En el programa de hoy hemos hablado de un tema que hasta ahora no había tocado en el blog: la traslación o traslado del cuerpo de San Isidoro desde Sevilla hasta León. Además,
este año se cumplen los 950 años de la efeméride (1063-2013). Siempre me he preguntado cómo teniendo a este santo en común nunca se ha planteado, que yo sepa, la posibilidad de hermanar a las dos ciudades.
¿QUIÉN ERA SAN ISIDORO DE SEVILLA?
Fue el principal personaje intelectual no sólo de la Península sino de toda Europa de la época. Nació posiblemente en Cartagena a mediados del s. VI y murió en Sevilla en 636; es decir, vivió en la época visigoda. Los reyes visigodos eran arrianos, pero San Isidoro y su hermano Leandro fueron claves para su conversión al catolicismo. San Isidoro llegó a ser arzobispo de Sevilla, y como tal presidió multitud de sínodos y concilios.
Pero Isidoro debe su fama mundial a su ingente labor intelectual y a la enorme cantidad de libros que escribió. Su obra más importante fue las “Etimologías”, una auténtica enciclopedia del saber de la época que se copió a lo largo de la Edad Media y la Edad Moderna por toda Europa. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1722.
¿CÓMO ACABÓ SAN ISIDORO EN LEÓN?
Aquí llegamos al meollo del asunto. Como vemos pasaron más de cuatro siglos entre la muerte del santo en Sevilla y su traslado a León. En ese lapso de tiempo ocurrieron muchas cosas: 75 años después de su fallecimiento, en el 711, llegaron los musulmanes e invadieron la Península. Surgió el reino de Asturias, avanzó lo que se llamó la Reconquista, en el 910 se trasladó la capital del reino cristiano a León, etc.
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Fernando I y Sancha |
Durante gran parte de ese tiempo el reino de León luchó básicamente por sobrevivir, pero las cosas cambiaron drásticamente con el cambio de milenio: a partir de ese momento al-Ándalus se fraccionó en multitud de reinos de taifas que peleaban entre sí. El reino de León se convirtió en el más importante de toda Hispania, y dirigió la política tanto de los demás reinos cristianos como de los musulmanes. Los reyes que mejor representaron ese cambio fueron doña Sancha y su marido Fernando I (1037-1065). A ellos acudían los reyes de taifas para pagarles elevados tributos en oro (las famosas parias) sencillamente para que se les permitiera seguir existiendo o para pedir ayuda militar contra otros reinos musulmanes. Las principales taifas se convirtieron en tributarias y vasallas del reino de León: Zaragoza, Toledo, Badajoz... y Sevilla.
En el año 1063 reinaba en Sevilla al-Mutadid, y Fernando y Sancha le impusieron, además de los tributos, que debería entregar los cuerpos de las santas mártires Justa y Rufina. El rey moro aceptó a regañadientes: los leoneses enviaron una nutrida embajada compuesta por varios nobles y soldados, y los obispos de León y Astorga, Alvito y Ordoño, respectivamente. Al legar a la capital sevillana resultó que nadie sabía dónde estaban enterradas las santas. La comitiva dedicó varias semanas a remover cielo y tierra, pero las santas seguían sin aparecer. Tristes y deprimidos, Alvito y Ordoño se prepararon a pasar la última noche en Sevilla antes de regresar al reino de León con las manos vacías. Muy oportunamente Alvito (el obispo de León) tuvo un sueño esa noche: se le apareció el mismísimo San Isidoro y le reveló el lugar donde estaba enterrado su propio cuerpo. Durante el sueño el pobre Alvito debió dar muestras de escepticismo, porque el Santo le profetizó como prueba que moriría en pocos días tras una corta enfermedad.
Imaginemos la sensación que tuvo que causar el obispo leonés cuando contó su sueño al resto de la embajada. Efectivamente, encontraron un cuerpo al excavar en el lugar que les indicó, y no podía ser otro que el del santo. Alvito también les contó la profecía sobre su muerte, y así ocurrió, porque al iniciar el viaje de regreso a León cayó enfermo y murió al poco tiempo, siendo proclamado santo. Podría decirse, por tanto, que los leoneses fueron a Sevilla a buscar los cuerpos de dos santas, que encontraron el de un santo, y que regresaron a León con los de dos santos.
En el camino de vuelta de la embajada fueron surgiendo iglesias dedicadas a San Isidoro, como en Miróbriga (llamada después Ciudad Rodrigo). Hay un montón de leyendas sobre este viaje, muchas de las cuales aparecen en "Los Milagros de San Isidoro", de Lucas de Tuy:
-Aunque las reliquias isidorianas no pesaban mucho, la mula sobre la que pusieron el cuerpo no podía moverse, por lo que hubo que ponerlas sobre un carro tirado por caballos.
-Por el camino de regreso quiso atacarles un ejército de moros, pero éstos milagrosamente sufrieron un ataque de amnesia y al llegar ante el cuerpo de San Isidoro no se acordaban de qué iban a hacer y se dieron la vuelta.
-Esos mismos moros, al alejarse y recordar a lo que habían ido, volvieron a atacar a la comitiva, pero se quedaron ciegos.
-El santo durante el viaje provocó lluvia, acabando así con una terrible sequía que había en los alrededores de León.
-El cuerpo al llegar a Villaverde de Rioseco no se podía mover, como si pesara muchísimo, hasta que Fernando I se comprometió a levantar una iglesia en honor de San Isidoro.
-Al llegar a la ciudad de León el caballo que transportaba a San Isidoro se dirigió sin ayuda hasta la iglesia de San Juan Bautista (después basílica de San Isidoro).
Fernando I y doña Sancha estaban tan entusiasmados con la llegada del cuerpo que derribaron la antigua iglesia de San Juan Bautista y comenzaron las obras de la actual Basílica y del Panteón de los Reyes, que convirtió a León en un foco de peregrinaje por méritos propios, y que contaba además con la ventaja de estar en el Camino de Santiago. De él decía el famoso Códex Calixtinus:
Luego, en la ciudad de León, se ha de visitar el venerable cuerpo de San Isidoro, obispo y confesor o doctor, quien estableció una piadosísima regla para los clérigos de su iglesia, infundió sus doctrinas al pueblo español y honró a toda la santa Iglesia con sus floridos escritos.
Como vemos, un santo que valdría perfectamente como excusa para hermanar a las ciudades de Sevilla y de León.
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