NICOLÁS BARTOLOMÉ PÉREZ
La realización de un curso de leonés en El Bierzo organizado por la asociación cultural astorgana La Caleya con la colaboración del Consejo Comarcal del Bierzo y de la Academia de la Llingua Asturiana ha puesto muy nerviosos a los grupos del pequeño entramado político-lingüístico que controla el concejal de la ciudad de León Abel Pardo. Parece clara la pretensión de este político nacionalista de que el leonés constituya su coto particular donde nadie, sin su permiso, pueda actuar. Así parece indicarlo también el reciente comunicado con motivo del Día de la Lengua Materna del entorno pretendidamente cultural que se mueve al servicio de la estrategia política del veterano líder de Conceyu Xoven, y donde todas las asociaciones, entidades y personas que trabajan por el leonés sin someterse a sus directrices políticas (Furmientu, Llibros Filandón, La Caleya) aparecen excluidas de la labor de recuperación de la lengua, lo que, bien mirado, constituye todo un honor.
Que La Caleya, una asociación con más de una década de existencia y muy comprometida con la recuperación de los valores culturales leoneses (música popular, tradición oral, lengua), sea quien oferte el curso es de por si una garantía de calidad. Pero la solvencia del curso se la otorga especialmente el profesor que imparte las clases, el filólogo leonés Héctor García Gil que cuenta con experiencia docente, ha realizado investigaciones sobre las hablas leonesas vivas del Bierzo y sobre numerosos aspectos de nuestro patrimonio lingüístico, cuenta con un currículo formativo muy notable y, además, es hablante de leonés. Pero, sobre todo, García Gil es una de las poquísimas personas que puso en marcha a principios de la pasada década el proceso cívico de recuperación del leonés y que lleva muchos años trabajando en esta tarea, no en vano fue el principal promotor de Facendera pola Llingua, con lo que los asistentes al curso se van a encontrar con una persona que aúna rigor, honestidad intelectual y compromiso con el futuro del leonés. En este curso, como ya se ha apuntado, también colabora la Academia de la Llingua Asturiana lo que ha dado pie a una desproporcionada campaña instada directamente por el señor Pardo contra la institución académica cargada de insultos, provocaciones y mentiras. No merece la pena entrar en este insensato juego de diatribas, quienes tienen que recurrir al exabrupto no hacen más que constatar su carencia de argumentos, su bajeza moral y una absoluta falta de educación que resulta muy llamativa en gente que pretende dedicarse a la enseñanza y que se autodenominan profesores. La Academia de la Llingua lleva muchos años colaborando de buena fe con cuantos colectivos leoneses se lo han solicitado, y eso debería de saberlo bien Abel Pardo porque el mismo, de lengua materna castellana, aprendió a hablar leonés en un curso de asturiano avalado por la Academia. El 1991 la UPL contactó con la Academia de la Llingua Asturiana pidiendo ayuda para impartir un curso de lengua «lleunesa» (sic), y la institución lingüística envió un profesor versos materiales educativos, exactamente igual que acontece ahora con el curso de La Caleya, aunque en este caso el profesor es leonés. A aquel curso de asturiano celebrado a principios de 1992 asistieron bastantes leoneses, entre ellos Pardo que adquirió unos conocimientos rudimentarios sobre la lengua que hasta entonces no tenía. Esos conocimientos fueron ampliándose mediante la lectura de literatura asturiana y el estudio de la normativa académica y, así, Pardo superó con éxito los exámenes de asturiano (orales y escritos) que realizaba la Academia en Oviedo por lo que obtuvo el diploma de conocimiento básico de asturiano, algo de lo que en su momento se sintió muy orgulloso como el mismo me manifestó. En 1996 apareció el volumen «Cuentos de Lleón» coordinado por Héctor García Gil con el ánimo de impulsar la creación literaria en leonés y donde se recogían relatos de varios autores leoneses, la mayoría noveles, y donde Abel Pardo publicó dos narraciones en asturiano central en un libro de literatura en leonés sin que nadie se rasgara las vestiduras por ello. Por supuesto los contactos de Abel Pardo con la ALLA fueron durante mucho tiempo muy intensos como él mismo declaró en una entrevista concedida al semanario asturiano «Les Noticies» (edición de 2 de mayo de 1999), y donde realizó una serie de consideraciones muy interesantes: «Una cosa que tenemos muy clara [en Conceyu Xoven] es que leoneses y asturianos hablamos la misma lengua. El problema es que la Academia de la Llingua Asturiana no puede actuar fuera del Principado por cuestiones administrativas y de competencias y ante esto nos encontramos con una desprotección evidente, lo que nos plantea la necesidad de crear instituciones propias que traten todo lo que se refiere a nuestra lengua en León, pero siempre en coordinación con la Academia y con las instituciones mirandesas». Más adelante el señor Pardo Fernández apuntó: «Lo cierto es que en este momento existen dos normativas en nuestro dominio lingüístico [la asturiana y la mirandesa], aunque lo ideal sería que hubiera un solo sistema para todos los hablantes de asturleonés». Para concluir Pardo insistió en que «tenemos unas relaciones cercanas y preferentes con varios colectivos asturianos, e incluso con la propia Academia de la Llingua Asturiana, pero tenemos muy claro que somos dos pueblos que tenemos la misma lengua, que partimos de una misma raíz.»
Probablemente Abel Pardo dejó de cortejar a la Academia en el momento en la institución asturiana no accedió, con buen criterio, a colaborar con él en la creación de algún tipo de entidad lingüística leonesa que supongo querría dirigir el propio Pardo. Esta situación marcó el nacimiento del «llïonés», el producto ideológico-lingüístico elaborado directamente por Abel Pardo sobre la base del asturiano normativo al que le ha añadido algunos elementos del asturleonés occidental y otros aditamentos extraños que han adoptado con la fe del converso los militantes castellano-hablantes de Conceyu Xoven y asociaciones vinculadas. Rápidamente este «llïonés» ha sido elevado por un sector muy minoritario pero radicalizado del leonesismo a la categoría casi sagrada e intocable de símbolo supremo de lo leonés, pero con una funcionalidad que no supera los límites del uso ritual que de él se hace y desconectado de las variedades leonesas de la lengua. Abel Pardo ya ha proclamado que su creación pseudo-filológica es una lengua diferenciada, pero en realidad este político sin ninguna formación lingüística seria no ha hecho más que recrear de forma pésima y artificial (al menos a nivel fonético, morfosintáctico y de conjugación verbal) una variedad lingüística viva como es el asturleonés occidental de tipo A, de acuerdo con la clasificación del asturleonés occidental que en su día hizo el gran lingüista Diego Catalán, y que se habla exclusivamente en Asturias en una amplia zona que abarca los concejos de Cudillero, Pravia o Grado, entre otros. Es decir, quien quiera oír algo parecido a este «llïonés» de voz de hablantes nativos lo encontrará en Asturias no en el Viejo Reino, aunque sus hablantes patrimoniales lo conocen como «asturianu».
Donde la Academia de la Llingua no quiso seguir el juego a Pardo sí que entró la Universidad de León empeñando su prestigio al amparar unos cursos de monitores de «llïonés» realizados a iniciativa de Abel Pardo, cuyas constantes maniobras en nuestra Universidad son bien conocidas. Esos cursos, o lo que sean y que no sé si todavía existen, carecen del más mínimo rigor como reconocieron en su momento responsables de la Universidad, y , por supuesto, no otorgan ninguna titulación oficial universitaria. Los monitores de Abel Pardo exigen la exclusiva de la enseñanza del leonés, aunque nadie les ha concedido esa potestad, y exhiben para ello un supuesto título que no vale más que para mostrar la adscripción de sus poseedores a los dogmas político-lingüísticos del inventor del «llïonés».
Con todo, lo preocupante de todo esto no radica en que este nacionalismo esencialista que representan Abel Pardo y sus leales voceros quieran el monopolio de la enseñanza del leonés o pretendan imponer su visión deturpada de nuestro maltrecho patrimonio lingüístico, lo serio está en que los nacionalismos dogmáticos de esta laya siempre quieren más; ya lo estamos comprobando con su insolente reclamación irredentista de zonas castellanas, gallegas y portuguesas que incluyen sin pudor en su modelo territorial «llïonés», incluso con viajes turísticos a unos imaginados territorios leoneses de Portugal.