LOS CAMINOS HISTÓRICOS DE LEÓN, CON AGUSTÍN MOLLEDA

06 febrero, 2019

La Sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés (sexta planta) acoge las cuatro conferencias del ciclo ‘Febrero de Historia y de libros’. Todas a las 20 horas.

-Viernes 1 de febrero tuvo lugar la conferencia a cargo del médico e historiador José María Manuel García-Osuna y Rodríguez, autor del reciente ensayo ‘"El Rey Alfonso X El Sabio de León y de Castilla”, del que ya hablamos en la temporada pasada.
-Los caminos históricos de la Península, de Agustín Molleda:  JUEVES 7 de febrero
-Che Guevara, visto por su sobrino: 13 de febrero. Martín Guevara, hijo del hermano menor de Ernesto Guevara
-Los hijos de Hernán Cortés: 21 de febrero. febrero María del Carmen Martínez Martínez, profesora titular de Historia de América en la Universidad de Valladolid

Mañana jueves 7 de febrero a las 20,00 horas será el turno de Agustín Molleda, autor que ha sido pionero en recorrer a pie todos los caminos históricos de la Península Ibérica, tanto los de peregrinación hacia Santiago, como otros que han vertebrado los intercambios comerciales y culturales. El autor del reciente libro 'Hispania Ambulata' hará un recorrido por estas rutas, algunas célebres como el Camino Francés a Santiago, pero también por otras que él redescubrió a pie cuando permanecían sin señalizar más que en los textos y documentos antiguos, y que fueron en parte recuperadas con sus pasos.

Su interés no se ha reducido únicamente a los de peregrinación hacia Santiago, sino que se amplía a aquellos que han asentado rutas comerciales y culturales.

Con esa seña de identidad se presenta su reciente libro, “Hispania Ambulata”, que compartirá con los leoneses este jueves (7 de febrero, 20 horas, planta sexta de El Corte Inglés).

En él hace un recorrido por dichas sendas, como el Camino de Santiago francés o aquellas que redescubrió paso a paso cuando no había indicaciones más que en algún texto antiguo.

En “Hoy por Hoy León” charlamos con él para conocer algunos de los secretos de sus exploraciones.


EL TERCIO DE LEÓN

30 enero, 2019

En los comentarios al post sobre el navío de línea "León", Miguel A. Diego, "Zacut", me puso sobre aviso de la existencia de un Batallón de Infantería de Carros de Combate "León" III/61. Es heredero del Regimiento de Infantería “León” nº 38, disuelto en 1985, que tuvo una dilatada existencia de la que hablaré más adelante. En cualquier caso, este Regimiento nació a raíz de un Tercio del siglo XVII llamado León, porque aquí fue reclutado en origen, como veremos. Encontré la información sobre este Tercio en el libro “Los tambores de Marte: el reclutamiento en Castilla durante la segunda mitad del siglo XVII (1648-1700)”, de Antonio José Rodríguez Hernández, de donde he extraído la información que os transmito a continuación. 

A diferencia de lo que se suele repetir en diferentes artículos en Internet, el origen de este Tercio no está en 1696, sino medio siglo antes: en 1646 la ciudad y la Sargentía de Milicias de León (una especie de provincia militar que coincidía con el Adelantamiento) proponen, motu proprio, la creación de un Tercio de 600 hombres. Y es que las circunstancias de la monarquía hispánica eran críticas tras el aciago año de 1640, con la guerra de independencia de Portugal y la rebelión de Cataluña (todo ello en el marco de la Guerra de los Treinta Años y la guerra contra Francia). León ofrecía la creación de esta unidad militar para combatir en este último territorio, a cambio de la exención de ciertas cargas pecuniarias y militares a las que la ciudad venía sometida desde hacía un tiempo. Por ejemplo, hasta entonces el reino de León (en un sentido un tanto exiguo) tenía que acudir todos los veranos a Puebla de Sanabria con las compañías de milicias de Astorga, Bembibre, Villafranca del Bierzo (y su marquesado), Saldaña, Cea y las Omañas. En principio esta obligación respondía a los continuos conflictos fronterizos que se sostenían con Portugal con motivo de su particular guerra de independencia. Los demás distritos leoneses, que Rodríguez Hernández no especifica, servían en la guerra de Cataluña.

Con la creación del Tercio el reino de León consiguió eximirse de la mayoría de las cargas militares y económicas del momento. A cambio la Corona exigía que los soldados fueran naturales del reino leonés, sin hacer quintas, y sin forzar a enrolarse a los hidalgos. Los que se alistaban al Tercio quedaban exentos de toda una serie de tributos y obligaciones, mientras que los oficiales eran elegidos por el rey (Felipe IV) entre una lista confeccionada por la ciudad de León. La Corona además se comprometía a mantener el nombre del Tercio, y a completar la cantidad de sus soldados con compañías asturianas: cosa que ocurrió por ejemplo en el año 1653, con la inclusión de tres compañías de Asturias “por la falta de hombres que tenía el Tercio”. 

Este Tercio de León de 600 hombres tenía que estar completo y disponible cada campaña, congregándose en Fraga “a finales del mes de abril”, y descansando en León durante el invierno. 
El repartimiento de las tropas a reclutar en cada distrito era dictado por el Corregidor de León, lo que levantó muchas protestas. Uno de los lugares que más reclamó fue precisamente la villa de Ponferrada, que conseguiría que la Corona le permitiese repartir los hombres que le correspondían a su distrito. 

De todas formas, el reino de León se vio incapaz a la hora de reclutar y mantener la cantidad de 600 soldados, por lo que en 1648, al no contar con más de 350 hombres, ya tuvo que comprometerse a sustituir el servicio por dinero. Las deserciones menudeaban, y eran continuas las quejas del reino debido a la pesada carga económica que suponía el servicio, ya que en todo momento se alega la pobreza de sus distritos. Finalmente, en 1649 se sustituyó el reclutamiento por un servicio de 12.000 ducados que el reino debía pagar todos los años hasta el final de la guerra con Francia. A cambio la Corona mantendría el Tercio de León con soldados de otras partes del Imperio Hispánico, si bien se comprometía a que los oficiales se escogerían entre “personas importantes y naturales del Reino”. En 1657 el servicio aumentará a 15.000 ducados, aunque como veremos se siguieron reclutando voluntarios por todo el reino. 

Un tercio en la película "Alatriste".

Y es que además de este tipo tan peculiar de leva, la Corona en ocasiones también empleó el reclutamiento voluntario, si bien en zonas tan ruralizadas como León, Galicia y Asturias dio resultados muy pobres, a pesar de ser un área bastante poblada en la época. Tenemos un claro ejemplo con la guerra franco-neerlandesa (1672-1678), en la que participó España. En 1674 se quiso hacer una recluta voluntaria en Madrid, Castilla la Nueva y León. Por entonces dice Rodríguez Hernández que el Tercio de León era de los más veteranos, sobre todo sus mandos, por lo que se trató de “rellenar” sus bajas con una nueva leva en el reino de León. Se comenzó reclutando en la capital, pero pronto dos capitanes también lo intentaron en diferentes lugares del reino: Benito Cocoyo de Requena reclutó en La Bañeza, Ponferrada y Villafranca del Bierzo, Riego de Ambrós y Astorga, mientras que Gaspar de Cabrera lo hizo en Valencia de Don Juan, Sahagún y Santervás de Campos (actual provincia de Valladolid). La recluta obtuvo la mitad o la tercera parte de hombres de lo que se acostumbraba en otros lugares de la Corona de Castilla: en cuatro meses de labor no llegaron a recabar 180 voluntarios (111 de la ciudad de León, y los demás del resto de lugares), con lo que ni siquiera completaron dos compañías. A pesar de los esfuerzos del Corregidor de León, esta cifra no aumentó, y Rodríguez Hernández nos transcribe un pasaje de una carta suya en la que da su peculiar opinión de por qué no había voluntarios leoneses: 

“Esta montaña no cría espíritu en la gente común que les de lugar a desear salir de la cortedad en que se crían. Yo quisiera fueran muchos más, pero me consuela haber hecho quanto he podido y haber representado muy a tiempo esta imposibilidad”.

La decepción no era para menos, ya que los gastos que conllevaba la leva superaron ampliamente las expectativas que tenían los reclutadores (que esperaban reunir entre 500 y 600 soldados).

Resultado muy diferente obtuvieron los reclutamientos llevados a cabo con el sistema de los repartimientos, que consistía en repartir “un determinado número de hombres entre todos los municipios de un distrito”, incluidas las zonas rurales. Este repartimiento se encargaba a las autoridades municipales, que para cumplir su parte reclutaban tanto a auténticos voluntarios como a “voluntarios forzosos”, como presos comunes, bandoleros, vagos… Estas autoridades se esmeraban en cumplir su obligación, porque si conseguían completar los cupos también recibían recompensas. En 1676 se llevó a cabo una leva por este sistema de repartimiento en Castilla, León y Andalucía. En León le correspondió la tarea a Juan de Feloaga, Corregidor de la capital, y a quien se le requirieron 600 soldados. Tan eficiente fue en esta tarea que acabó reclutando 700. Este éxito no se repitió en la leva de 1678, ya que en esta ocasión el Corregidor sólo logró reunir en el “reinado de León” 104 soldados de los 400 requeridos.  

Mientras tanto, también en 1676 hubo otra leva por repartimiento a cargo del Presidente de la Chancillería de Valladolid, que afectó a pueblos de las actuales provincias de León, Zamora y Valladolid, y que recabó apenas 184 soldados (muchos de los cuales ni siquiera eran de la zona). 

Armas de los Tercios Nuevos.
No hace falta decir cuáles son las de León...
En 1694 la Monarquía Hispánica funda o refunda 10 nuevos tercios, exigiendo a cada territorio una leva del 2% de las vecindades. En el caso de León se pidieron 1300 hombres entre los tres partidos que componían su territorio: León, Ponferrada y Asturias. No parece que se cumplieran las expectativas, y la cifra se quedó en torno a los 1028 soldados reclutados. En cualquier caso según algunas fuentes se unieron en el “Tercio Provincial Nuevo de León”, pero no me ha quedado claro si se trata del mismo Tercio de 1646, si es una refundación de dicho Tercio, o sencillamente uno totalmente nuevo. 

En el reclutamiento de 1695, que afectaba al 1% de las vecindades, divide los soldados reclutados en León entre 260 asturianos y 146 leoneses propiamente dichos, mientras que en la leva de 1696 las cifras fueron de 235 y 293 hombres, respectivamente. Esta fue el último reclutamiento conocido del Tercio: en 1700 comenzarían a gobernar los Borbones en la persona de Felipe V, que reorganizaría profundamente el ejército, reconvirtiendo los Tercios en Regimientos. Como veremos, también León tendría sitio en esta nueva organización, y lo hará con un regimiento que participaría en prácticamente todos los conflictos de España desde el siglo XVIII hasta el siglo XXI.


MANUEL MARTÍN DE LA MADRID: UN TIEMPO, UNA HISTORIA

22 enero, 2019

En el programa de hoy hemos viajado a la época de la Guerra Civil y de la postguerra de la mano del libro "Manuel Martín de la Madrid: un tiempo, una historia". Esta obra contiene algunas de las fotos más representativas de Manuel Martín de la Madrid (1905-1985), uno de los pioneros de la fotografía en León, y fundador de la céntrica tienda de fotografía "Exakta" (llamada así en honor de la marca de la primera cámara de fotos que tuvo). Como invitado hemos contado con su hijo, el veterano fotógrafo leonés Manuel Martín Martínez, heredero del negocio familiar.

Manuel Martín de la Madrid (1905-1985), de formación autodidacta, consiguió una calidad técnica y creativa sorprendente para su tiempo. Documentó magistralmente una época muy convulsa como fue la Guerra Civil y el franquismo pero también fotografía aspectos urbanísticos, etnográficos sociales… algunos de ellos anteriores a la contienda. Destacan sus famosas fotos de la Legión Cóndor en León, prácticamente el único testimonio de ese acontecimiento tristemente histórico.


Tal y como cuenta el periodista Fulgencio  Fernández en una entrevista realizada a su hijo, Manuel padre  comenzó como dependiente en una tienda de ultramarinos que se llamaba El economato madrileño y era aficionado a la fotografía por lo que acudía a a comprar material en La Gafa de Oro donde el dueño, Francisco Lorenzo, comprobó la pasión que tenía por la fotografía y le ofreció trabajo. No se lo pensó dos veces. Ya casado (1936) monta en la calle Ancha Foto Exakta, nombre que eligió en homenaje a la primera cámara que tuvo. 

“Mi padre era un poco desastre. Tenía miles y miles de fotos en cajas, en la trastienda, pero no había archivado, ni catalogado. Tenía gran valor su legado pero había que ponerlo en valor”. Lo puso en valor su hijo, Manuel junior. Muchas horas de laboratorio, de ordenador, de restauración para «recomponer» un precioso e impagable legado, cargado de testimonios en muchos casos únicos pues, como explicaba el director general del Libro cuando el ministerio adquirió este legado leonés, compuesto por 25.000 fotos: «El valor de los fondos del padre es sobre todo documental, el del trabajo de su hijo es fundamentalmente artístico»

Y es que en el archivo de Manuel Martín de la Madrid hay verdaderas joyas, algunas de ellas ya conocidas a través de las redes —con el evidente peligro de no estar firmadas—como las escenas de la guerra en Villamanín, junto a otras como las del paso de la Legión Condor por la capital o reportajes por diversas comarcas de la provincia. Las imágenes de la Guerra son de las más impactantes así como las de la Legión Cóndor. «Los alemanes tenían cámara casi todos y retrataban todo lo que pasaba y después iban a revelar a casa de mi padre, porque la tienda estaba muy céntrica (en la Calle Ancha), siendo las más llamativas las de la despedida de los alemanes de la escuadrilla de aviadores nazis, presidida por el propio Franco». Las imágenes que tenía del bando republicano las destruyó, por motivos obvios, «aunque se salvó algún cajón perdido».

En este libro se muestra un legado de imágenes históricas del autor que en su conjunto son únicas e imprescindibles en la fotografía leonesa. El tercer volumen de la colección Eolas Foto, que dirige Amando Casado, estuvo dedicado a Manuel Martín ‘hijo’ y ahora llega este Manuel Martín ‘padre’. «Son 130 imágenes, lo que hace fácil entender que fue una selección muy difícil, unas fotos las elegimos por el valor documental y otras por el artístico».
Hay en este libro, como en el archivo del propio Martín de la Madrid muchas más imágenes y temáticas. También la provincia está muy presente, con todo tipo de imágenes, de fiestas populares, monumentos, corros de lucha, viajes oficiales...

Manuel nos contó que cedió el archivo fotográfico familiar en los tiempos en que Rogelio Blanco fue Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas, fruto de un convenio que se interrumpió con el cambio de gobierno. Hoy en día desconoce si las fotos y los negativos se están digitalizando o no, y ni siquiera sabe dónde se encuentran exactamente. Este libro ha aparecido gracias a la rápida digitalización que realizó de algunas fotos antes de remitírselas al Ministerio. Esperemos que pronto puedan consultarse en el portal PARES o similar, porque constituyen un tesoro de la historia contemporánea de León...

UN POSIBLE CASO DE LEPRA EN UNA NECRÓPOLIS MEDIEVAL DE VALDEÓN

16 enero, 2019

En el programa de ayer comprobamos cómo pueden aportar nuevos datos los análisis realizados sobre restos descubiertos en excavaciones antiguas. Para ello nos acompañó Laura González-Garrido, que junto a las investigadoras portuguesas Célia Lopes y Sofia N. Wasterlain ha identificado un posible caso de lepra en un esqueleto de la necrópolis medieval de Barrejo, (Cordiñanes, valle de Valdeón). 



Tal y como se cuenta en la nota de prensa de la ULE, la lepra era una enfermedad común en Europa durante la Edad Media, según refleja la documentación histórica, pero apenas existen evidencias osteoarqueológicas, es decir, que se mantengan en el hueso como una huella de la enfermedad, de manera que éste sería el caso más antiguo de lepra del noroeste de la península ibérica.

La necrópolis de Barrejo se excavó en los años 90 y se exhumaron 26 esqueletos datados entre los siglos XII y XIII, que en la actualidad forman parte de OsteoUle, la colección osteológica de la ULE. De todos ellos, sólo se han encontrado evidencias de la enfermedad en un hombre que tendría aproximadamente 30 años en el momento de la muerte. “Vemos las huellas que deja la lepra en la cara, - apunta Laura González-, en que este caso se trata de lesiones iniciales, antes de que se desarrolle por completo la enfermedad, lo que lo diferencia de otros hallados en leproserías medievales de Dinamarca o Portugal. El enterramiento cristiano, -añade- es equivalente al de los otros individuos de la necrópolis, aunque presentara una enfermedad tan estigmatizante como la lepra, sin embargo, no es infrecuente en poblaciones aisladas donde la convivencia con los enfermos era normal y rutinaria”.

La importancia del hallazgo está, precisamente, en la escasez de casos de lepra en material osteoarqueológico. En toda España tan sólo se han encontrado diez casos en un amplísimo periodo que va desde el siglo II al XVI, mientras que en Portugal se han registrado cuatro entre los siglos VII y XIX.
“Hay que tener en cuenta que la lepra tarda en dejar huella en el hueso y que muchas veces se pueden pasar por alto algunas lesiones o se pueden confundir con otras patologías”, apunta la investigadora principal.

En este caso, “el individuo tenía afectado parte del maxilar, el paladar y la nariz, formando la llamada `facies leprosa´, sin lesiones aparentes en dedos de manos y pies”, destaca la investigadora, que desarrolla su tesis entre la Universidad de León y la de Coimbra en paleopatología bucal. “Esto nos lleva a creer en un diagnóstico de lepra en un estadio temprano”, concluye.
En la actualidad, se están realizando análisis de ADN de muestras de hueso en el Instituto de Ciencias Arqueológicas (INA) de la Universidad de Tubinga (Alemania), que confirmarían el diagnóstico de la enfermedad, para lo que se tendrían que encontrar restos de la bacteria Mycobacterium leprae, agente causante de la lepra. No obstante, el estudio de los huesos así parece indicarlo según los resultados que presentó Laura González-Garrido junto a las investigadoras portuguesas Célia Lopes y Sofia N. Wasterlain en el XIV Congreso Nacional e Internacional de Paleopatología de la Asociación Española de Paleopatología (AEP) y en la Conferencia interdisciplinar “Leprosy and the ‘Leper’ Reconsidered” organizada en la Universidad McGill en Montreal (Canadá).

POSIBLE CASO EN LEÓN CAPITAL
El mismo equipo de investigadoras está trabajando en otro posible caso de lepra en León capital, se trata de un cráneo femenino exhumado de la iglesia de San Salvador de Palat de Rey datado en el siglo XVI. Aunque ya han adelantado los primeros resultados en las VI Jornadas Portuguesas de Paleopatología, celebradas hace pocas semanas en la Universidad de Coimbra, aún se encuentra en estudio. 

"LUIS SAÉNZ DE LA CALZADA, UN ENSAYO BIOGRÁFICO" DE ADOLFO ÁLVAREZ BARTHE

09 enero, 2019

En el programa de ayer tuve el gusto de descubrir a Luis Sáenz de la Calzada (1912–1994) de la mano del pintor Adolfo Álvarez Barthe. A lo mejor a muchos de vosotros os pasa como a mi y no os suena este ilustre personaje leonés, aunque la verdad es que merece la pena un acercamiento en profundidad. 

Y es que al más puro estilo de los renacentistas D. Luis fue científico y humanista, intelectual y artista, ecologista (fue uno de los fundadores y primer presidente del CCAN), actor, pintor, ensayista, poeta lo que unió su profesión como médico estomatólogo, biólogo, académico y profesor universitario. Miembro de la "Generación de Plata"  (como Dalí, Buñuel o Lorca), fue huésped de la Residencia de Estudiantes, donde forjó amistad y colaboraciones con Federico García Lorca, junto a quien participó en La Barraca, y al que acompañó en una visita de la a la capital leonesa. Miembro de la tan vinculada a León Institución Libre de Enseñanza, fue un intelectual que consiguió driblar la represión franquista gracias a sus amistades en el Teatro Nacional. Contra lo que se ha dicho en algún momento, no llegó a pintar ningún decorado para Luis Buñuel, sino que fue su hermano quien lo hizo.

Para remediar el desconocimiento que hay en torno a Luis Sáenz se ha organizado la exposición "Calzada. El Humanismo Renaciente"’, comisariada por el propio Adolfo Álvarez Barthe y por Luis García, director del Departamento de Arte y Exposiciones del ILC, que desde el pasado 23 de noviembre y hasta el 20 de enero de 2019 puede visitarse en el Centro Leonés de Arte.  (Avda. Independencia 18). Está integrada por 152 piezas– pintura, dibujos y serigrafía- y gran parte de ella la forman los fondos correspondientes a la donación que realizó la familia de Luis Sáenz de la Calzada (1912 – 1994) a la Diputación de León en 2016.

Como decía al principio, además se ha publicado un interesante libro sobre Luis Sáenz  de la Clazada, titulado "Luis Sáenz de la Calzada: un ensayo biográfico". Tal y como ha contado Adolfo Álvarez en otros medios, el libro fue fruto de la casualidad. El director artístico del Instituto Leonés de Cultura (ILC), Luis García, hombre discreto y gran promotor cultural de la ciudad, le pidió a Álvarez Barthe que diera una conferencia con motivo de la donación del ‘legado’ de Sáenz de la Calzada por parte de sus hijas. Tras la conferencia, tanto Luis García como el editor Héctor Escobar (Eolas), le animaron a darle forma de libro. «Ha sido un trabajo muy gratificante, porque me ha permitido no sólo adentrarme en el personaje, sino ver muchas facetas de León», confiesa el autor.

Adolfo Álvarez Barthe con el que busca resaltar la poliédrica personalidad del artista leonés, justo a un cuarto de siglo de su muerte y a través de 24 aproximaciones a su obra y persona, que desvelan muchas de sus desconocidas facetas. 

“Entrevistando a quienes lo conocieron y trataron, uno advierte que formó parte de muchos de los herméticos círculos culturales de la ciudad de León que suelen negarse los unos a los otros. En ese sentido, Calzada representaría el papel mediador entre tantas incomunicables facetas del diamante cultural que es nuestra provincia”.

LA NAVIDAD EN UNAMUNO Y SÁNCHEZ ROJAS (Miguel Ángel Diego)

03 enero, 2019

Siento el retraso, pero desgraciadamente he dejado abandonado el blog, y no sé cuándo podré volver a dedicarle el tiempo que (creo) merece. Miguel Ángel Diego ha vuelto a dejarme un artículo para que lo publique, y aunque sea con retraso, aquí lo dejo.

Nos acercamos a la Navidad y, los salmantinos con raíces y memoria, también al recuerdo de dos figuras señeras vinculadas a Salamanca que nos abandonaron un 31 de diciembre: Miguel de Unamuno y José Sánchez Rojas. Ambos se sintieron interrogados y tocados por la Navidad, cada uno a su modo plasmó en su obra el acontecimiento y le dedicó sus versos.

Miguel de Unamuno, representado paseando pensativo junto a las Úrsulas desde hace 50 años, en el monumento escultórico de Pablo Serrano erigido por suscripción popular, apunta:
en navidades se celebra la fiesta de la niñez, el culto al Dios Niño. El nacimiento del Hombre-Dios se pone en un paisaje nevado y alto aunque en Belén no fuere muy conocida la nieve.”
Describe la escena del portal:

Estaba la Virgen María
meciendo el pesebre en Belén;
brizándole a Dios que dormía;
estribillo del brizo era amén.”

Reflexiona, da unos pasos y continúa:

¡Dios ha nacido!
¡No, Dios no nace!
¡Dios se ha hecho niño!
¡Quien se hace niño padece y muere!
¡Gracias, Dios mío!
Tu con tu muerte
nos das la vida que nunca acaba”

Se detiene, explica filosófico y paradójico que “cuando me pongo a soñar en una experiencia mística a contratiempo, o mejor a arredrotiempo, le llamo al morir desnacer y la muerte es otro parto”, y recita:

así Cristo nació sobre la cruz;
y al nacer se soñaba a arredrotiempo
cuando sobre un pesebre
murió en Belén
allende todo mal y todo bien.”

La figura de Sánchez Rojas resulta modesta al lado de la de su maestro, don Miguel. Sin embargo, ante la Navidad, sus frases nos contagian una emoción profunda y sincera llena de religiosidad, tanto en verso como en prosa:

¡Dulce Jesus bueno, cuyo nacimiento
celebro esta noche, transido de pena,
que esta Nochebuena no vive mi padre!
¡Derrite la nieve con tu blando aliento;
que María, tu Madre, sea esta noche Madre
de los que no tienen ni portal ni cena!”

¡Danos esa Nochebuena, Señor! ¡Enséñanos a superar la vida, a enraizar en ella, a vivirla y a gozarla en los demás! ¡Venga esa Nochebuena, Señor, para adorarte y alabarte!
¡Que la leña añosa de nuestra paz se trueque en fuego y en brasa; que en el banquete familiar estallen las risas de los niños; que sea para ellos, para mi amigo, para mi enemigo, para todos, Señor, la vida, una Nochebuena hermosa, con su portal de Belén, con los magos que llegan al portal alumbrados por la luz de una estrellita que les precede en su camino!”
José Sánchez Rojas nos recuerda que las campanas acompañan a los hombres en los acontecimientos y celebraciones importantes, en una continuidad que se prolonga a lo largo de los siglos:
Como las olas del mar llevan al puerto más humilde emanaciones de otras playas, las campanas traen a nuestros días voces olvidadas de otras generaciones que parecían perdidas. Son el tiempo, la eternidad humana, las campanas; el vigilante que no se duerme, la voz querida que nos habla desde lejos, la estrofa rota que hilvana en nuestra esperanza una canción, que nos recuerda algo misterioso, vago, impreciso: el contorno dorado de un día de niñez, las líneas de una remota esperanza que nos hace temblar de dicha en el silencio.”
Las campanadas de fin de año dan la bienvenida al próximo y simultáneamente nos recuerdan el adiós esperanzado de Unamuno y de Sánchez Rojas. Los dos desean el amparo eterno de la ciudad de Salamanca y los versos de éste bien pueden ponerse en los labios de ambos:

¡Salamanca de lumbre, yo te adoro!
Recoja tu beldad mi último aliento;
arrópenme tus piedras”

Miguel Ángel Diego Núñez

Autor del libro “Regionalismo y regionalistas leoneses del siglo XX (una antología).”

"FERNANDO VII: UN REY DESEADO Y DETESTADO", DE EMILIO LA PARRA

13 septiembre, 2018

Desde que cursé la carrera de Historia, y puede que desde antes, la figura de Fernando VII siempre me ha llamado la atención. Suele estar considerado el peor rey de toda la historia de España, debido a sus vaivenes políticos y a su despreciable oportunismo. Aquí no voy a analizar ni resumir su reinado (para eso ya está la Wikipedia), sino la biografía que acabo de leer. Baste saber que este monarca ocupa un lugar central en la historia contemporánea de nuestro país, por lo que es inevitable hablar de él en las clases de segundo de bachillerato. Cuando me enteré de que un catedrático de Historia Contemporánea de la talla de Emilio La Parra había publicado una exhaustiva biografía sobre Fernando VII no lo dudé ni un momento y encargué el libro en mi librería habitual. Y es que siempre me había rondado una duda sobre este personaje: ¿y si la imagen tan negativa que tenemos sobre su reinado se debiera en realidad a los posteriores historiadores de tendencia liberal,  que son por lo tanto sus enemigos ideológicos? Así que animado por ello no tuve el menor reparo en enfrascarme en las más de setecientas páginas que componen esta obra. 

Nada más empezar comprobé que mis dudas eran vanas: Fernando VII se merece sobradamente el título de rey más despreciable de nuestra historia. Es algo que se hace evidente casi desde la primera página, y aunque La Parra intenta mantener la equidistancia que se le presupone al historiador, muchas veces le resulta imposible evitar emitir juicios de valor. Y es que no es para menos... Conspirador contra sus padres desde su más tierna juventud; cobarde que oculta sus actos usando a sus esbirros como pantalla; oportunista rastrero; mentiroso compulsivo y manipulador; malhablado y chabacano; torturador de libros, y un largo etcétera de adjetivos negativos que podríamos aplicarle sin ningún tipo de tapujo, porque contamos con documentos de su puño y letra donde todo ello queda consignado.

Quizás el mejor ejemplo sea cuando estuvo prisionero de Napoleón (a todo lujo) en el castillo de Valençay: Fernando no tuvo reparos en adular indecorasamente a su secuestrador, quejándose incluso de la obstinada resistencia que estaban realizando sus súbditos (que estaban matándose por él en la llamada Guerra de Independencia). Su bajeza llegó al extremo de solicitar a Napoleón que lo adoptara, y aunque con posterioridad trató de destruir las pruebas, afortunadamente han llegado hasta nosotros. Por cierto que otra cosa que me ha llamado la atención es que Napoleón ya lo conocía perfectamente antes incluso de encontrarse en persona, lo que nos dice que debía tener un fabuloso servicio de espionaje en la propia Corte española, y que el corso habría hecho una gran carrera como psicólogo.

Pero lo que más triste me ha parecido no han sido las ruindades, villanías, tiranías y manipulaciones de este monarca, sino el hecho de que era el rey que España se merecía. Sorprende que la petición más repetida por el pueblo durante su regreso en 1814 fue que repusiera la Inquisición. El pueblo no quería ver la realidad, por lo que apoyó todas sus medidas, por crueles que fueran, lo que se ejemplifica en el desprecio que se hizo a la Constitución de 1812 y al infame grito "¡Vivan las cadenas!" que solían repetir al paso de la carroza real (casi siempre tirada por entusiastas).

No quisiera extenderme demasiado, pero otro aspecto positivo del libro es que refleja perfectamente cómo se fue gestando la primera guerra carlista gracias a los titubeos y al carácter reaccionario de Fernando. Porque lo negativo de su reinado no fue solo lo que ocurrió en ese periodo en sí (como, por ejemplo, la pérdida de toda la América continental española), sino la sangrienta herencia que dejó, con tres guerras carlistas que arruinaron no solo la economía de España, sino también su futuro...

En fin, que me ha parecido un libro más que recomendable para los interesados en la época, porque el autor realiza un magistral manejo de las numerosísimas fuentes (son más de treinta páginas de bibliografía), de tal manera que yo creo que este libro se puede considerar la biografía definitiva de Fernando VII, salvo que aparezcan documentos inéditos o nuevas noticias de la época. 

Emilio La Parra. Fuente: El Español, con una interesante entrevista al autor.

ORDOÑO II DE LEÓN Y EL PUENTE DE ALCÁNTARA

23 agosto, 2018

Estos dos últimos días los hemos pasado en mi queridísima provincia de Cáceres, y por fin pude saldar una deuda que tenía desde hace tiempo, visitando el puente romano de Alcántara. Estando allí me vino a la mente un pasaje de las crónicas de Ibn Hayyan sobre el rey Ordoño II:

"Acampó en la aldea de Qawlasana, en el Guadiana, cerca de la ciudad y allí pernoctó, regresando luego de tierras musulmanas con gloria y victoria, sin que nadie le hiciera frente ni le hirieran un solo caballero. Cruzó el puente de Alcántara en un día y una noche, a causa de lo inmenso de su ejército, y regresó a su país (envíelo Alá con los que sufren el fuego ardiente)"

Algunos lugares acumulan más historia de la que un simple humano puede soportar...




EL "LEÓN" O "GRAN LEÓN", EL NAVÍO QUE LLEVÓ EL NOMBRE DEL REINO A TRAVÉS DE LOS MARES

29 abril, 2018

Hace pocos días acabé de leer el libro "Naves mancas. La Armada Española a vela desde Cabo Celidonia a Trafalgar", en el que se menciona una buena cantidad de buques de guerra desde el siglo XVII a comienzos del siglo XVIII. Resulta llamativo cómo la mayoría de los barcos recibían nombre de santos, vírgenes y personajes del Nuevo Testamento, o elementos religiosos, pero también abundaba la costumbre de nombrarlos con reinos, regiones y ciudades españolas. Podéis imaginar qué reino eché de menos entre toda la retahíla de buques, y llegué a preguntarme si en todos esos siglos nunca hubo un barco llamado León, Reino de León, o algo parecido. Pero al final de la obra viene un "Índice de buques españoles" en el que aparece mencionado un "León", sin más, y sin referencia en el libro. 

Navío de línea español de
74 cañones. Así sería el León.
Tirando de Wikipedia hallé este "Anexo de Navíos de línea de la Armada Española", donde hay más detalles acerca del "León": se especifica que también era conocido por el mote "Gran León", que tenía unos 70 cañones, que fue botado en 1731 en los astilleros gallegos de La Graña, y que sirvió desde 1731 a 1749 (o 1750). 

Con estos datos fue más fácil ampliar la información usando Google, y así encontré sendos artículos sobre el "León" o "Gran León" en todoababor.es y en  todoavante.es, y otro en la página inglesa Three Decks. A continuación os ofrezco un compendio de todos ellos, aunque os recomiendo visitar los enlaces si queréis ampliar información. Por desgracia no he encontrado ninguna imagen del navío, pero ilustraré el post con planos, mascarones e ilustraciones de buques similares de la época (Nota: En alguna ilustración aparece la bandera naval adoptada en tiempos de Carlos III, que es el precedente de la actual. Evidentemente son ilustraciones posteriores al navío León, pero el tipo de barco se corresponde bastante bien en el resto de aspectos)

Mascarón conservado en el
Museo Naval de Ferrol
Podemos fijar la fecha de su construcción entre el año 1729, que fue cuando se le dotó de quilla, y la de 1731, en la que fue entregado a la Armada. Fue clasificado como navío de línea de tercera clase, por lo que contaría con dos puentes o cubiertas, y entre 70 y 74 cañones. Tendría una tripulación de aproximadamente 500 hombres. Como era costumbre en esta época, su mascarón sería un león rampante, lo que era de lo más adecuado en este caso. El constructor fue Lorenzo de Arzueta, cuya anterior obra parece haber sido el navío "Galicia". Se unió a una escuadra en El Ferrol junto a otros cinco navíos al mando del cántabro Francisco Javier Cornejo. El primer capitán del León fue Gaspar La Roux

Desde Cádiz partió a Barcelona, donde se unió a la flota del marqués de Mari, compuesta por 25 buques de guerra y 48 barcos de transporte, a los que se unió una escuadra inglesa con otros 25 barcos de guerra. La misión del León fue servir de escolta (y quizá de transporte) a las tropas que desembarcarían en Liorna (Livorno, Italia) en octubre de 1731. El objetivo de esta acción era garantizar los derechos de infante don Carlos (futuro Carlos III) sobre Parma y Toscana. En esta ocasión el León estaba capitaneado por el vasco José Zapiaín. Los barcos lograron desembarcar las tropas, y Carlos pudo hacerse con Parma. Posteriormente el infante conseguiría todo el reino de Nápoles, y devolvería Parma a Austria como compensación. 

En cuanto al navío León, regresó a Cádiz, donde le realizaron varias reparaciones a lo largo del verano de 1732. Al mando de Nicolaś Geraldino lleva tropas al Golfo de La Spezia (Italia), y sirve en la escuadra del conde de Bena-Masserano. Realizó servicios de patrulla por el cabo de Palos mientras el grueso de la flota española realizaba diferentes acciones en Argel. 

Plano de un navío español de 74 cañones. El del León sería muy parecido.

En diciembre de 1733 se une a la escuadra del últimamente famoso Blas de Lezo para combatir contra barcos argelinos, aunque una epidemia a bordo obligó al barco y a la escuadra a recalar en Cerdeña, para pasar posteriormente a Málaga. A comienzos de 1734 fue reparado en Cádiz. La única noticia que tenemos del León en estos años es que al parecer seguía sirviendo en la bahía de Cádiz. 

En 1736 se destina el barco a La Habana, al mando del capitán cacereño Francisco José de Ovando y Solís (que alcanzaría gran fama posteriormente, participando en la defensa de Cartagena de Indias, y llegando a gobernador de Chile y Filipinas). Después el "Gran León" pasa a Veracruz, donde servirá por un corto periodo de tiempo en la Armada de Barlovento. Francisco José de Ovando dejará de ser su capitán en 1737, cuando el navío regresa a Cádiz. 

El León regresa a América a finales de ese mismo año 1737, en compañía del barco Lanfranco, arribando al puerto de La Habana. Después, en marzo de 1738, pasa a Veracruz, transportando los 6000 quintales de azogue con que había sido cargado en la Península (es decir, unas 276 toneladas de mercurio, que se usaba para separar el oro de las impurezas). En febrero del año 1739 intentará regresar a la Península cargado de caudales, es decir, de oro y otras riquezas, formando parte de una flota dirigida por José Alfonso Pizarro, un ilustre sanfacundino (y por lo tanto leonés) al que le tuvo que hacer algo de ilusión tener bajo su mando a un barco con semejante nombre. Una tormenta desarboló la escuadra, y varios barcos naufragaron: entre ellos estaba el "Lanfranco", o "León Franco", otro de los pocos navíos españoles con el nombre de este animal (aunque en este caso no tenía nada que ver con el reino ni con la ciudad, y además habñia sido rebautizado como "Nuestra Señora del Pilar"). El León, tras ser considerado desaparecido, consiguió regresar a La Habana tras más de un mes de terrible periplo. Fue reparado, y otra vez en una flota al mando de José Alfonso Pizarro logra llegar a Santander en agosto de 1739, tras haber logrado burlar la vigilancia de los piratas y corsarios, así como de la flota inglesa, ansiosa de hacerse con los tesoros españoles que se traían de América. 

A continuación tuvo que ser sometido a una gran carena en El Ferrol, lo que suponía una revisión completa, limpieza y renovación del casco. Debido a esto no participó en el comienzo de la llamada Guerra del Asiento contra Gran Bretaña. En marzo de 1741 parte de nuevo a La Habana, realizando tareas de transporte. Se incorporó a la escuadra de Rodrigo de Torres y Morales, y tras varias misiones regresa a El Ferrol a mediados de ese mismo año, transportando caudales. 

En 1742 fue destinado nuevamente al Mediterráneo, a la escuadra de Juan José Navarro, en el marco de la mencionada Guerra del Asiento.Tras un paso por las costas de Galicia regresa a Cádiz en 1744, formando parte de la escuadra de Francisco Liaño y Arjona, cuyos principales objetivos eran garantizar la llegada a buen puerto de las flotas americanas y proteger las costas españolas de la acción de los berberiscos. Allí realizó diferentes tareas de transporte y escolta, hasta quedar incorporado a la escuadra de Juan José Navarro en mayo de 1744. Aquí se le pierde algo la pista y solo sabemos que en 1746 está en Cartagena perfectamente pertrechado y armado. Allí seguía en 1747, donde en el mes de octubre recibe a un nuevo capitán, Juan de Egues (o Egües), que aparentemente usó el León como barco insignia de su pequeña escuadra. El barco realizó diferentes misiones en las Canarias, en Baleares, Tolón y norte de África.

Con ese mismo capitán, y en compañía de otros dos navíos, cruzará de nuevo el Atlántico en marzo de 1748 dando escolta a 22 transportes. Pero el convoy fue interceptado por los británicos, perdiéndose varios barcos en sus manos, y desarticulándose la escuadra. A pesar de ello, el León y los otros dos barcos de Egües llegaron a Veracruz el 2 de junio escoltando a 16 mercantes. El barco fue cargado de caudales para su regreso a la Península, pero fue retenido en el puerto por el virrey de Nueva España, que temía nuevas acciones británicas. Esta decisión le libró de estar en la Habana durante la batalla del 12 de octubre, que se produjo sin que sus participantes supieran todavía que ya había acabado la Guerra del Asiento.

El León llegó a La Habana el 18 de enero de 1749, y fue unido a la escuadra de Andrés Reggio. Ésta partió hacia la Península en mayo, llegando a El Ferrol en julio: la flota transportaba 22,536,527 pesos fuertes de plata y otras riquezas. Allí mismo el Gran León fue dado de baja y desmantelado a finales de ese mismo año o a comienzos de 1750, con lo que concluye la historia de este barco, que llevó el nombre de nuestra tierra con mayor o peor fortuna por el Mediterráneo y el Atlántico.

Por cierto, en la actualidad en la Armada no existe ningún barco cuyo nombre esté relacionado con León, aunque sí que existan el Galicia y el Castilla, por poner un par de ejemplos. ¿Por qué será?

Navío inglés de tercera clase. Salvo por la bandera, el León
sería muy similar (incluso por el león del mascarón)

SOBRE EL NEGACIONISMO DE CARLOS ESTEPA ACERCA DE LAS CORTES DE 1188

28 febrero, 2018

Parece que anda la gente muy revuelta por unas declaraciones de Carlos Estepa negando la importancia de las Cortes de León de 1188. A mi no me ha sorprendido en absoluto, porque este historiador lleva haciendo lo mismo al menos desde 1988, cuando se celebró el VIII Centenario de las Cortes. Sólo hace falta consultar "El reino de León en la Alta Edad Media I: Cortes, concilios y fueros", publicado en ese mismo año, para leer sus postulados y posturas sobre este asunto. Pero ojo, porque la información más jugosa no sólo está en su artículo, titulado "Las Cortes en el reino de León", sino también en los de Fernando Arvizu y Alfonso Prieto Prieto, donde nos podemos hacer una idea de las intenciones de Estepa. Precisamente este último dice lo siguiente sobre las tesis de Carlos Estepa y de Gonzalo Martínez (que afirmaba la existencia previa de unas Cortes castellanas): 

"Si don Carlos Estepa no da por buenos sin más los decreta de la Curia leonesa de 1188, que hasta nosotros han llegado, el doctor Gonzalo Martínez, sin habérsenos conservado "decreta" algunos de la Curia de 1169 y de la Curia de Gormaz de 1187 (...), insinúa la primacía temporal de ambas curias en cuanto a la presencia de los representantes concejiles. Ya en mi citada ponencia, además de mostrar lo endeble de tal fundamentación, pronostiqué la aparición de tesis negadoras de la primacía temporal de las llamadas Cortes leonesas; hasta tal punto las urgencias del presente, por mínimas que sean, condicionan nuestra construcción del pasado". 

Obviamente, con "las urgencias del pasado" D. Alfonso se refiere a la creación de la comunidad de Castilla y León. Y dice más adelante: 

"Y lo más grave, a mi modo de ver, de esta falta de sensibilidad para las raíces, es que significa un desconocimiento de lo que constituye la especificidad de lo histórico: la virtualidad del pasado en el presente". 

En cualquier caso, sin entrar en polémicas estériles y artificiales, lo que es innegable es que en los Decreta de 1188 se dice que se celebró una curia en León con el arzobispo, los obispos, y los magnates o nobles del reino, así como con los ciudadanos elegidos por cada una de las ciudades. Literalmente y en latín: 

"Adephonsus, Rex Legionis et Gallicie, cum celebrarem curiam apud Legionem cum archiepiscopo et episcopis et magnatibus regni mei, et cum electis civibus ex singulis civitatibus"

Aquí radica la gran novedad de esa Curia de 1188: por primera vez acuden representantes del pueblo llano: da igual si fueron o no burgueses, hombres ricos o pobres. Lo importante es que va a haber representación de un estamento que al parecer nunca había participado en la Curia (aunque hay sospechas de que pudo hacerlo en tiempos tan tempranos como en época de Alfonso VII). Tal y como dejó dicho el citado D. Alfonso Prieto: "las llamadas Cortes Leonesas no son otra cosa que la Curia Regis acrecida mediante la presencia de los representantes de las ciudades". Y en principio no habría que darle más vueltas en un sentido u otro. Por ejemplo, tampoco hace falta llegar al extremo de denominar a estas protocortes como "democráticas" o exageraciones parecidas. 

Sin embargo Estepa trata de retorcer todos los argumentos posibles, por endebles que sean, y por lo general sin ninguna prueba sólida: insinúa, por ejemplo, que los Decreta están interpolados posteriormente, sin aportar pruebas contundentes y sin explicar a qué intencionalidad podría responder dicha interpolación. Incluso llega a dudar de la traducción al término "cives", y en la citada obra llega a insinuar (nunca afirmar) traducciones como "nobles", sin reparar en la tautología que supondría una repetición del concepto en los Decreta: "con el arzobispo, los obispos, y los magnates de mi reino; y con los nobles elegidos (!) de cada ciudad". Aunque, insisto, solo apunta dicha posibilidad, Estepa parece obsesionado en recalcar que esos "civis electi" debían ser gente acomodada de las ciudades, como si eso negara la peculiaridad de la Curia de 1188;  porque fueran ricos o pobres, lo fundamental es que asistieron representantes del pueblo llano. Pero eso le da igual al señor Carlos Estepa, que sigue empecinado en negar la novedad que supuso este hecho con argumentos que sólo se pueden calificar de peregrinos y de juegos malabares. El porqué de esta obsesión personal ya sería harina de otro costal... 

 José Carlos Guerra  "Curia de Fernando II" (1972)