderamente nuevo somos nosotros, pero, en España y como españoles, nosotros somos el corazón de la vertiente atlántica.
Porque España no creo que pueda dividirse en la polaridad tan fecunda para todo pueblo, en norte y sur como algunos piensan, sino más bien, como creen otros, en las dos vertientes, la atlántica y la mediterránea –incluyendo en esta la parte en la que el Guadalquivir desemboca-. A España hay que partirla transversalmente por una línea que de hacia el Maladeta vaya al cabo de San Vicente. De un lado Cataluña, Aragón, Valencia, Murcia, Castilla la Nueva, toda Andalucía y hasta Extremadura; del otro, el litoral cantábrico, Castilla la Vieja y el reino de León. De un lado los pueblos estéticos, los del gesto y eso que llaman la gallardía, los de parada y plaza pública, los de la zarzuela, y de otro nosotros. Y de la parte de allá quédase Madrid con sus cotarros, donde todos son unos.
Dejémosles predicando la alegría de vivir y otras vaciedades y seamos como somos, sin proponernos ser ni alegres ni tristes. No, sino como Dios y nosotros nos hemos hecho.” (Bilbao, 1908)
Por otra parte, Unamuno da una particular importancia a la lengua, como atestigua en 1923:
“Esta tierra bajo el cielo, esta tierra llena de cielo, esta tierra que siendo un cuerpo, y por serlo, es un alma, esta tierra hizo, con el latín, unos lenguajes, unos romances. Hizo el catalán, y el aragonés, y el leonés, y el bable, y el castellano, y el gallego, y el portugués. De ellos salieron los idiomas literarios y oficiales. Y esos lenguajes son las razas. (…) Pero más que raza de sangre, más que línea de sangre, raza de lenguaje.”
A lo largo de su vida repetirá una y otra vez que Salamanca forma parte del reino de León y leonesas son las particularidades de su habla popular, llegando incluso a afirmar en 1931 que:
“A las puertas de esta ciudad se hablaba leonés, y aquí se fundieron ambos dialectos [leonés y castellano]. Pero esta Universidad nunca fue castellana, sino universal y española.”
El 30 de mayo de 1933, el Congreso de los Diputados determina que la región de León está constituida por las provincias de León, Salamanca y Zamora, tesis defendida por Claudio Sánchez Albornoz y avalada en votación nominal por 90 votos contra 19.
El debate y la decisión mueven a escribir a Víctor de la Serna:
“Es decir, que desde el nacimiento de Castilla –naturalmente posterior al del reino asturiano-leonés-, Palencia y Valladolid son Castilla.
Nada de esto aminora la belleza y el interés de la magnífica civilización leonesa, fina y elegante, al lado de la tosca castellana. La vieja corte de León, influida por las cortes europeas, depositaria del goticismo más puro, elaboradora de Códigos magníficos, fundadora de muchas categorías inmortales españolas, ofrece un interés inagotable dentro de su extensión geográfica.
Cuando abandono al ilustre profesor Sánchez Albornoz -justamente el historiador de la civilización y la cultura leonesas-, me encuentro con el maestro Unamuno, que dice cosas pintorescas, graciosas y geniales acerca del tema. Para él las fronteras de León y Castilla pueden establecerse por la línea de cultivo de algunas voces diferenciales en romance castellano y en romance leonés. Por ejemplo, en León dicen ‘el pan yeldo’, y en Castilla ‘el pan yudo’. En León ‘candar la puerta’, y en Castilla ‘cerrar la puerta’. Llegamos a establecer que, efectivamente, los límites de Castilla con León son los mismos lingüísticamente que históricamente, y que pueden marcarse por el Cea y el Esla, que son la frontera de astures y vacceos de antes de la Reconquista.”
Viene Unamuno a ratificar así lo que escribiera en 1907 a su discípulo Federico de Onís:
“Mi idea es que Salamanca no es Castilla sino una transición de León a Extremadura con toques portugueses y algunos castellanos.’
Es el lenguaje, el dialecto leonés, el que permite a Unamuno cerciorarse de la pertenencia de Salamanca propiamente al reino de León y no a Castilla y a corregirse a sí mismo cuando la incluye en el término Castilla, como ya hiciera en 1906:
“Considerad que os escribo desde una antigua ciudad castellana, y más que castellana leonesa, que duerme en una llanura donde ondea el trigo, a la orilla de un río lento que la refleja entre álamos sencillos, desde el seno de una ciudad remanso de sosiego a cuyas bordadas piedras enciende en oro el sol poniente cuando se acuesta entre las encinas graves. Aquí se aprende a pensar despacio, bajo el peso de los recuerdos que vagan en el ámbito espiritual.”
Miguel Ángel Diego Núñez