Ha fallecido el Padre Pacífico

26 agosto, 2008

En la tarde de ayer ha muerto a los 75 años uno de los personajes que más ha influido en mi vida a través de sus obras: se trata del Padre Pacífico, más conocido como "Pachi" o "El Cura" en el ámbito del Campamento de Amigos de Francisco de Asís (hoy "Campamento Padre Pacífico"), en el que tuve la enorme fortuna de pasar diez intensísimos veranos. Conocí este campamento a través de su sobrino Miguel Ángel Falagán, mi mejor amigo de la infancia. El Padre Pacífico era leonés de nacimiento, concretamente de Laguna de Negrillos, al igual que toda su familia. Sin embargo, aunque el carácter leonés le acompañó toda la vida, la patria de su corazón estaba en Cáceres, en la Sierra de Gata, donde fundó el Campamento que hoy lleva su nombre. Hombre de genio vivo ("soy pacífico sólo de nombre", decía), con su personalidad supo ganarse el respeto y el cariño de cientos de familias cacereñas. No tenía pelos en la lengua, y gustaba de decir las cosas a la cara, sin ambages y sin circunloquios. Unía a esta virtud una gran nobleza de corazón, y una gigantesca capacidad de trabajo. Su popularidad en la capital cacereña era tal, que hace unos años (creo que en el 2001) el Ayuntamiento le dedicó un parque en la ciudad.

Hoy siento como si perdiera una parte muy importante de mi infancia y de mi adolescencia, y no puedo más que compartir los pensamientos y sentimientos que ha publicado en "Extremadura al día" mi amigo Paco Hurtado Muñoz ("Kurdo"), y que aquí os dejo como homenaje a tan querido personaje. D.E.P.


Pacífico, padre, maestro y amigo

Querido Pacífico

Tengo que recordarte como una de las personas que más me ha marcado y de las que más he aprendido. Supiste, como pocos, sacar de cada uno de nosotros lo mejor que había para que a la vez lo pudiéramos darlo a los demás. Por eso es comprensible que tanta gente quiera despedirte, que tantos miles de personas como trataste a lo largo de estos años vean cómo un pedacito de ellos se va también contigo, o, quizás, resurge contigo allá donde quiera que ahora mismo estés.

Sabía desde hace tiempo que tu salud se había deteriorado. No te veía desde que fuimos a verte a Sevilla, allá en tu cumpleaños. Estoy seguro de que te has muerto feliz, aquello del jodido pero contento que algunas veces nos decías.

Me toca hablarte desde aquella gran familia que formaste, que auspiciaste, desde la juventud que algunos ya, al menos cronológicamente, empezamos a adolecer. Tus Amigos de Francisco de Asís, tus jóvenes, tus niños, aquellos a quienes insuflaste esa alegría permanente por hacer todo cuanto se nos propusiera, todo cuanto estuviera en nuestros sueños, en nuestro corazón, en aquella escuela de niños ya no tan niños, de jóvenes siempre jóvenes, de los campamentos de García de Sola, de Pinofranqueado o de Descargamaría

Me toca pensar en tantos y tantos momentos vividos, en lo que ha supuesto de bien tu labor para el desarrollo de generaciones enteras de personas. Me toca pensar en la fuerza que empleabas para plantar tantos árboles, en cómo el pico se te iba, en cómo desde aquellas clases nos metiste el gusanillo, en cómo las misas se convertían en reuniones donde todos éramos igual de importantes, en cómo nos atrevíamos a todo porque lo importante era ser felices y hacer felices a los demás

Me toca pensar en que antes de que murieras recuperamos el Hermano Papel, tu ilusión, tu anhelo, que lo viste diez años después en papel. Me toca pensar en que grabaremos a fuego, esta vez sí aquel cartel que con tu nombre y con tu imagen, hicimos para poner tu nombre a campamento. Me toca pensar en aquellos carteles que tenemos en la sede con la leyenda de la caseta de la feria: “El Pachi”. Porque eras Pachi, el Cura, el Francisco de Asís de la Sierra de Gata como algunos se atrevieron a rotular en los periódicos regionales cuando hace 15 años pusimos la primera piedra de aquella ermita que siempre te tendrá en sus cimientos.

Me toca pensar, finalmente, en que ya no estás. En que ya no tendré que marcar aquel prefijo de Sevilla donde viviste tus últimos años, rodeado de aquellos franciscanos como tú, en quienes te inspiraste y a quienes procuraste que nos fijáramos, dentro de nuestra singularidad y diversidad. Me toca pensar, además, que nos toca brindarte, al menos, este año de trabajo y de esfuerzo que ahora empezamos.

Mañana visitaré el Parque que tienes en Cáceres con tu nombre, tu parque, y lloraré derrame muchas o pocas lágrimas, como seguro que lo están haciendo ahora cientos de personas. Dejemos las lágrimas en una vasija, en lo primero que tengamos a mano, y derramésmolas en Descargamaría, en tu campamento, donde te dejaste tu vida y casi tus huesos. Descansa en paz y con enorme orgullo. Siempre te llevaremos y te tendremos en un lugar preferente de nuestras casas, de nuestros recuerdos, de nuestras vidas.

La fiesta que iniciaste, tu asociación y tu campamento, se enfrenta ahora al mayor de sus retos. No te defraudaremos. Hemos tenido el mejor de los maestros. Y como siempre decías, quien quiera entender, que entienda.

PD: No dejéis de visitar el blog del Padre Pacífico, en el que hay una serie de entrevistas y pensamientos que reflejan su vida interior.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Emotivo tu escrito. Has reparado en su gran capacidad de trabajo como algo que se menciona quizá menos en las semblanzas que se hacen de él.
Un abrazo desde Sevilla, querido Chao.
Rocío.

Anónimo dijo...

Padre Pacífico:

"Sólo el amor de Dios tiene garantía de futuro: No termina, se transforma en unidad que engloba el amado y la amada, sea persona u cosa".

Un lugar del corazón

26 agosto de 2008
Con Francisco me quedo en vosotros...


"A la muerte no le tengo miedo. La espero como un apagón de luz que llegó para no ver ni sentir ya nada. Además, con la esperanza de que venga precedida de un día de Sol sin ocaso.


Cuando llame a mi puerta la muerte “no puedo faltar a la cita y me gustaría que me cogiese en casa”. Quiero estar en casa desempeñando el papel que corresponda cumplir esa hora. Quiero ser yo quien abra la puerta. Aunque me cuesta aceptar a la idea de lo finito. Pensándolo bien creo que es la forma más airosa de salir de esta casa, en la que, por su condición de criatura, el tiempo la envejece y la hace inhabitable.


No recuerdo su presencia en los años de mi juventud cuando parece estar lejos de uno. Pero a medida que va pasando el tiempo, no miento si digo que la idea de la muerte ha pasado a ser un elemento familiar en mí. Estoy convencido de que es, en la creación, una regla más del juego, y como tal la debo tomar. Sé que vivo a impulso de una enorme fuerza vital, y que gracias a ella me muevo y hago con gusto lo que se me pone delante. No obstante admito que no siempre estoy entusiasmado con vivir, y sin caer en la desesperación, hay noches en las que, al acostarme, le doy gracias a Dios, si al despertar, apareciese en el Paraíso. Otras noches le pido al mismo Dios, que espere un poco, que aún me quedan cosas por terminar. Como si lo que hago fuese necesario o un tema de muerte o vida".

Un abrazo,
Rocío.