Hoy voy a presentaros un fragmento de la página 417 y siguientes del Tomo I de "Historia de una cultura", titulado "Castilla y León en la Historia de España", editado por la Junta de Castilla y León en el año 1995. Este texto comienza el capítulo "Historia Contemporánea de Castilla y León", y está firmado por Julio Aróstegui, un prestigioso historiador a quien tuve el honor de entrevistar durante la carrera de Historia junto a mi amigo Davíd Martínez. He suprimido ciertos pasajes que no tenían que ver con el enfoque que os he adelantado en el título de esta entrada. De todos formas, no os llevéis a engaño: al final, en el libro opta por la vía fácil e identifica la historia de Castilla con la actual autonomía. En cualquier caso, Aróstegui da muestras de una gran valentía al mostrarnos en una obra de la Junta sus escrúpulos éticos ante la tarea de abordar la historia de una "región histórica" que fue creada en 1983. Espero que os preste.
INTRODUCCIÓN: UN HISTORIAR CON DUDAS
Cuando se emprende una escritura como la aquí propuesta, a la que ha de ponérsele el rótulo Historia contemporánea de Castilla y León, el autor puede sentirse, como es el caso, ante dudas no pequeñas que, creemos, debe darlas a conocer al lector de este libro —o de esta parte del libro— cuanto antes. (...) No resulta sencillo de escribir una historia «regional» desde la perspectiva obligada de un marco «estatal». Y no lo resulta, especialmente, cuando uno no quiere engañarse, ni engañar, dejándose llevar por la cómoda idea de que la Historia regional es la Historia estatal en miniatura. Particularmente en estos tiempos, nos van acostumbrando a aceptar que una Historia de una región consiste en contar los hechos de la Historia del Estado «que han ocurrido» en tal región. Y cuando se tiene poco o nada que contar de la región se cuenta lo que ocurre en el Estado. (N. de R.: que es precisamente lo que está ocurriendo con los libros de texto de esta comunidad en cuanto se salen de la Edad Media)
Creo sinceramente que este recurso engaña al lector de Historia y pretende engañar a la Historia misma. Hacer una Historia regional cuando estamos acostumbrados a hacerla estatal o hacerla «local» —que es otra cuestión— no es, atento lector, nada fácil(...)
Porque, ¿es posible realmente hacer una Historia de la «Castilla y León» contemporánea que tenga en sí misma un significado y que no fuerce las cosas a la anacronía, la ucronía o a la falsa topología, la falsa toponimia? Es imaginable, sin duda, una larga retahíla de preguntas, al hilo mismo de esas primordiales que hacemos, que ni siquiera podemos atrevernos a plantear aquí. ¿Cómo debe esta Historia encajarse en la historia del «Estado»? ¿Hay una entidad «Castilla y León» sujeto de una Historia delimitada en los siglos XIX y XX o estamos proyectando caprichosamente, y, tal vez, interesadamente, nuestro presente en el pasado para crear una entidad que no existe?
Una Historia de entidad tal como «Castilla y León» contemporánea es, si se toma la empresa con escrúpulo de rigor, un ejercicio de composición complicada, por las razones que aludimos brevemente. Esa entidad política que pretendemos historiar no existe, como sabemos muy bien, hasta el año 1983. Podemos buscar sus raíces y podemos intentar explicarnos sus problemas en el pasado inmediato. Pero transportar esa realidad al pasado, sin más, falsea ciertamente las cosas (...)
El lector tiene ya, pues, una pequeña pista como elemento de juicio para calibrar el problema de este «historiar con dudas», Castilla y León, sujeta hoy a una realidad «autonómica», no es tal tipo de entidad en toda la época en que tenemos que historiarla. ¿Cómo superar esta aparente aporía? Y, en todo caso, ¿existen razones que hagan razonable y productiva la intención de tal superación? El historiador ha de hacer frente a estos problemas con buen ánimo, con recto ánimo, porque la Historia o bien sirve para hacernos entender mejor nuestro presente o no sirve para nada. Lo injusto será que queramos hacer nuestro pasado a la medida de lo que, en efecto, nos complace en él.
Cuando se emprende una escritura como la aquí propuesta, a la que ha de ponérsele el rótulo Historia contemporánea de Castilla y León, el autor puede sentirse, como es el caso, ante dudas no pequeñas que, creemos, debe darlas a conocer al lector de este libro —o de esta parte del libro— cuanto antes. (...) No resulta sencillo de escribir una historia «regional» desde la perspectiva obligada de un marco «estatal». Y no lo resulta, especialmente, cuando uno no quiere engañarse, ni engañar, dejándose llevar por la cómoda idea de que la Historia regional es la Historia estatal en miniatura. Particularmente en estos tiempos, nos van acostumbrando a aceptar que una Historia de una región consiste en contar los hechos de la Historia del Estado «que han ocurrido» en tal región. Y cuando se tiene poco o nada que contar de la región se cuenta lo que ocurre en el Estado. (N. de R.: que es precisamente lo que está ocurriendo con los libros de texto de esta comunidad en cuanto se salen de la Edad Media)
Creo sinceramente que este recurso engaña al lector de Historia y pretende engañar a la Historia misma. Hacer una Historia regional cuando estamos acostumbrados a hacerla estatal o hacerla «local» —que es otra cuestión— no es, atento lector, nada fácil(...)
Porque, ¿es posible realmente hacer una Historia de la «Castilla y León» contemporánea que tenga en sí misma un significado y que no fuerce las cosas a la anacronía, la ucronía o a la falsa topología, la falsa toponimia? Es imaginable, sin duda, una larga retahíla de preguntas, al hilo mismo de esas primordiales que hacemos, que ni siquiera podemos atrevernos a plantear aquí. ¿Cómo debe esta Historia encajarse en la historia del «Estado»? ¿Hay una entidad «Castilla y León» sujeto de una Historia delimitada en los siglos XIX y XX o estamos proyectando caprichosamente, y, tal vez, interesadamente, nuestro presente en el pasado para crear una entidad que no existe?
Una Historia de entidad tal como «Castilla y León» contemporánea es, si se toma la empresa con escrúpulo de rigor, un ejercicio de composición complicada, por las razones que aludimos brevemente. Esa entidad política que pretendemos historiar no existe, como sabemos muy bien, hasta el año 1983. Podemos buscar sus raíces y podemos intentar explicarnos sus problemas en el pasado inmediato. Pero transportar esa realidad al pasado, sin más, falsea ciertamente las cosas (...)
El lector tiene ya, pues, una pequeña pista como elemento de juicio para calibrar el problema de este «historiar con dudas», Castilla y León, sujeta hoy a una realidad «autonómica», no es tal tipo de entidad en toda la época en que tenemos que historiarla. ¿Cómo superar esta aparente aporía? Y, en todo caso, ¿existen razones que hagan razonable y productiva la intención de tal superación? El historiador ha de hacer frente a estos problemas con buen ánimo, con recto ánimo, porque la Historia o bien sirve para hacernos entender mejor nuestro presente o no sirve para nada. Lo injusto será que queramos hacer nuestro pasado a la medida de lo que, en efecto, nos complace en él.
¡Ostras, tío! Muy revelador.
ResponderEliminarPor fín van cayendo los tabúes y los miedos.La verdad es muy terca y al final, se abre camino.
ResponderEliminarNadie puede negar que la asociación política DECANA del leonesismo es el PREPAL, y el decano leonesista Iglesias Carreño que lleva en la brecha desde los tiempos preautonómicos. Hay que dar al César lo que es del César. Convendría ir a las emerotecas y leer los comunicados del PREPAL-SALAMANCA, ¡ Cuantos vaticinios que se han cumplido ! Si el Invento C-L no ha funcionado, ¿cómo va a funcionar en el futuro ? " LO QUE NO PUE SER NO PUE SER Y ADEMÁS ES IMPOSIBLE" que diría er maestro...
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